sábado, 7 de diciembre de 2019

OIGA, DIOS NO ES ESO.



Oiga, cuidado, que Dios no es un Dios de bolsillo que usted lleva como su amigo de parrandas, o su amuleto cuando hay problemas, el que maneja a su antojo y que para que vean que usted es cristiano, saca usted a relucir con bonitas palabras y huecas invocaciones. No es por lo tanto una marioneta de
circo que entretiene al hermano incauto que usted engaña con historietas vanas, usando su nombre en vano para sacar dinero manipulando a los que sufre a través de sus emociones.

Tampoco Dios es una máquina traga níquel que con novenas y fugaces promesas, le quieres sacar el milagro sin fe ni ganas de cambiar creyendo que religión es un asunto de compra y venta, donde Dios espera la limosna, el rezo o la penitencia para enviar desde el cielo el producto del pago tuyo como simple empresa.

Dios tampoco es el habitante permanente de un flotante castillo aislado de la gente, que mira indiferente el pasar del tiempo mientras se sufre y se muere, se pasa hambre y se crucifica al pobre y al indigente, se margina al vulnerable e indefenso y se enriquece el que tiene el poder del oro y de las armas mientras Dios se entretiene y se duerme.

Dios tampoco es el juez implacable y vengador que con su calculadora y libro de cuentas está sumando sin avisar todas las faltas y pecados cometidos, para al final dar rejo parejo para que entienda el pecador que con Él no se juega. Tampoco es el que aparece cuando yo estoy mal como dios tapa agujero y que invoco de mil maneras para que me resuelva mi problema, como estación de bomberos que se pide para apagar un fuego y que luego desaparece hasta que vuelvo y lo invoco porque lo necesito.

Dios no es el dios elitista que solo se fija en los que tienen corona o nacieron en cuna de oro, o son blancos o de alcurnia, o de tal fe o postura ideológica, que fueron elegidos como favorecidos para tener siempre los tronos y comer los más ricos banquetes, estar en los primeros puestos y recibir de El las más grandes bendiciones.

Nuestro Señor es el padre creador, el hijo redentor y el Espíritu Santo consolador, tres personas y un solo Dios, misericordioso y providente, que ama a todos por igual, y que busca que toda la gente se acerque a su corazón, se reconcilien y sean solidarios y que busque que este sea un mundo mejor, donde todos se respeten.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

miércoles, 23 de octubre de 2019

NO BUSQUES CONFLICTOS INNECESARIOS.


Nosotros tenemos un caudal de energía y un tiempo limitado de vida, algo así como cualquier batería, aunque la comparación sea inadecuada. Esto nos permite entender que todo recurso en la vida es limitado. No gozamos de permanencia y menos de infinitud como seres humanos. Otra cosa es ver todo desde la fe y la eternidad. Cuando uno toma conciencia del valor del tiempo y de que este recurso no es renovable, y cuando uno mira atrás y ve que lo que pasó no puede repetirse, de que es irreversible el paso de las horas, días, meses y años, uno toma más en serio la vida. En muchos caso cuando esto sucede es un poco tarde, y la cantidad de tiempo perdido en la vida es escandaloso. Podríamos comparar esto a la bancarrota de un banco o una gran empresa, cuando se han tomado malas decisiones y se desploman todos los activos económicos.

Cuántas vidas arruinadas por los vacíos dejados, algo así como “agujeros negros” en el espacio sideral humano de existencias que terminan en un fracaso rotundo, provocando grandes frustraciones y frustración. Y esto se agrava cuando uno compara su vida con la de otros que sí han aprovechado ese recurso llamado tiempo de manera intensa. O cuando uno mira atrás y se da cuenta de que tantas tareas que quedaron inconclusas, retos que no fueron enfrentados, metas que no fueron no solamente alcanzadas, sino siquiera comenzadas a realizar.

Todos hemos sido diseñados por el Creador para realizar en un tiempo adecuado una existencia plena. Tenemos los atributos personales necesarios para eso. Cada persona, aun la que nació con impedimentos físicos o mentales pronunciados, está destinado a ser alguien significativo para otros y ocupar un lugar en el corazón de ellos. Y ya eso es suficiente. Y en el caso nuestro, todos esos recursos personales cuando no son utilizados como debe ser, sino “enterrados” como en la parábola de los talentos, se convierten en nuestros acusadores en ese juicio final al que tendremos que acudir de manera inevitable.

Por eso valoremos el tiempo que tenemos y los dones que el Señor nos ha dado. Apreciemos cada día que tengamos como una gran oportunidad dada por el Creador. Desarrollemos esas capacidades personales al máximo. Ocupemos la horas y minutos en cosas positivas. No perdamos del tiempo en necedades, vagancia y ociosidad, ni tampoco en conflictos absurdos, peleas estériles, enfrentamientos desgastadores, confrontaciones que minan la energía que Dios nos ha dado. Cuánto tiempo perdido en discusiones sin contenido, solo para demostrar que yo tengo la razón, provocando abismos entre las personas y resentimientos. La vida se va tan rápido y qué triste es darse cuenta de tanto tiempo perdido.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f. 

martes, 8 de octubre de 2019

NUESTRO NIVEL DE INCONSCIENCIA.





¿Qué tal nuestro nivel de inconsciencia? Así como no recordamos que existe el movimiento de traslación y rotación de la tierra, y no nos damos cuenta de la ley de gravedad que impide salgamos volando, como tampoco que gracias a la atmósfera y el aire podemos respirar, tampoco tomamos conciencia de que el tiempo pasa y no vuelve. Y de que siguen pasando tanto las horas, minutos y segundos, días, meses y años sin parar. Y esto es grave, porque el tiempo perdido no se recupera. Es irreversible la marcha por el camino de la vida. No podemos echar para atrás. No valoramos el tiempo, nuestro gran recurso personal. Cuando ya nos damos cuenta nos han caído el peso de los años, todo nuestro organismo empieza a debilitarse, a envejecer y tantas oportunidades que tuvimos para crecer integralmente se perdieron.

Hay una inconsciencia inclusive de lo que sucede en nuestro cuerpo: hay un corazón que late siempre y envía la sangre que corre por nuestras venas y arterias. Están los riñones, pulmones, estómago, esófago, cerebro, músculos y huesos, todo funcionando para que podamos seguir viviendo. Y no cuidamos nuestro organismo físico, porque ni le damos la importancia debida, ni la atención necesaria médica, dietética, de ejercicios, de descanso. Y ese descuido, ese nivel de inconsciencia muchas veces produce enfermedades o hasta muertes prematuras.

