miércoles, 23 de octubre de 2019

NO BUSQUES CONFLICTOS INNECESARIOS.


Nosotros tenemos un caudal de energía y un tiempo limitado de vida, algo así como cualquier batería, aunque la comparación sea inadecuada. Esto nos permite entender que todo recurso en la vida es limitado. No gozamos de permanencia y menos de infinitud como seres humanos. Otra cosa es ver todo desde la fe y la eternidad. Cuando uno toma conciencia del valor del tiempo y de que este recurso no es renovable, y cuando uno mira atrás y ve que lo que pasó no puede repetirse, de que es irreversible el paso de las horas, días, meses y años, uno toma más en serio la vida. En muchos caso cuando esto sucede es un poco tarde, y la cantidad de tiempo perdido en la vida es escandaloso. Podríamos comparar esto a la bancarrota de un banco o una gran empresa, cuando se han tomado malas decisiones y se desploman todos los activos económicos.

Cuántas vidas arruinadas por los vacíos dejados, algo así como “agujeros negros” en el espacio sideral humano de existencias que terminan en un fracaso rotundo, provocando grandes frustraciones y frustración. Y esto se agrava cuando uno compara su vida con la de otros que sí han aprovechado ese recurso llamado tiempo de manera intensa. O cuando uno mira atrás y se da cuenta de que tantas tareas que quedaron inconclusas, retos que no fueron enfrentados, metas que no fueron no solamente alcanzadas, sino siquiera comenzadas a realizar.

Todos hemos sido diseñados por el Creador para realizar en un tiempo adecuado una existencia plena. Tenemos los atributos personales necesarios para eso. Cada persona, aun la que nació con impedimentos físicos o mentales pronunciados, está destinado a ser alguien significativo para otros y ocupar un lugar en el corazón de ellos. Y ya eso es suficiente. Y en el caso nuestro, todos esos recursos personales cuando no son utilizados como debe ser, sino “enterrados” como en la parábola de los talentos, se convierten en nuestros acusadores en ese juicio final al que tendremos que acudir de manera inevitable.

Por eso valoremos el tiempo que tenemos y los dones que el Señor nos ha dado. Apreciemos cada día que tengamos como una gran oportunidad dada por el Creador. Desarrollemos esas capacidades personales al máximo. Ocupemos la horas y minutos en cosas positivas. No perdamos del tiempo en necedades, vagancia y ociosidad, ni tampoco en conflictos absurdos, peleas estériles, enfrentamientos desgastadores, confrontaciones que minan la energía que Dios nos ha dado. Cuánto tiempo perdido en discusiones sin contenido, solo para demostrar que yo tengo la razón, provocando abismos entre las personas y resentimientos. La vida se va tan rápido y qué triste es darse cuenta de tanto tiempo perdido.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f. 

martes, 8 de octubre de 2019

NUESTRO NIVEL DE INCONSCIENCIA.





¿Qué tal nuestro nivel de inconsciencia? Así como no recordamos que existe el movimiento de traslación y rotación de la tierra, y no nos damos cuenta de la ley de gravedad que impide salgamos volando, como tampoco que gracias a la atmósfera y el aire podemos respirar, tampoco tomamos conciencia de que el tiempo pasa y no vuelve. Y de que siguen pasando tanto las horas, minutos y segundos, días, meses y años sin parar. Y esto es grave, porque el tiempo perdido no se recupera. Es irreversible la marcha por el camino de la vida. No podemos echar para atrás. No valoramos el tiempo, nuestro gran recurso personal. Cuando ya nos damos cuenta nos han caído el peso de los años, todo nuestro organismo empieza a debilitarse, a envejecer y tantas oportunidades que tuvimos para crecer integralmente se perdieron.

Hay una inconsciencia inclusive de lo que sucede en nuestro cuerpo: hay un corazón que late siempre y envía la sangre que corre por nuestras venas y arterias. Están los riñones, pulmones, estómago, esófago, cerebro, músculos y huesos, todo funcionando para que podamos seguir viviendo. Y no cuidamos nuestro organismo físico, porque ni le damos la importancia debida, ni la atención necesaria médica, dietética, de ejercicios, de descanso. Y ese descuido, ese nivel de inconsciencia muchas veces produce enfermedades o hasta muertes prematuras.

No tomamos conciencia de los movimientos sociales, políticos y económicos que deciden nuestro destino, que cambian el curso de la historia. No captamos las fuerzas y los grupos de poder que están detrás moviendo todo a su antojo. Nuestro nivel de inconsciencia es sorprendentemente grande. No analizamos lo que sucede. No buscamos las herramientas sociológicas y políticas para captar lo que pasa. Andamos en la vida como gente hipnotizada, moviéndonos como marionetas manipulados por otros.

Tampoco tomamos conciencia de que lo que pasa en nuestro interior: mociones, inspiraciones, traumas, deseos, miedos, complejos, aspiraciones, bloqueos emocionales. No captamos nuestras profundas motivaciones para hacer las cosas. No vemos cómo va nuestra trayectoria espiritual: nuestra relación con Dios, intensidad de encuentro con el Señor, fidelidad a su voluntad, actos morales positivos y negativos. Muchas veces tampoco estamos conscientes de cómo va la relación con familiares, amigos, compañeros. Caminamos por la vida de manera muy inconsciente.

¿Cuántas veces nos preguntamos hacia dónde vamos, de dónde venimos? Si vamos por el camino correcto o el equivocado. Si estamos haciendo una contribución positiva a la marcha de la humanidad con nuestras vidas y acciones. Es muy grande nuestro nivel de inconsciencia. ¿Qué tal si cambiamos, si hacemos un alto en el camino y comenzamos a pensar, a meditar, a profundizar en tantas cosas importantes? ¿Qué tal si empezamos a ser más conscientes?

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...