sábado, 24 de marzo de 2018

EL GRAN MAL


El gran mal nuestro es pensar obsesivamente en nuestro “yo” y encerrarnos en él, queriendo hacer que el universo entero gire alrededor nuestro.  Esta fijación en nuestro pequeño mundo con sus intereses pequeños, limitados y de poca trascendencia para el bien de la humanidad, causa tanto pecado de omisión porque impide levantar la vista y contemplar el dolor del mundo. No nos damos cuenta de que solamente en la medida en que seamos para los demás, haciendo crecer nuestro ser interior y desarrollándonos integralmente para servir, solamente así seremos felices.
El estar estacionados solo en nuestro ser contemplando aterrorizados, por ejemplo, las espinillas que brotaron en la cara, la celulitis o la inevitable calvicie, dándoles a esos triviales acontecimientos la dimensión emocional que provocan las inundaciones, terremotos o epidemias que azoten todo un país, es señal del cultivo inmaduro y alienante de un gran enfermizo egoísmo personal. Esto implica una visión infantil de la vida que raya con la demencia. Se vive un mundo irreal, o por lo menos, extremadamente incompleto.  “Mi yo” es el único y lo único que me importa.  Por eso estoy absurdamente ligado al “qué dirán”, a la moda, a cumplir todos mis caprichos a los que llamo metas y no lo son. Entonces  nada más me interesa mi dinero, mis cosas y lo que se relacione con eso. Lo demás no importa.
El estar pensando solamente en “lo mío” me hace ser un furibundo y hasta sanguinario defensor de mis bienes, ocasionando la siguiente distorsión de la realidad: creo que yo soy mi dinero, mis joyas, mi belleza, mis cosas, y el que me toque algo de eso para quitármelo se encontrará con la violencia en cualquiera de sus manifestaciones porque está agrediendo mi “yo”.    Y eso es falso: yo no soy mis cosas y trasciendo como misterio creado por Dios todo lo que existe.  Soy un espíritu encarnado, un ser que busca   vivir en Dios, en el amor y por toda la  eternidad en comunión con los que serán salvados.  Por otro lado, la muerte es la gran maestra: nada en verdad es de nadie, porque nadie se lleva nada. Solo administramos bienes en la tierra.
 El ser humano  no puede estar desligado de los demás, y cuando lo hace, cuando se desentiende del próximo, esto le ocasiona  enfermedades emocionales.  El pecado de egoísmo violenta sustancialmente nuestra tendencia a la comunicación y comunión con los demás y nos empobrece vitalmente, ya que al encerrarnos impide que la riqueza de nuestros próximos nos alimente espiritual y emocionalmente.  Ensimismarse, obsesionarse con el pequeño mundo nuestro, afecta la visión profunda de la realidad que debemos tener.  Aparecen los demás como seres extraños, amenazantes, perturbadores y que deben ser alejados a como dé lugar cuando amenazan quitarme lo que es mío. O al contrario, aparecen algunos para mí muy importantes: me adulan, me gratifican económicamente o en otros aspectos,  o me aseguran seguir poseyendo todo lo que pueda y más, me sirven y por eso los tengo a mi lado.  Cuando no sirvan, se echan a un lado.
El egoísmo nos empobrece y afecta el desarrollo y marcha ascendente de la humanidad, porque mis bienes bien administrados, puestos al servicio del próximo podrían haber hecho mucho bien a los más  necesitados. Pero sobre todo, al reservar nuestros carismas y cualidades naturales y “enterrarlos”, estamos robándole a los demás el derecho de haber gozado de nuestras riquezas humanas y esto afecta sobremanera el bien de la comunidad humana. Imaginémonos entonces lo que puede haber afectado a la humanidad la suma de los egoístas en el mundo en cada generación de la misma.  El gran pecado  de egoísmo y por lo tanto de omisión colectivo tiene que haber frenado procesos de desarrollo integral en las vertientes espirituales, científicas, laborales, magisteriales, empresariales, judiciales y tiene mucho que ver con las desgracias colectivas que estamos viviendo.  La suma pues de los egoísmos en la historia de la humanidad ha sido la causa de la pobreza extrema de las mayorías.
Está claro que los seres humanos somos los culpables del deterioro de las redes de convivencia social, desarrollo económico y tecnológico, afectando a grandes capas de la humanidad, marginándolas y empobreciéndolas.  Es absurdo y blasfemo echar la culpa a Dios de lo malo que nos sucede. Lo que en verdad nos falta es amor compasivo, salir de nosotros mismos, dolernos el mal que sufre el otro e individual y comunitariamente ser solidarios y de la manera más organizada trabajar la “caridad inteligente”, creando nuevas formas de vivir donde el prójimo como nuestro “otro yo” sea servido con amor, porque en Él también está Dios con quien somos invencibles.
Monseñor Rómulo Emiliani


sábado, 10 de marzo de 2018

“ENSÉÑAME TUS OBRAS…..”