No tomamos conciencia de los movimientos sociales, políticos y económicos que deciden nuestro destino, que cambian el curso de la historia. No captamos las fuerzas y los grupos de poder que están detrás moviendo todo a su antojo. Nuestro nivel de inconsciencia es sorprendentemente grande. No analizamos lo que sucede. No buscamos las herramientas sociológicas y políticas para captar lo que pasa. Andamos en la vida como gente hipnotizada, moviéndonos como marionetas manipulados por otros.

Tampoco tomamos conciencia de que lo que pasa en nuestro interior: mociones, inspiraciones, traumas, deseos, miedos, complejos, aspiraciones, bloqueos emocionales. No captamos nuestras profundas motivaciones para hacer las cosas. No vemos cómo va nuestra trayectoria espiritual: nuestra relación con Dios, intensidad de encuentro con el Señor, fidelidad a su voluntad, actos morales positivos y negativos. Muchas veces tampoco estamos conscientes de cómo va la relación con familiares, amigos, compañeros. Caminamos por la vida de manera muy inconsciente.

¿Cuántas veces nos preguntamos hacia dónde vamos, de dónde venimos? Si vamos por el camino correcto o el equivocado. Si estamos haciendo una contribución positiva a la marcha de la humanidad con nuestras vidas y acciones. Es muy grande nuestro nivel de inconsciencia. ¿Qué tal si cambiamos, si hacemos un alto en el camino y comenzamos a pensar, a meditar, a profundizar en tantas cosas importantes? ¿Qué tal si empezamos a ser más conscientes?

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

martes, 24 de septiembre de 2019

MEJOR ANDAR LIGERO DE EQUIPAJE.




En esta marcha ascendente hacia la cumbre de nuestras metas, como cualquier alpinista o montañista, mejor andar con el menos peso posible. Los corredores emprenden sus carreras con la ropa y zapatillas menos pesadas. La velocidad dependerá de los músculos, forma de correr, entrenamiento y poco peso. Hay cargas inútiles que pesan mucho en la vida: nuestras preocupaciones que se convierten obsesiones. Siempre tienen que ver con posibles pérdidas y alimentan miedos que al final paralizan. Los miedos son como fantasmas mentales que merodean el castillo de nuestra alma, apareciendo en cualquier momento y asustando. 

Hay que andar ligeros de equipaje, y por eso hay que romper los apegos a personas y cosas. Verlos como lo que son, seres queridos y significativos en nuestras vidas, pero que siguen su camino, son posesión de Dios y tienen un tiempo en la tierra, como todos, y que acabado su trayecto, volverán a la Casa del Padre. Las cosas son perecederas. Así como nacieron morirán, y están para ser usadas con responsabilidad pero sin apegarnos a ellas. No son imprescindibles aunque necesarias. La casa, la computadora, el dinero que usamos, inclusive un cargo u oficio, son parte de nuestro quehacer, pero no son la esencia de lo que somos.

Para andar ligeros de equipaje hay que soltar las amarras al concepto de la posesión: “eso es mío”. Quitado de la mente y el corazón la idea obsesiva de que las cosas son mías, de mi propiedad, y que son ellas parte de mi ser, y lo que es peor, sin ellas no puedo vivir, puedo escalar con más libertad y agilidad la montaña de mis sueños convertidos en metas. Las cosas que tengo me las han dado para administrarlas y de la mejor manera. Dios y la sociedad me dan cosas, cargos, responsabilidades que debo llevar bien, pero que así como llegan se van. El no apegarse a las cosas, en verdad a nada, me permite andar por la vida sereno, tranquilo, con menos sufrimientos. Y me permiten ir más ágil y alcanzar las metas que me propongo.

Por otro lado el acumular implica tener que cuidar, proteger y estar pendiente de cada cosa, ocupando parte de mi tiempo con el desgaste que implica en estar velando por bienes que a la larga no me darán felicidad ,paz, ni alegría. Lo mejor es tener lo necesario para vivir y compartir lo que no voy a usar y así ayudar a otros. Eso me da una gran satisfacción interior y me anima a caminar más rápido. La codicia y la avaricia hacen mucho daño. Pidamos al Señor nos dé el desapego necesario para vencer el peso muerto y subir la montaña.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.


sábado, 21 de septiembre de 2019

COMO TRATAR A JESÚS.



A Jesús no se le puede tratar ni como un mendigo, una máquina traga monedas, un amuleto, ni un banquero. Me explico: Cuando nos expresamos de Jesús como el pobre que está esperando le abramos el corazón porque se muere de frio afuera de la casa y pide aunque sea un poquito de cariño, de oración y que no lo rechacemos, olvidamos de que es el Rey del Universo, que sostiene todo lo que es, que está sentado a la derecha del Padre y que más bien somos nosotros los que deberíamos estar suplicando su misericordia. Cuando lo vemos como una máquina traga monedas y que dependiendo de lo que depositemos en ofrendas, novenas, oraciones así nos hará los favores, olvidamos de que él ya nos dio lo más grande, la salvación y la vida eterna, nos hizo hijos de Dios y nos regaló el Espíritu Santo y la Iglesia, y que no está para solucionarnos el próximo examen universitario o la curación de la rodilla. Más bien, y esto sí es importante, Él está con nosotros siempre, nos está salvando, nos está llevando al Padre; él quiere tener una historia de amor personal con cada uno. Nos está preparando nuestra entrada al cielo. 

Que Jesús tampoco es un amuleto, que porque llevemos su imagen colgada al cuello, invoquemos su nombre, o tengamos un cuadro colgado en la pared de nuestra habitación, ya estaremos protegidos de todo mal, tanto de ladrones, enemigos, fuegos, bancarrotas. Pues no, porque él no es nuestro guarda espalda. No disminuyamos la presencia real de Cristo a la de un cuidador de nuestra casa o de cualquier propiedad. El lleva el universo, toda la creación, y principalmente al ser humano, al encuentro definitivo con Dios Padre, movidos por el Espíritu Santo. Claro que podemos invocar su protección en todos los aspectos, pero el más importante, que nos libre de caer en la tentación del mal. Que no permita que como ovejas abandonemos el rebaño y nos vayamos con las tinieblas. El derramó la sangre por nosotros en la Cruz. Su obra de salvación está completa. Depende de nuestra libertad que la culmine en nosotros.

