lunes, 11 de octubre de 2021

DE LOS POLÍTICOS Y SUS COSAS


Ay pueblo mío de astutos políticos “racatacas”
que reparten comida y guaro para conseguir votos,
y cuando suben se comen el queso de todos
devorándolo con ansias de insaciables ratas.
“Que yo soy el mejor. Que tengo la varita mágica,
que conmigo no hay hambre y se acabó la corrupción”,
para terminar metidas las manos en el concolón,
repartiendo la comida para los suyos primero,
y dejando las migajas para el pueblo pendejo.
Y así pasan el tiempo de su vida más fructífero
calentando sillas de los congresos o cualquier puesto,
sin sudar la gota gorda ni arremangarse la camisa
negociando trampas y acumulando dinero,
amparándose cual fariseos asistiendo a misa
y dando limosnas de víveres y gorras de partido
para promover la cultura de los míseros,
los que son mendigos de las migajas de los vivos,
de aquellos que engrosan mucha plata con su verbo bandido.
Qué lástima, la política como el arte de gobernar
debería ser llevada por personas de moral probada,
por hombres y mujeres sabios y de trayectoria sana,
capaces de dirigir el país por una prometedora era
de trabajo, educación, solidaridad y bonanza.
Y claro, de esos los hay y por ellos hay que votar,
para salvar a la Patria de la ruina total.
La política es tan necesaria como la vida empresarial,
y ambas son como los brazos del orden social,
y cuando hay buenos políticos con grandes ideales
que aman a su patria y son honestos en sus andares,
y trabajan por el pueblo para que tenga bienestar,
el país abunda en pleno bien común porque están
los dignos dirigentes llevando los estandartes
del progreso, la paz, el trabajo y la libertad.
Fuente: Libro CLAMOR ENTRE LLAMAS
Autor: Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

MEJOR ANDAR LIGERO DE EQUIPAJE


En esta marcha ascendente hacia la cumbre de nuestras metas, como cualquier alpinista o montañista, mejor andar con el menos peso posible. Los corredores emprenden sus carreras con la ropa y zapatillas menos pesadas. La velocidad dependerá de los músculos, forma de correr, entrenamiento y poco peso. Hay cargas inútiles que pesan mucho en la vida: nuestras preocupaciones que se convierten obsesiones. Siempre tienen que ver con posibles pérdidas y alimentan miedos que al final paralizan. Los miedos son como fantasmas mentales que merodean el castillo de nuestra alma, apareciendo en cualquier momento y asustando. Hay que andar ligeros de equipaje, y por eso hay que romper los apegos a personas y cosas. Verlos como lo que son, seres queridos y significativos en nuestras vidas, pero que siguen su camino, son posesión de Dios y tienen un tiempo en la tierra, como todos, y que acabado su trayecto, volverán a la Casa del Padre. Las cosas son perecederas. Así como nacieron morirán, y están para ser usadas con responsabilidad pero sin apegarnos a ellas. No son imprescindibles aunque necesarias. La casa, la computadora, el dinero que usamos, inclusive un cargo u oficio, son parte de nuestro quehacer, pero no son la esencia de lo que somos.

Para andar ligeros de equipaje hay que soltar las amarras al concepto de la posesión: “eso es mío”. Quitado de la mente y el corazón la idea obsesiva de que las cosas son mías, de mi propiedad, y que son ellas parte de mi ser, y lo que es peor, sin ellas no puedo vivir, puedo escalar con más libertad y agilidad la montaña de mis sueños convertidos en metas. Las cosas que tengo me las han dado para administrarlas y de la mejor manera. Dios y la sociedad me dan cosas, cargos, responsabilidades que debo llevar bien, pero que así como llegan se van. El no apegarse a las cosas, en verdad a nada, me permite andar por la vida sereno, tranquilo, con menos sufrimientos. Y me permiten ir más ágil y alcanzar las metas que me propongo.

Por otro lado el acumular implica tener que cuidar, proteger y estar pendiente de cada cosa, ocupando parte de mi tiempo con el desgaste que implica en estar velando por bienes que a la larga no me darán felicidad ,paz, ni alegría. Lo mejor es tener lo necesario para vivir y compartir lo que no voy a usar y así ayudar a otros. Eso me da una gran satisfacción interior y me anima a caminar más rápido. La codicia y la avaricia hacen mucho daño. Pidamos al Señor nos dé el desapego necesario para vencer el peso muerto y subir la montaña.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...