sábado, 30 de enero de 2021

DEBES SER AGRADECIDO.


Aún con mil dificultades debes ser agradecido. Mira, fuiste creado de la nada y a imagen y semejanza de Dios. Por eso cuando Dios te mira, se ve así mismo. Claro, él tiene atributos infinitos, lo tuyo todo es creado y limitado. Pero eres vivo reflejo de lo que Dios es. Al ser redimido con la sangre de Cristo, Dios te adoptó como hijo, y te trata como al mismo Jesús, y te ama como al mismo Cristo. Eres hijo de Dios, coheredero con Cristo del cielo mismo, o sea de Dios. Vivirás con él para siempre. No hay muerte eterna para ti. No existe un final triste en tu vida y una desintegración. No, más bien tu final será de resurrección y glorificación, de plenitud, de felicidad en el cielo. Verás a Dios y estarás con él para siempre. No sufrirás, no llorarás, no tendrás preocupaciones en el cielo, no tendrás ninguna dolencia física, ni emocional, o sentimental, ni espiritual en la eternidad. Cristo dijo que él te tiene preparada una morada celestial en el cielo. Y la garantía suprema de que irás al cielo es la muerte redentora de Cristo. El pagó el precio del rescate. Ya estás siendo salvado. Sólo el mal uso de tu libertad, la decisión de no querer estar con Dios, podrían impedir que fueras al cielo. Las puertas están abiertas, pero tú puedes decidir no querer entrar en el cielo.

Debes ser siempre agradecido. Recibes continuas bendiciones del Señor. Eres iluminado, protegido, perdonado, amado por el Señor. Él siempre te da otra oportunidad. No se cansa de buscarte, atraerte, tenerte a su lado. Tiene paciencia infinita contigo. Y te conoce totalmente; hasta el número de cabellos que tienes. Sabe la frecuencia de tus latidos, el ritmo de tu respiración, tus pensamientos, deseos, preocupaciones, angustias. Todo lo sabe de ti y le interesa todo lo tuyo. Está siempre pendiente de ti. Y quiere que realices la misión que él te encomendó: ser alabanza de su gloria. Seguir el camino de la santidad. Amarlo a él con todo tu corazón, tu alma, tu mente, tu ser y al próximo como a ti mismo. Y que seas una persona que desarrolles los dones y carismas que él te ha dado. Que trabajes en la tierra construyendo el Reino de Dios.

Debes ser agradecido porque estás vivo, y tienes la oportunidad hoy de alabar su nombre con la oración que es tan importante. Eres templo de Dios y él habita en ti siempre. Por eso detenerte y hablar con él es algo maravilloso. Hazlo siempre que puedas. Además de la vivencia de los sacramentos y la lectura de la Palabra.

Monseñor Rómulo Emiliani. c.m.f.

domingo, 24 de enero de 2021

REPRIMIR EL HABLA





Una de las cosas que distingue al ser humano de los otros mamíferos, del resto de animales y de toda la creación es la del lenguaje. Ciertamente hay en todos los seres vivos formas de comunicación y ciertos códigos de sonidos que tienen, por ejemplo, los lobos, los delfines, los pájaros y cualquiera otra especie, inclusive gestos que anuncian un estado de ánimo en las criaturas. Pero un lenguaje como tal, articulado y expresando infinidad de situaciones, hechos, cosas y pensamiento abstracto, solo lo tiene el ser humano. Y eso le permite comunicarse de manera plena con otras personas. Reprimir esto o hasta eliminarlo ocasiona un trauma, una dificultad enorme para el desarrollo de la persona. Otra cosa son los que deciden entrar en algún monasterio de clausura y voluntariamente hacen voto de silencio para el resto de sus vidas. De todos modos siguen leyendo, escribiendo y hablando con Dios que es lo más importante.

Pues hay un hecho en el Evangelio donde Jesús expulsa a un demonio de una persona que era muda y ella inmediatamente se pone a hablar. Me imagino los años de sufrimiento, de amargura y de frustración por no poder comunicarse. Ese silencio obligado y torturante que lo mantenía aislado de la gente. Esa angustia por querer expresarse y no poder hacerlo. El exorcismo lo convierte en persona libre y capaz de dialogar. Porque una de las bellezas propias del lenguaje es poder comunicarnos de manera profunda con otras personas; escuchar, expresar ideas y sentimientos, emociones y conceptos, y entablar una comunión con otras personas. Sentirse escuchado, aceptado, comprendido y al mismo tiempo hacer lo mismo con otra persona. Esto te eleva, te sitúa en un nivel más humano, más noble, más digno. Te enriquece humanamente. Y si es con Dios, pues ahí está lo máximo del gozo espiritual. Tener con Dios una comunicación y comunión profunda te hace vivir una existencia más plena.

Pues un gran drama de la humanidad consiste en eso, en no expresar sentimientos, emociones, pensamientos a otros. No tener a nadie que te escuche. O no querer uno comunicarse con nadie. Y lo que es peor, expresar solo insultos, ofensas, groserías, ideas negativas, mentiras, calumnias. O escuchar eso de otras personas. Usar el lenguaje para destruir. Pues Jesús vino a liberarnos de todo eso. A purificarnos, reconstruirnos, hacernos buenos y santos. A echar de nosotros esa maldad contenida y acumulada que nos hace groseros y ofensivos. O que nos encierra en nosotros mismos y reprime todo lo bueno que podemos hacer y decir. Debemos pedirle al Señor eso, que rompa las cadenas que nos impiden una sana y buena comunicación. Eso es fundamental.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...