Tampoco el Señor es un banquero, que espera le demos tanto dinero, un promedio de lo que tenemos, para luego él devolverlo multiplicado a nosotros. Él no necesita de nuestros bienes. Él es el dueño de todo lo creado. Otra cosa es dar de lo nuestro para que la comunidad pueda distribuir en la atención a los pobres y a las necesidades de la Iglesia. Tampoco es un amigo más. Él es el más grande y maravilloso amigo, Jesús, el Rey de Reyes. Dio la vida por nosotros. Es Cristo, el Señor. Amén

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

viernes, 6 de septiembre de 2019

TODOS PERTENECEMOS A UN TODO MAYOR



Si nos fijamos bien, todos somos parte de una familia, de una comunidad, de una ciudad, de un país, de una región, de un continente, del planeta tierra, del universo. No estamos solos, no nacimos solos, no caminamos solos en el mundo. Es una ilusión falsa pensar que somos cada uno un ser único, sin relación con nada y con nadie. En este planeta respiramos el mismo aire, nos calienta el mismo sol, y tenemos todos por igual que experimentar el movimiento de rotación y traslación de la tierra girando
en torno al sol, y vivimos dentro del sistema solar, que a su vez pertenece a una galaxia y a su vez a un universo que sigue expandiéndose. 

Todos dependemos de todos y lo que ocurre en China tiene influencia en Europa y a su vez lo que pasa en Francia repercute en la India y lo que se vive en Estados Unidos tiene impacto en el medio oriente y así, cada país tiene a su manera, una influencia en otros. Todos los países y regiones tienen influyen de muchas maneras en los demás. La avaricia de los países del primer mundo, acaparando gran parte de la riqueza del planeta es causa en parte el atraso tan terrible de los países pobres. Igual pasa con la riqueza que hay en muchos países, que está en pocas manos, afectando el desarrollo de los pueblos. Todas las guerras, sobre todo las mundiales, han afectado la vida, economía y relaciones internacionales de muchos países.

Lo que sucede con la deforestación en el Amazonas impacta en el cambio climático del mundo. La contaminación atmosférica de las grandes ciudades con los gases que emiten las grandes fábricas y la combustión de los automóviles afecta al calentamiento global. La suciedad que hay en los océanos por el plástico repercute en la muerte de millones de peces y en el empobrecimiento alimenticio de los mares. Somos parte de un todo, ciudadanos del mundo. Nuestra casa común es el planeta tierra, y solo en la medida en que tomemos conciencia de esto, podremos salvar al mundo. No estamos solos. Aunque cada persona es alguien irrepetible y singular, con características propias, no es un ser aislado ni autosuficiente. Depende del todo.

Y por encima de todo esto, somos parte de un Todo Trascendente, Dios uno y Trino, que existimos porque Él nos creó y nos mantiene vivos, un Dios que sostiene el universo entero, y que nos hizo hijos suyos. Somos creaturas, no somos Dios, pero somos, existimos y nos movemos dentro de Él y si estamos en comunión con Dios, nos llevaremos bien con todo lo creado. Debemos estar en comunión con todo. No estamos solos.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

martes, 13 de agosto de 2019

TU PRESENCIA ESTÁ EN TODOS LADOS.



Tú presencia Señor está en todos lados y trasciende todo. Te encuentro en los ríos y en los bosques, en los mares y en los animales. Te encuentro en todo ser humano. Te encuentro en los que sufren en los hospitales, en las cárceles y en los manicomios. Te encuentro en los que drogados comen en los basureros y hablan solos en las calles. Te encuentro en los borrachos y en las prostitutas. Te encuentro en los mendigos y en los ricos, en los estudiados y profesionales, en los deportistas y en los campesinos. Te encuentro en los soles y en las galaxias. Te encuentro en todo el universo. Te encuentro en los que nacen y en la muerte, allá donde termina al final todo ser humano. Te encuentro en tu cuerpo que es la Iglesia toda ella. Te encuentro en los resucitados gracias a tu resurrección Señor. Te encuentro en el cielo con todos los bienaventurados. 

Señor tu presencia está en todo lado. Y estás recapitulando todo, asumiéndolo para entregarlo al Padre. Estamos como emergiendo, en actitud y movimiento ascendente gracias al Espíritu, y vamos con toda la creación hacia la casa del Padre, donde nosotros, tus hermanos pequeños Cristo, seremos entregados por ti a nuestro Padre y gozaremos eternamente de la mayor dicha, contemplar a Dios y vivirlo plenamente por toda la eternidad.

Señor también tu presencia está en aquellos que dicen ser nuestros enemigos y en los que han cometido atrocidades. Si, y cómo cuesta aceptar eso. Pero no podemos negar el Evangelio, tu palabra escrita donde nos mandas a amar a los que nos han hecho daño, y perdonar setenta veces siete a quien nos ofendió. ¿Señor, cómo verte en todos ellos? Sólo gracias a tu poder, a tu gracia divina podremos amar a nuestros enemigos y perdonar a los que nos odian. Es más, bendecirlos y desearles el bien.

Señor tu presencia es real, auténtica, perfecta. Pero nuestro pobre entendimiento, nuestra limitada conciencia espiritual y nuestros pecados, nos impiden captar más claramente tu presencia en nuestras vidas. Por eso nos olvidamos tan rápidamente de ti. Caemos en la oscuridad, andamos a tientas, perturbados y desorientados. Por eso tropezamos y caemos. Señor ten piedad de nosotros.

Por eso la humanidad anda como hundida y camino al abismo. Guerras, competencia desleal económica, choque de imperios para tener más poder y dinero, injusticia social provocando millones de hambrientos y excluidos. Avanza implacable la deforestación, la contaminación de los mares y los ríos, la polución atmosférica en las grandes ciudades, el calentamiento global. Señor, y mucha gente se olvida de ti. Ten misericordia de nosotros. Danos conciencia de ti y que dejemos el mal.
Amén.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

lunes, 22 de julio de 2019

UN SI Y UN NO.


