sábado, 9 de abril de 2022

EL QUINTO EVANGELIO Y LA OCTAVA PALABRA


Quiero que sepas que hay un quinto evangelio
que es según tu nombre, y es que el decide tu salvación,
porque en él tú respondes a la gracia divina del cielo
como Pilatos o como Juan, como Judas o como Pedro,
o como Magdalena después de su conversión.
Ese lo escribes tú mismo, con la gracia o con el pecado,
con el amor o con el odio, con la misericordia o el desprecio,
aceptando o no que Cristo pagó con su sangre el precio
de tu rescate, derribando los barrotes de tu infierno.
Allí vas escribiendo día a día la historia de tu relación
con el Dios de la vida, tejiendo tu santidad o tu condenación,
dependiendo de cómo respondas al amor de Dios.
Y hay una octava Palabra dicha por Jesús en la Pasión,
después de exclamar “en tus manos encomiendo mi Espíritu”,
descrita como un grito desgarrador y profundo,
y es tu nombre pronunciado con divina compasión,
y que fue escuchado hasta en lo más recóndito del mundo,
cuando Jesús dijo que por ti moría, que por ti su sangre vertía.
por lo que Él inmolaba todo su ser por quien Él se desvivía.
Recuerda pues que su última palabra eres tú mismo en su corazón
amantísimo, por quien derramó hasta la última gota de sangre ese día.

Fuente: Libro CLAMOR ENTRE LLAMAS
Autor: Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

¿QUÉ VIÓ JESÚS CUANDO VINO?



¿Qué cómo encontró el Señor al mundo cuando vino? Lo vio con las mismas tendencias pecaminosas de hoy. Un afán por tener y poseer de todo y pasando por encima a los demás. Por eso las guerras para ampliar territorios conquistados. Luchas intestinas para lograr el poder. Pelear para ser el primero. Destacar por encima de todo. Un emperador era un semi dios. Una vanidad terrible que hacía llenarse las cortes de los imperios de una gran fastuosidad. Los lujos más impresionantes; joyas, vestidos y toda clase de adornos. Construcciones palaciegas las más grandes. Un desprecio por la vida, por lo que se justificaban todos los crímenes, sea por los dioses, por la seguridad de los imperios, por defender el honor supuestamente ultrajado, o porque impedían la expansión del poder. La vida no valía nada. Un crear, inventar divinidades que bendecían los imperios, que actuaban en favor de los reyes y emperadores. Una tendencia a sacralizar lugares como centros de manifestaciones de las divinidades y ocupados y protegidos por personas supuestamente escogidas para administrarlos. Un creer que la propia nación o reino era superior a las otras, inclusive creyendo que las divinidades las escogían como pueblos privilegiados. Un afán de venganza que justificaba toda clase de atropellos para saciar el odio contenido. Una tendencia muy pronunciada a callar la voz de la conciencia, del Espíritu que se manifiesta en todas partes y culturas, que recordaba que la vida es sagrada, que somos simples seres mortales, que todo pasa y nada queda, que la muerte llega, que hay que respetar los derechos de los demás, que hay que ser solidarios, misericordiosos, no acaparar lo que pertenece a otro. Que la paz es un gran valor.


Todo esto está escrito en nuestros corazones, porque fuimos creados por Dios. Desde nuestros primeros padres hay una ley impresa en nuestros corazones que es la del amor, porque estamos hechos a imagen y semejanza del Señor. Jesús se encuentra con este drama y comienza a evangelizar. Todo el Evangelio contiene las respuestas a los desórdenes humanos. Lo vemos en las Bienaventuranzas, el Padre nuestro, las parábolas, los múltiples consejos y mandatos que da. En su forma de vivir y actuar. En las curaciones y exorcismos. En la manera en que sufre el suplicio del juicio injusto, las torturas y en su pasión y muerte en Cruz. Toda su vida desde que nace en Belén hasta que muere y resucita es un mensaje para curar nuestras

enfermedades del alma.


Por eso el camino es de la imitación de Cristo, tanto en sus actitudes y comportamientos, y en el seguimiento de sus mandatos. Hacerlo es asegurarnos seguir el sendero de la salvación.

EL CAMINO HACIA EL INTERIOR DE UNO.


El mal terrible de la superficialidad ha destruido todo avance de la humanidad. Y que es a más vacío interior, a menos capacidad de interiorización, a menos meditar y pensar, más fácilmente uno se hace presa de la manipulación de fuerzas exteriores que te van hundiendo. Y cuando es toda una comunidad, un pueblo, una nación que flota en el mar de la superficialidad, más es manejada la colectividad como marionetas o títeres, ya sea por la mentira, el miedo, las ilusiones no reales, o la seducción de gratificaciones momentáneas. Los medios de comunicación alteran la conciencia de las personas presentando escenarios falsos, medio verdades, creando visiones distorsionadas de la realidad. Además se crean necesidades no auténticas, ocasionando un consumismo y materialismo enfermizo. Hay por lo tanto “una inmunidad de rebaño” no al virus, sino a toda verdad, y la “verdad nos hace libres”.

