No llores por la leche derramada, si lo que se perdió no se puede
recuperar, porque hay que olvidar lo que ya no tiene remedio y seguir
adelante, porque la vida es bella mientras esté Dios. No estés mirando
siempre para atrás, lamentándote por lo que ya desapareció, echando la
culpa siempre a terceros de aquello que ya no está, porque te amargas el
resto de tu vida y se te escapan las mil nuevas oportunidades para
realizarte de una manera mejor. No es cuestión de tener mucho, o de
acumular fortunas, sino con lo que tienes buscar ser tú una persona más
plena y capaz.
Hay toda una vida por delante, con muchas cosas que realizar, y ya sabes,
se cierra una puerta y otra se abre mejor. Al mal tiempo buena cara y si
llueve, aprende a danzar con la lluvia, y a usar un mejor paraguas porque
la tormenta por tu cuenta no la podrás parar. Aprende a aceptar lo que
no puedas controlar como inevitable y a manejar lo que puedas influir con
tu persona y herramientas particulares. Estas son tu inteligencia,
voluntad, sentimientos, emociones, cultura, educación, fe y tu capacidad
para buscar esa armonía interior necesaria.
Vive tu presente, porque ahí encontrarás la serenidad necesaria, la paz
mental para ver mejor las cosas. Mira el futuro con optimismo y por
supuesto con gran fe. Estás en manos de Dios. No permitas que los
fantasmas mentales te invadan el cerebro y creen películas de terror y te
paralicen con miedos. Ya sabes ese dicho antiguo pagano: “cuando los
dioses quieren destruirte, te enloquecen”. Los miedos provocan zozobras
mentales y emocionales.
Trata de ver siempre en cualquier cosa lo positivo. De todo mal se puede
sacar algo bueno y Dios todo lo hace y permite para bien de aquellos a los
que él ama. Busca los buenos consejos y para eso intenta rodearte de
personas sabias, prudentes, y positivas. Si no tienes más remedio de
convivir con alguien negativo, intenta que no influya negativamente en ti,
sino más bien sé tú el que lo ayudes a ver la vida de manera positiva. No
te canses de hacer el bien y sin mirar a quien. Conserva la humildad para
seguir aprendiendo de todos y de todo. Echa fuera toda soberbia y
orgullo.
Recuerda que sólo se vive una sola vez y luego la eternidad. Por eso
valora todos los días de tu vida, aprovechando todo momento para hacer
el bien. No pierdas tontamente el tiempo porque es oro y cuando se fue
no vuelve más. Y no te olvides que con Dios eres invencible.
por Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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