El gran drama humano, el debatirse entre un sí y un no en la vida. Esa indecisión, o lo que es peor, esa traición a ideales y metas, a la palabra dada, al comprometerse a algo, y luego dar la espalda, olvidarse de todo, echar por tierra todo lo prometido, he aquí el gran drama humano. El Judas que llevamos dentro, ese lobo dormido que cuando despierta quiere destrozar todo lo bueno que encontramos, es monstruoso. Los traidores los vemos en la política, terreno propicio para el engaño y las palabras vanas, la demagogia y la mentira. Están también en el comercio, el mundo de los negocios, donde las trampas se dan en operaciones fraudulentas, aumento injusto del precio de las cosas, apetito voraz para obtener en competencia desleal bienes que a otros pertenecen. En los sindicatos, en las cooperativas, y también en la Iglesia, en cualquier lugar donde esté el ser humano, aparecen traidores a ideales y metas, a compromisos adquiridos. La palabra dada se echa por tierra, se olvida.

Por eso todos tenemos dentro de nuestra alma la historia personal del Domingo de Ramos y el Viernes Santo. Por un lado hemos recibido al Señor en nuestra ciudad interior donde hemos tendido en el suelo nuestros mantos de adoración y agitado nuestras palmas de alabanza y hemos prometido al Dios bueno consagración de todo nuestro ser. Pero aparece de repente el diablo tentador, el seductor mentiroso, el que susurra al oído paraísos de fantasía, y nos olvidamos de nuestro encuentro
y compromiso con el Jesús Redentor, y caemos en el Viernes Santo, clavando en un madero y matando al Salvador. Con qué facilidad nuestro sí se convierte en no.

La historia está llena de traidores de toda calaña, obstaculizando el camino del bien y la verdad. La historia tiene escrita páginas teñidas en sangre derramada en la política, la ciencia y la economía, la religión y movimientos del pueblo, la milicia y la docencia, la medicina y la jurisprudencia, provocando un sin número de víctimas de certeros criminales que han degollado avances en todos los campos, todo por amar al dinero, la fama y el poder como dioses falsos y tentadores.

Qué débiles somos, igual que los que en Jerusalén recibieron a Jesús cantando el “hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor”, en ese domingo memorable, y al poco tiempo gritaban, “Crucifícale, crucifícale, que muera el impostor”. Así como ellos se dejaron manipular por el poder reinante, creyendo todas las mentiras dichas contra el Señor, así nosotros nos dejamos seducir por los dioses del mundo, clavando en el madero a Jesús nuestro Señor. ¡Qué tristeza!

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

domingo, 14 de julio de 2019

RECONCILIARSE ES VOLVER A VIVIR.



Una de las cosas que más hacen sufrir al ser humano es arrastrar por la vida resentimientos y rencores. Es una pesada carga que resta energía para vivir, amar, servir, luchar, entregarse a causas nobles. El resentimiento trae a la memoria una y otra vez los sucesos que hirieron a la persona, y al revivirlos, hace que la herida se abra nuevamente. El ser humano tiene una capacidad enorme para registrar acontecimientos y guardarlos en la memoria. Y entran más esos recuerdos cuando han estado cargados de gran intensidad emocional. Es como poner el hierro en la piel del ternero con la marca del dueño de la finca. Se calienta al fuego vivo el metal y luego se graba en el animal. Sin el fuego no habría marca. Pues el fuego es la intensidad de la emoción que hace que el suceso quede grabado hondo en la persona.

¿Qué es lo que hace el perdón? Primero baja la intensidad de la emoción que está allí acompañando el suceso. Eso se logra intentando comprender la acción del victimario, analizando su situación mental, emocional, espiritual y su contexto. Todo victimario es persona afectada mental y emocionalmente, con un problema de tipo espiritual. Nadie estando bien
hace el daño a otro. El victimario es víctima de sí mismo. Ese acto de comprensión activa un sentimiento de lástima por la otra persona, dolor por su situación. A esa acción mental de comprensión viene acompañado un acto de amor propio necesario para sobrevivir un caos emocional: porque me quiero, porque me amo, no dejaré que el resentimiento cual veneno mortal del alma y promotor de la infelicidad me arruine emocionalmente. Pongo el suceso negativo ubicado en tiempo y espacio y me digo: “esto pasará, esto pasará”. Lo estaciono en un lugar y luego lo borro de mi mente. Lógicamente un tiene derecho a nivel legal aplicar las medidas necesarias para solucionar un daño o aplicar la ley para evitar que vuelva a ocurrir. O sea, hay derecho a protegerse.

En tercer lugar uno aprovecha el acto negativo para sacar una lección para la vida. En cuarto lugar, uno aplica el sufrimiento causado para purificarse de aquello malo que está en uno. Uno ofrece al Señor el dolor experimentado para sanar también el alma. Ahora bien, ciertamente no se puede perdonar de verdad sino hay una asistencia del Espíritu Santo, con la misericordia divina actuando en uno, recibiendo la fuerza para eliminar del alma ese mal sentimiento y para bendecir al agresor. El que perdona debe ser capaz de bendecir, desear el bien y hasta amar al victimario. Sin el poder de Dios no se puede lograr eso. Recuerde usted que sólo con Dios es invencible.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

viernes, 5 de julio de 2019

LA INDIFERENCIA, CAUSA DE TANTAS DESGRACIAS.



Cuando entra la indiferencia en el corazón de un ser humano y se aísla convirtiendo su vida en un feudo muy personal y cerrado, viene su desgracia. No nacimos para ser islas, y la indiferencia causa más daño que el odio. En la indiferencia el otro no vale, no importa, no existe. Llámese esposa, hijo, papá, hermano, pobre, mendigo, miserable. Simplemente no es. De ahí viene el famoso pecado de omisión, que consiste en no amar, no servir, no ayudar, no apoyar, porque el otro no existe, no vale. No estoy insultando, ni golpeando, ni hiriendo. Simplemente, el otro no vale la pena. Y eso causa mucho mal en el mundo. 

Algunas veces los países del primer mundo miran a los del tercero como masas de hambrientos, retrasados y mendigos y nada más. Vienen entonces las ayudas que son como limosnas, llámense préstamos o regalos económicos o tecnológicos para aliviar en algo la extrema pobreza. Pero se mantiene la situación imperante, porque no hay planes de desarrollo adecuados que levanten a esos países. Lógicamente si hay honrosas excepciones de países e instituciones del primer mundo que lo están haciendo, pero no logran cambiar las situaciones por muchas razones.

Para que el otro “exista”, sea esposo, hijo, hermano, amigo, pobres, miserables, hay que elevarlos al plano de personas. Darles valor. Tomar conciencia que son seres humanos, con una singularidad propia, con sus valores y riquezas personales y culturales. Para eso hay que hacer una transformación, una conversión profunda de la mente y el corazón, y así cambiar la mirada hacia el otro. En la medida en que lo descubra como un ser humano que es persona, con un puesto en la sociedad, con sus derechos y obligaciones, y lo más importante, que fue creado a imagen y semejanza de Dios, todo cambia. Y claro, ponerme en los zapatos del otro, comprenderlo, entenderlo y darle el derecho a ser diferente de mí.

