sábado, 23 de marzo de 2019

¿POR QUÉ TE AGITAS TANTO? ASÍ NO LO LOGRARÁS.


Una de las cosas que más nos afectan es la agitación, las prisas, los nervios, el perder los estribos, el no saber cómo controlar las emociones. Este es el origen de tantas malas decisiones, basadas en impulsos y no en la recta razón. Para caminar por el recto sendero hay que mantener la serenidad y así hacer el buen discernimiento, escoger el camino y seguirlo. El discernimiento recto implica paz mental, ser dueño de las emociones, pensar con lucidez y buscar la iluminación. Para nosotros los creyentes, esa luz viene de lo alto, acompañada de signos. Una señal clara de una buena decisión es que al pensarla y visualizar lo que se quiere hacer, la sensación de paz, de cierto gozo interior, una especie de consolación espiritual aparece. Esa tranquilidad mental es signo de que has escogido bien. Pero si al pensar algo, aunque sientas cierto goce al pensar, visualizarlo y desearlo, si al final te deja desasosiego, turbación, sensación de vacío, es que no es buena. Por ejemplo, tengo un problema económico y pienso, visualizo y deseo robar el dinero de la caja fuerte de la empresa y así soluciono mi situación de falta de dinero. Si, sientes un cierto gozo y hasta paz: se solucionarán mis problemas. Ya pagaré mis deudas. Pero después de hacer ese proceso mental sientes perturbación interior, intranquilidad, una sensación de disgusto: esa desolación te indica que no has discernido bien. No sigas ese camino. Lleva a la perdición.

La agitación, el desequilibrio, el pensar como un mar agitado que lanza sus olas a la playa ferozmente, olvidando el ritmo sereno del oleaje en calma, provoca tantas malas decisiones, algunas con consecuencias fatales. Cuántos crímenes pasionales, riñas con lesiones, insultos que rompen relaciones, conflictos que afectan comunidades, todo como consecuencia de haber tomado malas decisiones. Una mente alocada, turbada, es sumamente peligrosa. Un mal discernimiento puede decidir el futuro de una vida.

Por eso es importante adiestrarse para lograr buenos discernimientos. La serenidad como estado mental que provoca equilibrio emocional y físico, es condición indispensable para pensar bien. Hay que huir de los desequilibrios internos, sobre todo cuando ofuscan la mente, impiden pensar, y rechazan toda iluminación que viene de lo alto. Repito, esto ha provocado tanta violencia, rupturas matrimoniales y enemistades.

¿Y qué hacer? Buscar la paz que sólo Dios puede dar, y para eso la oración y la lectura de la Palabra. Retirarse, dejando atrás tanto ruido exterior y aún interior, buscando el silencio. Serenando la mente podrás ejercer el discernimiento profundo, donde entra la inteligencia, el análisis objetivo sopesando cada alternativa viable y el don de la sabiduría. Y recuerda, con Dios eres invencible.

por Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

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Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...