martes, 30 de junio de 2020

JESÚS, ENÉRGICO Y COMPASIVO.


Jesús sigue la línea del profetismo judío, denunciando lo que atenta contra Dios, la verdad, la justicia, el amor. Llama raza de víboras a los fariseos, sepulcros blanqueados, tumbas que por fuera están limpias, pero por dentro contienen podredumbre, enfrentándose a la casta religiosa con energía. Condena la forma en que se maneja el templo, que habían convertido en un mercado público de venta animales para los sacrificios, poniendo en entredicho a los sacerdotes judíos. Dice que más le valdría que ataran una piedra de molino al que escandalice a un niño o niña. Llama Satanás a Pedro cuando lo quiere apartar del camino de la inmolación por nosotros. Le da el apelativo de zorra a Herodes cuando éste lo estaba persiguiendo para meterlo preso. Nos advierte que nos mandará al infierno si no damos de comer al hambriento, de beber al sediento, de darle ropa al que está desnudo. Jesús es enérgico con todo lo que es la maldad, ya sea idolatría, codicia, egoísmo, injusticia y demás.

Pero esta actitud profética de Jesús no está destinada a hacernos daño, a destruirnos, a condenarnos, sino a que cambiemos. Él no quiere que nadie se condene. Jamás. El vino a salvarnos. Vino a buscar la oveja perdida, a recuperar al hijo pródigo, a dar la vista a los ciegos espirituales, a sacar de las mazmorras del pecado a los pecadores, a buscar nuestro arrepentimiento. No vino a condenar sino a dar vida y vida en abundancia a nosotros. A que supiéramos que hay un Padre Dios misericordioso y que perdona setenta veces siete, o sea siempre, si nos arrepentimos. Vino a dar la vida en la cruz por nosotros, a morir de la manera más terrible, derramando su sangre para pagar el precio del rescate. Y por eso bajó al mundo de los muertos por tres días, para sacarlos de allí al resucitar.

Jesús es compasivo, eternamente misericordioso, revelando lo que es el Padre Dios, y ese es el mensaje central del Evangelio. Su amor llegó al extremo de inmolarse por nosotros. Es más, resucitado y reinando eternamente junto a su Padre, sigue colgado en todas las cruces de sufrimiento de la humanidad, identificándose con todos los que padecen por cualquier motivo. Él es el Amor encarnado, el Dios hecho hombre para estar con nosotros siempre, el Dios con nosotros, el Enmanuel. Por eso debemos confiar totalmente en Él. No tenerle miedo, sino respeto, sabiendo que es justo y no admite ningún pecado, pero que es todo amor, misericordia, perdón. Ese es Cristo el Señor.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

jueves, 25 de junio de 2020

EL PELIGRO DE LA OCIOSIDAD.


No sea ocioso. Alguien dijo que la ociosidad es el taller del diablo y que muchas de nuestras mayores tonterías se nos han ocurrido en los momentos en que no hacíamos nada. El hastío y aburrimiento son el caldo de cultivo perfecto para que se nos aniden en el cerebro las ideas más tontas y descabelladas. Dios nos hizo entre otras cosas para trabajar, para con nuestras manos ir cambiando y transformando la creación en un lugar más apto para vivir y así glorificar el nombre de Dios, porque cooperamos con él en su continua creación de todo. Cuando uno trabaja se desarrollan nuestras capacidades y nos sentimos mejor. Cuando uno trabaja el ingenio y la creatividad salen a relucir y uno puede aportar más con lo que hace a que el mundo sea mejor. Sea un zapatero o un taxista, un ingeniero o un médico, una maestra o un obrero, cada uno aporta lo suyo, y el mundo mejora.

Qué peligroso es fomentar en nuestras sociedades la vagancia y la haraganería, terreno abonado para la delincuencia. Cuando un país no se preocupa en educar y dar trabajo a las masas juveniles, éstas se transforman en peso muerto, en un lastre que hay que arrastrar. Y por eso en parte la delincuencia y el aumento de los crímenes. Aumentan los presos y el daño social es más grande, crece la inseguridad y las ciudades se hacen inhabitables. Por eso en toda visión y planificación social, política y económica la educación es fundamental. La preparación en todos los ámbitos de las personas, al igual que las posibilidades de conseguir empleo deben ser prioridad siempre.

Jesús desde niño aprendió a cooperar en todo lo de la casa en ese ambiente rural campesino. Desde limpiar el gallinero, dar de comer al par de ovejitas y al cordero, ir a comprar la leche al vecino que tenía sus cabras, y cuando creció un poco más San José le enseñó el oficio de carpintería. Y allí el joven Jesús se lucía haciendo las mejores sillas y mesas, puertas y ventanas del pueblo. Pero como no siempre había clientes, con José tenía que ir a la plaza y esperar que algún hacendado los contratara para ir a trabajar a su finca. Y mientras en casa mamá María hacía todos los oficios propios de una mujer y madre de la manera más hermosa y detallada. Y todo eso en un ambiente pobre pero muy digno.

El trabajo dignifica a la persona, la hace crecer integralmente, y contribuye a que el mundo sea mejor. El trabajo es sagrado y todo el mundo tiene derecho a tenerlo. Qué mal tan grande hace la ociosidad.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...