Cuidado con la indiferencia, hacerse sordo a las necesidades de los demás. No oír el clamor de los sufridos, marginados, humillados. Todo eso contribuye a que se tenga un corazón de piedra, insensible a las necesidades de los otros. Y el que tiene un corazón de piedra se va empobreciendo humanamente. Se va quedando raquítico a nivel espiritual. Va perdiendo profundidad en su alma. Se hace duro, superficial y buscará cualquier excusa para no dar. Y los racismos, clasismos, elitismos son maneras inventadas de dividir a las personas haciendo ver que unos son superiores y los otros inferiores. Rompamos toda indiferencia. Pidámosle al Señor nos dé un corazón de carne para amar tal
y como Dios quiere, sabiendo que con El somos invencibles.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

lunes, 24 de junio de 2019

EL CULTO A PERSONAS O GRUPOS.

Claro que nos gusta seguir al vencedor y en algún aspecto, sin saberlo, darle un culto solapado. Sea nuestro equipo de fútbol, de beisbol, el gran tenista o boxeador, por supuesto el partido político al que pertenecemos. Un líder político puede ser fácilmente endiosado y su nombre elevado a un sitial casi celestial. Y claro, si triunfa nuestro equipo de futbol, nos sentimos más importantes porque vencimos a otro. Hay un sentido corporativo en las apreciaciones personales, y por eso decimos que “ganamos el partido de beisbol”. Pero en definitiva lo que importa es tener poder, aunque sea puramente simbólico, porque los que ganaron fueron los jugadores y los que recibieron el premio y los sueldos fueron ellos. El gran éxito de estos deportes y el negocio millonario consiste en hacernos pensar que ellos los jugadores somos nosotros, que estamos jugando “sentados en el sofá” con ellos. Y al ganar ellos, o perder,somos nosotros los que ganamos o perdimos.

Claro que no está mal seguir un equipo de fútbol, o ser miembro de un partido político. Pero todo debe tener la justa proporción. Lo que no es bueno es caer en el fanatismo endiosando a cualquier grupo humano o persona que destaque. Veamos lo que pasó con Hitler. Toda la propaganda nazi lo hacía ser un personaje con atributos casi sobrenaturales. Llevo a todo un pueblo a un suicidio colectivo. Alemania se peleó con toda Europa, menos con Italia, su aliado, y España, que se mantuvo al margen. Y para rematar se metió con Estados Unidos. Y fue derrotada y aniquilada y su país dividido y ocupado por los aliados. Un pueblo tan culto cayó en el gravísimo error de endiosar a una persona y terminar siendo fanáticos de ese hombre y de sí mismos, cayendo en el racismo más atroz. Y les llegó la más grande desgracia.

¿Cómo ver todo desde la más justa perspectiva? ¿Cómo comprender que nada en la tierra es perfecto ni absoluto? Que toda persona humana es finita, vulnerable, con defectos, que tiene cosas buenas y otras malas. Que no hay corporación que reúna todos los atributos que la hagan perfecta. Que donde esté lo humano está flaqueza, el fallo, inclusive lo malo. Que toda idolatría es aniquiladora en sí misma. Que sólo Dios es perfecto, tiene todo el poder, es bondadoso, santo, sabio, misericordioso de manera infinita. Que no se puede uno pelear, y menos matar por defender los colores de un equipo de fútbol, de un deportista, cantante o líder político. Que Jesucristo es el único invencible, eterno, glorificado y santo. Que por él sidebemos ofrecer todo lo que somos. Porque sólo él salva.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

jueves, 20 de junio de 2019

PORQUÉ HAY QUE TENER AMIGOS.


Usted como ser humano necesita que lo escuchen, lo entiendan, lo apoyen, lo corrijan, lo defiendan, y que esté alguien a su lado en los momentos más difíciles. Usted necesita un confidente, alguien que lo escuche con atención y que guarde las cosas íntimas que usted cuenta. Usted necesita escuchar consejos desinteresados, necesarios para su bien. Usted necesita muchas veces hablar con alguien. Simplemente desahogarse. 

Usted necesita un amigo de verdad. Yo entiendo que su cónyuge puede llenar muchos aspectos de lo que digo, y tener un director o guía espiritual es importante para su vida. Y claro, un confesor. Pero el amigo o amiga, es la persona que vive aparte de su círculo íntimo familiar, sin estar influido por todo el vaivén normal de lo cotidiano doméstico, que no tiene que ver con el fluir complejo de las relaciones familiares, donde se juntan sentimientos, emociones, preocupaciones, conflictos, tareas en común, y donde ya hay posturas determinadas en muchos puntos. No es el papá, o mamá, hermano o hermana, o cónyuge. Claro que cada una de esas relaciones es hermosa, valiosa, llena de significado, pero no es igual que la de ser amigo. No digo que mejor o peor.
Simplemente diferente.


El amigo viene de otro ambiente, con su propio fluir en la vida, sus preocupaciones y metas, pero que aparece en tu vida sin otro interés que estar contigo, compartir, conversar, identificarse con tu persona respetando tu libertad, dejando que tú seas tú, y que te va a entender en un plano diferente, sin que sea afectado en su situación personal por tus cosas, como si lo estaría, y con razón, tu cónyuge. Este es carne de tu carne y vive lo tuyo como lo suyo. Todo lo tuyo le afecta muchísimo, porque es tu esposa o tu esposo. Ser una sola carne es ir en el mismo barco y sufrir igual en las tormentas como vivir momentos de paz y felicidad. Ese es un vínculo sagrado y que busca la procreación, formar familia completa.


El amigo o amiga, es la persona que respeta tu foro interno, sabe que hay una frontera que no debe pasar, no busca poseerte en ningún aspecto, no tiene interés económico ni quiere aprovecharse de tu amistad para sus propios intereses. Es alguien que camina a tu lado, pero respeta tu ritmo y tus metas. Simplemente está para acompañarte en el proceso de hacerte mejor persona. 