NO POR MUCHO REZAR NOS SALVAREMOS, aunque la oración es fundamental y necesaria.  Dios es misericordioso  y la salvación y todo lo bueno que tenemos viene de Él.  Nadie se salvará por sus propios méritos, pero “la fe sin obras es una fe muerta”.  Jesús continuamente nos está pidiendo que sirvamos al prójimo como  cuando lavó los pies a los discípulos y nos mandó que hiciéramos lo mismo. O cuando describe el momento del juicio final y nos dice: “Ven conmigo porque tuve hambre y me diste de comer….” La parábola del buen Samaritano es tan elocuente en esto: alaba al “hereje según la ley judía” y condena al sacerdote y levita por no haberse detenido y atender al apaleado y medio muerto.  Él mismo es un ejemplo de servicio incansable. Cuando Juan el Bautista estaba preso, mandó a preguntarle si era él el Mesías y Jesús respondió: “díganle a Juan: los ciegos ven, los sordos oyen, los paralíticos caminan….”.
SUS ACCIONES DETERMINAN SUS PRINCIPIOS. De qué vale que pregone sus pensamientos altruistas sino van acompañados por actos que los avalen.  La demagogia barata, las promesas que no se cumplen, al estar hablando mucho de uno mismo sin nada que en verdad prueben sus palabras, son posturas repudiadas por quienes esperan mucho de usted. Por otro lado, detrás del fracaso rotundo están los sueños de quienes no obraron intensamente por realizarlos. ¿Pero cómo va a actuar si no tiene metas claras y un plan para realizarlas? ¿Y cómo va a triunfar si teniendo objetivos y estrategias, no hace nada por realizarlos?  Si no hay acciones concretas que sobre  la marcha corrijan  y enriquezcan su plan, será un fracasado.
HAY QUE PONERSE EN MARCHA Y HACER ALGO,  asumir los riesgos en vez de esperar que algo suceda o que venga del cielo el éxito esperado.  Pero para eso hay que tener valentía, enfrentarse a los retos, aprovechar las adversidades, aprender de los fracasos, perseverar en su lucha y habituarse a no quedarse “sentado” a ver qué ocurra.   Ante la duda, es mejor actuar pronto que demasiado tarde.  
SE LE RECORDARÁ POR SUS BUENAS OBRAS.  Cuando parta de este mundo se guardará memoria de usted por sus actos y  no por sus palabras bonitas y sus promesas incumplidas.  Se acordarán de su presencia consoladora,  del tiempo que dio a los demás, sus abrazos fraternales, sus acciones concretas que ayudaron a los demás a salir de sus problemas y a superar adversidades.  La sonrisa sincera, el consejo apropiado, la compañía en el momento difícil, el darse usted y lo que tenía, todo eso quedará grabado en los demás. Y todo eso queda escrito en el “Libro de la Vida”.  Sepa que éxito es brindar un servicio útil a los demás que lo realice a usted y le haga sentirse satisfecho.
NADA GRANDE SE HACE SIN FE.  Esa confianza absoluta en Dios, la certeza de que su ideal es bueno, el creer en usted mismo y desear ardientemente realizar su objetivo, son los ingredientes necesarios para hacer las cosas.  Y  ya sabe, se necesita “inspiración” y una gran dosis de “transpiración”, es decir, “sudar la gota gorda”, para realizar sus metas. El deseo suyo debe ir acompañado de obras concretas, acciones que faciliten lograr su objetivo.  Y cuando las cosas no vayan bien y fracase, deje de estar echando la culpa a los demás, presentando excusas por docenas y acepte su responsabilidad y corrija sus acciones.  Ponga a rendir al máximo sus potencialidades, no postergue las acciones, establezca plazos para cumplir sus metas, evalúe su trabajo y no sea alcahueta de sus indecisiones y fallos. Si ya tiene todos los datos necesarios, decídase a hacer algo y hágalo rápidamente. Se ha dicho que “de buenas intenciones está lleno el infierno”…De hecho en el juicio final se  nos juzgará no por  nuestras creencias, sino por las acciones que hayamos tomado debido a ellas.
TODO EMPIEZA POR UN PRIMER PASO.  Si usted ve a una persona que ha logrado honestamente metas grandes en la vida, sepa que comenzó dando un primer paso y luego poco a poco, a base de éxitos y fracasos fue escalando gradas de superación.  Dé su primer paso y con paciencia vaya subiendo la cima de sus metas.  Nada grande se ha conseguido sin grandes esfuerzos y sacrificios.
ENTRE TODOS CONSTRUIMOS EL EDIFICIO SOCIAL.  Sea la Iglesia como cuerpo de Cristo y su Reino, o la sociedad como comunidad con todas sus estructuras, la acción concreta, los hechos pequeños o grandes, van levantando la “gran casa” espiritual y humana. La pasividad y el pecado de omisión hacen mucho daño. Y recuerde que con Dios es invencible.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...