Los pueblos que actúan como borregos son llevados al despeñadero. Pasó con el pueblo alemán, el más adelantado de la época, cuando fue conducido al abismo por un loco llamado Hitler. Pasa con todos fanatismos que ocasionan los peores crímenes. Por lo que hay un camino para la liberación de los pueblos; enseñar a pensar, a analizar, a interiorizarse, a meterse dentro de uno y desde allí promover una conciencia lúcida de la realidad. Para eso la educación, la lectura, la oración, la búsqueda del silencio y la soledad. El ir controlando los ruidos, apagándolos, tanto los exteriores como los interiores.

La persona tiene que ir fabricando su propio oasis de paz, creando un ambiente adecuado para pensar, meditar, orar. Y para eso es necesaria la soledad y el silencio. Y dentro de sí, construir su monasterio interior. Apagar las voces que continuamente nos hablan por dentro, esos mensajes que nos damos a cada rato: “haz esto, busca, quiero aquello como sea, reclama, odia, desea, mira que malo aquél, no te dejes, recuerda aquello malo que pasó, gana más, qué asco, no perdono, qué desgraciado.”

Ir hacia dentro, cada vez más, para escuchar la voz de Dios en ti. Porque en lo más dentro de tu alma está el Señor. Él te fundamenta, te sostiene, te anima, te bendice, te ilumina. Y Él quiere decirte tantas cosas. Pero no lo puedes oír con tanto ruido. El gran drama nuestro es que estamos sordos a la voz del Señor. Y a nosotros mismos. No tenemos conciencia del misterio que nos envuelve, en el que estamos sumergidos, la misma presencia del Dios bueno y santo, la santísima Trinidad. Vivimos superficialmente.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

EL QUE ROBA AL PUEBLO


Aquél que roba al pueblo,

a la gente ocupando un puesto sin trabajar,

podría compararlo al delincuente

que a mano armada asalta

y arrebata a quien tiene la plata.

Porque el que de funcionario se disfraza

y va y dice que trabaja,

pero no hace nada y está nombrado

por ser familiar del que el poder tiene,

o es asesor del político dirigente

y va dos veces al mes al ministerio

y dice cuatro sandeces

con aires de sabihondo,

cobrando un gran sueldo,

se lo digo y repito, es tan delincuente

como el asaltante armado,

nada más que de cuello blanco,

y su arma es su inmoral nombramiento.

Hay muchas maneras de robar,

y todas son inmorales,

pero la picardía del que sin trabajar

cobra sin hacer nada,

y vive gastando dólares

viviendo como un rajá,

sinvergüenza ese papanatas,

preso debería estar,

junto a los que asaltan,

porque al final es lo mismo,

quitar lo que no les pertenece,

tener lo que no se merece.

Qué gran cinismo,

vagos exhibiendo bienes

adquiridos sin hacer nada.


Fuente: Libro CLAMOR ENTRE LLAMAS
Autor: Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

SEÑOR, ESTAMOS EN COMUNICACIÓN CON TODO.


Señor, me he dado cuenta de que no estoy solo. Desde que me levanto comprendo que mi conexión con las personas se remonta más allá de mi espacio y tiempo. La cama que arreglo tiene sábanas hechas por muchas manos de gente pobre asalariada de Indonesia. Y el tejido viene de lana de ovejas de Australia. Y que la ropa que tengo está hecha en Honduras con material que mandaron de Estados Unidos y que al rezar en la capilla me siento en bancos de madera de montañas españolas y que las manos que los tallaron son de hace tres siglos, de vascos de vieja estirpe. Y que al desayunar el café que tomo fue sembrado y cosechado por campesinos colombianos, trasladado en barcos holandeses que pasaron por el canal de Panamá y que el pan nació del trigo de pueblos de Castilla y allí molido y traído en camiones valencianos. El libro que estoy leyendo fue confeccionado en China, su autor es alemán y el traductor argentino. Estamos en un mundo inter relacionado.

Señor, y yo mismo vengo de un hombre y una mujer que a su vez vienen de Europa y América, y que de niño hasta hoy he sido educado por maestros de varias naciones y que si aquí estoy es porque vivo de la influencia de costumbres, tradiciones del país donde nací y ahora recibo la cultura del país donde resido. Y que si voy más atrás me veré comunicado por mis células a una cadena humana que lleva hasta el inicio de la creación del ser humano. Y más allá todavía conectado con la naturaleza, desde la primera gran explosión, que se extiende por la tierra hasta el confín del universo. No estoy solo.Vengo desde muy lejos y más allá de todo esto están las manos creadoras tuyas que hicieron lo que hay y lo sostiene.

Pero no solamente porque me hiciste estás presente, sino porque tú estás detrás de todas las personas que he mencionado, y de los alimentos que consumo y del aire que respiro. Tú estás en todo y todo vive gracias a ti. Porque eres Padre creador, Verbo encarnado y Espíritu Santo, tu presencia se siente en todo lo que me rodea, por lo que todo tiene un sentido, un por qué y tiene algo de sagrado. Por tanto todo lo que existe merece nuestro respeto, ya que vives en todo. No podemos agredir la naturaleza y menos al ser humano, porque profanamos tu presencia y nos convertimos en tus torturadores. Señor, ayúdame a vencer mi ignorancia, tomar conciencia de que tú estás en todo, en mí y que yo no estoy solo. Amén.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...