No buscará hacerte daño, destruirte. Está para que crezcas internamente. Para apoyarte moralmente, para animarte, fortalecerte, para brindar lo necesario para que sigas caminando. Es fiel y auténtico. Te dice la verdad. Es un gran tesoro tener amigos. El mejor de todos, el más grande, Jesucristo.

por Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

miércoles, 22 de mayo de 2019

LA CODICIA.


Una de las causas más profundas de nuestra situación de degradación, corrupción, hambre y guerras, es la de la codicia: esa sed insaciable de tener, poseer, acaparar, dominar, extender dominios, llenarse de cosas, una especie de estómago mental sin fondo. Queremos más bienes materiales, títulos, fama, honores, para satisfacer un ego insaciable. De ahí la raíz de tantos conflictos, encontronazos, rupturas
empresariales, políticas, religiosas, guerras que generan la destrucción del ser humano. Y cuando no tenemos lo que tanto ansiamos viene la envidia, el deseo de tener lo del otro, y cuando eso no es posible, inmediatamente viene una tendencia a destruir a la otra persona, acabando con su fama, su buen nombre, inclusive arrebatándole sus bienes de cualquier manera.

La codicia genera la unión con otros con iguales fines y la creación de redes de insaciables acaparadores que buscan la manera de tener más y repartirse el botín, como cuando en las guerras antiguas se vencía y se le quitaba al derrotado sus bienes y se los llevaban al país vencedor. De ahí también la esclavitud en una de sus modalidades, la de tener personas prisioneras del país vencido, a los que convertían en siervos. Esa unión, cuando el único fin es enriquecerse crea entidades de comercialización productora, bancaria, de bienes raíces, y otros gremios como inversionistas, inclusive cooperativas, cuyo único fin es aumentar el capital y repartirlo.

Estas entidades buscan sus aliados en abogados, políticos, gobiernos, ejércitos, y otras fuerzas para protegerse. De ahí se crean estructuras socio políticas y económicas que contribuyen a promocionar una gran injusticia. ¿Cómo luchar contra eso? Purificando el alma a nivel personal y comunitario, y para eso evangelizar a tiempo y a destiempo, promoviendo un tipo de vida solidario, austero, fraterno, compasivo, que tenga en miras el bien común, el respeto a la dignidad humana y la inclusión con programas políticos y económicos de los más pobres de la sociedad. Y claro, queremos empresas bancarias, inversionistas, productores, comerciantes que trabajen para el bien común, y aunque tengan fines de lucro, y tienen todo el derecho como empresa privada, sean regulados pensando en las mayorías. 

Que sean personas conscientes de que hay que compartir, y para eso que sean justos y compasivos. Que se genere un capitalismo más humano, donde el sistema de la oferta y la demanda, el libre comercio, sea supervisado y encausado al desarrollo integral de la sociedad. Necesitamos inversionistas nobles y empleados, mano de obra, mientras más calificada mejor, que unidos ayuden a erradicar la pobreza extrema y escandalosa que nos domina y abochorna. Que se promueva el empleo, aún del menos instruido, para que las personas puedan con dignidad ganarse el pan de cada día.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

miércoles, 15 de mayo de 2019

UN SI Y UN NO.


El gran drama humano, el debatirse entre un sí y un no en la vida. Esa indecisión, o lo que es peor, esa traición a ideales y metas, a la palabra dada, al comprometerse a algo, y luego dar la espalda, olvidarse de todo, echar por tierra todo lo prometido, he aquí el gran drama humano. El Judas que llevamos dentro, ese lobo dormido que cuando despierta quiere destrozar todo lo bueno que encontramos, es monstruoso. Los traidores los vemos en la política, terreno propicio para el engaño y las palabras vanas, la demagogia y la mentira. Están también en el comercio, el mundo de los negocios, donde las trampas se dan en operaciones fraudulentas, aumento injusto del precio de las cosas, apetito voraz para obtener en competencia desleal bienes que a otros pertenecen. En los sindicatos, en las cooperativas, y también en la Iglesia, en cualquier lugar donde esté el ser humano, aparecen traidores a ideales y metas, a compromisos adquiridos. La palabra dada se echa por tierra, se olvida.

Por eso todos tenemos dentro de nuestra alma la historia personal del Domingo de Ramos y el Viernes Santo. Por un lado hemos recibido al Señor en nuestra ciudad interior donde hemos tendido en el suelo nuestros mantos de adoración y agitado nuestras palmas de alabanza y hemos prometido al Dios bueno consagración de todo nuestro ser. Pero aparece de repente el diablo tentador, el seductor mentiroso, el que susurra al oído paraísos de fantasía, y nos olvidamos de nuestro encuentro y compromiso con el Jesús Redentor, y caemos en el Viernes Santo, clavando en un madero y matando al Salvador. Con qué facilidad nuestro sí se convierte en no.

La historia está llena de traidores de toda calaña, obstaculizando el camino del bien y la verdad. La historia tiene escrita páginas teñidas en sangre derramada en la política, la ciencia y la economía, la religión y movimientos del pueblo, la milicia y la docencia, la medicina y la jurisprudencia, provocando un sin número de víctimas de certeros criminales que han degollado avances en todos los campos, todo por amar al dinero, la fama y el poder como dioses falsos y tentadores.

Qué débiles somos, igual que los que en Jerusalén recibieron a Jesús cantando el “hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor”, en ese domingo memorable, y al poco tiempo gritaban, “Crucifícale, crucifícale, que muera el impostor”. Así como ellos se dejaron manipular por el poder reinante, creyendo todas las mentiras dichas contra el Señor, así nosotros nos dejamos seducir por los dioses del mundo, clavando en el madero a Jesús nuestro Señor. ¡Qué tristeza!

por Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

lunes, 22 de abril de 2019

TRASCIENDE, ELÉVATE.


No nacimos para vivir estancados en los niveles normales de la materia, el tiempo y el espacio. Somos espíritus encarnados, almas en un cuerpo, donde ambas realidades se unen y se hacen una, en la persona que somos cada uno. El gran error nuestro es acostumbrarnos a movernos en la atmósfera y ambiente de lo palpable y tangible, y quedarnos allí. Como haría cualquier animal. Y eso es lo que ocasiona vivir más desde los instintos, pasiones, lo inmediato, lo simplemente gratificable. Por eso tantas contiendas, guerras, tanta violencia. Igual que actuaría un lobo peleándose un pedazo de carne, o defendiéndose si es agredido, o echando a otros lobos de su territorio, así actúa el ser humano sino se trasciende.

¿Y qué es trascender? Mirar hacia dentro y profundizar en un espacio interior sin límites, y sentir la presencia de alguien que está ahí, y que es infinito. Mirar hacia arriba y ver un cielo de miles de galaxias, constelaciones, agujeros negros y billones de estrellas. Y preguntarte: ¿quién hizo todo eso? Y mirar a los lados y ver a otros seres humanos que piensan, aman, sufren, esperan, creen. Y además contemplar una naturaleza variada de montañas, árboles, plantas, flores, ríos, mares, y preguntar: ¿quién está detrás de todo esto, sosteniéndolo, guiándolo? 

Trascender es encontrarle un porqué a toda la creación, viendo con los ojos del alma la presencia de Alguien que da sentido a todo, que lo creó y lo está conduciendo a una mayor plenitud. Trascender es estar haciéndote preguntas y desde el fondo de tu alma irte respondiendo. Lógicamente tus respuestas estarán iluminadas por el Espíritu, que de una manera u otra te va guiando.

Trascender es congregarte en una comunidad cristiana donde te inicien y te consoliden en los misterios de la fe, desde la enseñanza de los maestros, la reflexión bíblica y el magisterio de la Iglesia, la vivencia de los sacramentos y la vida comunitaria. 

Trascender es ver todo con los ojos de Dios, dando un sentido al sufrimiento, los golpes de la vida, la alegría, el amor, el triunfo, el fracaso, las pérdidas y los éxitos. Trascender es no quedarte en el lodo del camino, atascado, sin poder moverte, hundiéndote en la arena movediza de lo inmediato y material.

Trascender es luchar buscando un objetivo que sea más grande que lo concreto y palpable de la tierra. Es ampliar la mirada y elevarte y ver un horizonte infinito, donde está el fin de nuestra vida, donde estaremos para siempre gozando del misterio santo de lo divino.

Trascender es reconocer que no somos totalmente de aquí, sino que esto es un paso, una peregrinación hacia el lugar donde todo será transformado, glorificado, resucitado.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

jueves, 11 de abril de 2019

¿POR QUÉ TANTO AMOR SEÑOR?


Cómo es posible con lo mal que te hemos tratado Señor que seas tan bueno con nosotros. Desde el principio de la humanidad con Adán y Eva, Caín y Abel y con tantos crímenes e idolatrías, con tantas ofensas que te hemos hecho, y nos sigues amando, perdonando, tratando con misericordia. Tu paciencia es infinita. Sigues creyendo en nosotros con todo el daño que hemos hecho. Como humanidad en la historia hemos cometido tantos crímenes: guerras que han diezmado pueblos enteros, tanto entre naciones como internas. 

Holocaustos son muchos, acabando con etnias o creyentes de religiones diversas, y hasta en tu nombre hemos eliminado a tanta gente que no pensaba o creía como nosotros. Y luego la injusticia social tan espantosa, convirtiendo la tierra en feudos de países y grupos de élite, siendo éstos pocos y enriquecidos al máximo, dejando a mayorías en la total indigencia. Estamos arruinando el planeta tan hermoso que nos regalaste para que viviéramos. Lo estamos convirtiendo en un desierto. Los polos empiezan a derretirse y las aguas crecerán en los mares y vendrán más maremotos e inundaciones. Todo para aumentar las riquezas de naciones y grupos, que sin importarles nada el futuro del planeta, acaban con los bosques, producen en las fábricas tanto veneno que contaminan el aire que respiramos e infectan los ríos y mares.

Señor ten misericordia. No te canses de perdonarnos. Somos los asesinos de nosotros mismos, porque caminamos hacia un abismo de aniquilación colectiva, movidos por la inmoralidad, codicia, avaricia, odios y rencores, haciéndonos creer que lo malo es bueno, que lo antinatural es natural, que matar niños antes de nacer es derecho de la mujer y que tenemos el derecho de acabar con los viejos.

Señor perdónanos porque le hemos quitado desde siempre a la mujer las oportunidades de realizarse en plenitud convirtiéndola en esclava del hombre. Señor te pedimos que tengas paciencia de nosotros como humanidad, que te hemos cambiado por los ídolos del dinero, del poder y del tener.

Señor, te damos gracias porque tu respuesta la vemos en la cruz: te dejaste colgar del madero para inmolarte, pagando el precio del rescate por nuestra liberación del pecado y así salvarnos. En la cruz nos hablaste y nos hiciste ver que tu amor es infinitamente mayor que nuestros pecados. Que no habrá maldad en el mundo que te haga cambiar tu decisión de darnos nueva vida, de abrirnos las puertas del cielo. Que nos sigues amando aún y a pesar de todo. Que siempre nos das la oportunidad, mientras estemos vivos, de cambiar, de arrepentirnos, de buscarte a ti. Gracias Señor por tu sacrificio en la cruz. Amén.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

sábado, 23 de marzo de 2019

¿POR QUÉ TE AGITAS TANTO? ASÍ NO LO LOGRARÁS.


Una de las cosas que más nos afectan es la agitación, las prisas, los nervios, el perder los estribos, el no saber cómo controlar las emociones. Este es el origen de tantas malas decisiones, basadas en impulsos y no en la recta razón. Para caminar por el recto sendero hay que mantener la serenidad y así hacer el buen discernimiento, escoger el camino y seguirlo. El discernimiento recto implica paz mental, ser dueño de las emociones, pensar con lucidez y buscar la iluminación. Para nosotros los creyentes, esa luz viene de lo alto, acompañada de signos. Una señal clara de una buena decisión es que al pensarla y visualizar lo que se quiere hacer, la sensación de paz, de cierto gozo interior, una especie de consolación espiritual aparece. Esa tranquilidad mental es signo de que has escogido bien. Pero si al pensar algo, aunque sientas cierto goce al pensar, visualizarlo y desearlo, si al final te deja desasosiego, turbación, sensación de vacío, es que no es buena. Por ejemplo, tengo un problema económico y pienso, visualizo y deseo robar el dinero de la caja fuerte de la empresa y así soluciono mi situación de falta de dinero. Si, sientes un cierto gozo y hasta paz: se solucionarán mis problemas. Ya pagaré mis deudas. Pero después de hacer ese proceso mental sientes perturbación interior, intranquilidad, una sensación de disgusto: esa desolación te indica que no has discernido bien. No sigas ese camino. Lleva a la perdición.

La agitación, el desequilibrio, el pensar como un mar agitado que lanza sus olas a la playa ferozmente, olvidando el ritmo sereno del oleaje en calma, provoca tantas malas decisiones, algunas con consecuencias fatales. Cuántos crímenes pasionales, riñas con lesiones, insultos que rompen relaciones, conflictos que afectan comunidades, todo como consecuencia de haber tomado malas decisiones. Una mente alocada, turbada, es sumamente peligrosa. Un mal discernimiento puede decidir el futuro de una vida.

Por eso es importante adiestrarse para lograr buenos discernimientos. La serenidad como estado mental que provoca equilibrio emocional y físico, es condición indispensable para pensar bien. Hay que huir de los desequilibrios internos, sobre todo cuando ofuscan la mente, impiden pensar, y rechazan toda iluminación que viene de lo alto. Repito, esto ha provocado tanta violencia, rupturas matrimoniales y enemistades.

¿Y qué hacer? Buscar la paz que sólo Dios puede dar, y para eso la oración y la lectura de la Palabra. Retirarse, dejando atrás tanto ruido exterior y aún interior, buscando el silencio. Serenando la mente podrás ejercer el discernimiento profundo, donde entra la inteligencia, el análisis objetivo sopesando cada alternativa viable y el don de la sabiduría. Y recuerda, con Dios eres invencible.

por Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

miércoles, 20 de febrero de 2019

CADA DÍA ES AÑO NUEVO


Sí, cada día es nuevo, único, irrepetible, grandioso y clave en nuestro desarrollo personal, aunque algunos estén envueltos en la penumbra de lo cotidiano y rutinario. Esos que aparecen como aburridos y sin “luces” pueden engañarnos. Detrás de esa neblina que esconde la espesura y el verde del bosque, hay toda una belleza radiante de la naturaleza. La prueba es que cuando el sol comienza a vencer la niebla y aparecen los diversos matices del color verde y la frondosidad de los árboles, quedamos maravillados de la hermosura de la vegetación brillando en su esplendor. Deberíamos celebrar cada día con la misma esperanza con que nos enfrentamos al nuevo año. Detrás del grisáceo tono de la monotonía puede aparecer una luz que nos irradie el alma y toque lo profundo del ser. Puede ser en la meditación y oración, o en el encuentro con alguien, o a raíz de algún acontecimiento concreto. Porque cada día tiene su riqueza, su sabor especial, su razón de ser. Y cada día va tejiendo una vida entera, dándole su valor y hondura y es terreno fértil para crecer, aún en lo tedioso que puedan suponer ciertos momentos del mismo.

Está bien que celebremos y tengamos puestas nuestras esperanzas en el año que comienza cuando la tierra completa su vuelta al sol. En verdad que el “astro rey” tiene en sus manos parte del porqué estamos vivos: sus rayos hacen el planeta habitable, si no moriríamos congelados, además de otras funciones naturales. Pero también cada día es como un año nuevo, porque cumples un ciclo de 24 horas, el que da la tierra alrededor de sí misma, donde duermes y te despiertas, trabajas y descansas, terminas una labor y la vuelves a empezar. Y “cada día tiene su afán”, dice Jesús, porque reúne en si lo necesario para vivir en plenitud lo que te hace persona: tu relación con Dios, con los demás, con la naturaleza y contigo mismo.

Por lo tanto, al levantarte por la mañana da gracias a Dios de que estás vivo y con otra oportunidad para elevar tu conciencia, amar, servir, perdonar, ser perdonado, compartir tu vida con otros, ayudar a que este mundo mejore. Aprovecha ese día que comienza y ponte un plan de realización de prioridades y a cumplirlas en lo posible. Recuerda además que es un día más de vida y uno menos, por lo que debes vivirlo en plenitud. Son horas y minutos que van pasando y no vuelven más, por los que hay que sacar provecho de ese tiempo que Dios te regala. Y no te olvides de que con Dios eres invencible.

por Monseñor Romulo Emiliani C.M.F.

UNOS CUANTOS CONSEJOS.


No llores por la leche derramada, si lo que se perdió no se puede
recuperar, porque hay que olvidar lo que ya no tiene remedio y seguir
adelante, porque la vida es bella mientras esté Dios. No estés mirando
siempre para atrás, lamentándote por lo que ya desapareció, echando la
culpa siempre a terceros de aquello que ya no está, porque te amargas el
resto de tu vida y se te escapan las mil nuevas oportunidades para
realizarte de una manera mejor. No es cuestión de tener mucho, o de
acumular fortunas, sino con lo que tienes buscar ser tú una persona más
plena y capaz.

Hay toda una vida por delante, con muchas cosas que realizar, y ya sabes,
se cierra una puerta y otra se abre mejor. Al mal tiempo buena cara y si
llueve, aprende a danzar con la lluvia, y a usar un mejor paraguas porque
la tormenta por tu cuenta no la podrás parar. Aprende a aceptar lo que
no puedas controlar como inevitable y a manejar lo que puedas influir con
tu persona y herramientas particulares. Estas son tu inteligencia,
voluntad, sentimientos, emociones, cultura, educación, fe y tu capacidad
para buscar esa armonía interior necesaria.

Vive tu presente, porque ahí encontrarás la serenidad necesaria, la paz
mental para ver mejor las cosas. Mira el futuro con optimismo y por
supuesto con gran fe. Estás en manos de Dios. No permitas que los
fantasmas mentales te invadan el cerebro y creen películas de terror y te
paralicen con miedos. Ya sabes ese dicho antiguo pagano: “cuando los
dioses quieren destruirte, te enloquecen”. Los miedos provocan zozobras
mentales y emocionales.

Trata de ver siempre en cualquier cosa lo positivo. De todo mal se puede
sacar algo bueno y Dios todo lo hace y permite para bien de aquellos a los
que él ama. Busca los buenos consejos y para eso intenta rodearte de
personas sabias, prudentes, y positivas. Si no tienes más remedio de
convivir con alguien negativo, intenta que no influya negativamente en ti,
sino más bien sé tú el que lo ayudes a ver la vida de manera positiva. No
te canses de hacer el bien y sin mirar a quien. Conserva la humildad para
seguir aprendiendo de todos y de todo. Echa fuera toda soberbia y
orgullo.

Recuerda que sólo se vive una sola vez y luego la eternidad. Por eso
valora todos los días de tu vida, aprovechando todo momento para hacer
el bien. No pierdas tontamente el tiempo porque es oro y cuando se fue
no vuelve más. Y no te olvides que con Dios eres invencible.

por Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...