miércoles, 30 de mayo de 2018

SEA SENSIBLE A LOS VALORES




¿Es usted sensible a los valores? ¿Qué es un valor? Una realidad que por sí misma es buena, atrayente, positiva. Hay valores espirituales, morales, estéticos, naturales. Entre los valores espirituales está el más grande: la presencia santa de Dios. El ser fiel a Él. El obedecerlo y el imitarlo. Buscar acercarse al Señor experimentando su amor. Entre los valores morales está el de la verdad por el que uno se compromete a decir la verdad y buscarla siempre.

El de respetar la integridad del prójimo y no manipularlo ni usarlo para su beneficio. El de luchar por el bien y promoverlo en todas partes. El de hacer que la justicia impere. El de trabajar con honestidad y el de compartir con generosidad los bienes. Valores estéticos pueden ser: el amor a la belleza manifestado en el cultivo del arte musical, pintura, escultura, poesía y el de los valores naturales, el de contemplar, apreciar y respetar las grandes riquezas naturales conservándolas y usándolas en beneficio del hombre.

Tenemos que ser sensibles a los valores. Vibrar ante estas realidades que entran dentro del marco de lo trascendente, misterioso, sustancial. Apreciar todo lo que es bueno y buscar cómo acercarse a eso y apropiárselo a un nivel profundo.
Y, ¿qué significa apropiarse de un valor? Hacerlo suyo. Entrar en un contacto hondo, profundo y vivencial con lo que en verdad es bueno. En el caso de Dios, permitir que su presencia esté en mí. Vivirlo intensamente. En cuanto a los valores morales, practicarlos todos sabiendo que siempre puede uno perfeccionarse más y que la cuestión no está en solamente haber llegado a la cumbre, sino en subirla paso a paso con todo el sufrimiento y sacrificio que supone. En cuanto a los valores estéticos, estar abierto a todos, pero inclinarse a los que más atraigan. Dan mucha paz al alma. Por ejemplo: oír buena música es una gran terapia y nos serena emocionalmente. Y en relación con los naturales, la cercanía con la naturaleza, la identificación con sus manifestaciones nos hace más humanos. Desde la contemplación de un atardecer hasta jugar con un perrito ennoblece al ser humano.

¿Quiere ser una persona que cada día mejore más? Sea sensible a los valores. Vibre ante ellos. Rompa esa capa de indiferencia ante cosas tan sublimes. Sea capaz de asombrarse, abrirse íntimamente a esas bellas realidades y verá usted como irá embelleciéndose interiormente.

Mientras más contacto con lo bueno y hermoso, más se hace usted así, noble y agradable. Y lo contrario, si vive usted los anti-valores, se va degradando, deteriorando. Y no se olvide, con Dios, usted es ¡invencible!

Monseñor Rómulo Emiliani

jueves, 17 de mayo de 2018

EDUCACIÓN PARA LA LIBERTAD



La responsabilidad de los padres es formar bien a sus hijos.  ¿Le interesa formar bien a sus hijos?  Pues, ¡edúquelos para la libertad!  Ahora, ¿qué es eso de educación para la libertad?  Yo le pregunto a usted, ¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos, decidiendo por ellos, protegiéndolos, aún cuando tengan 30, 40 o 50 años?  ¿No le parece esto bastante incómodo y hasta absurdo? 

       Pues existen muchos papás que en su subconsciente desean hacer esto y no es correcto.  Los padres tienen que educar para la libertad.   De esa manera, sus hijos algún día tendrán la capacidad de ser autónomos, de actuar de acuerdo con sus propios criterios y valores.  Hay que educarlos para que sean ellos los que decidan qué hacer con su propia existencia; para que cada uno sea protagonista de su propia historia y sean capaces de decidir por sí mismos su propio futuro. 

       Para lograr esto, los papás tienen que inculcar a las criaturas desde pequeñitas una fe profunda en Dios, sobre todo, y también en sí mismos; ayudarlos a que crezcan con confianza en sus propias personas; cultivar en ellos los más grandes ideales e inyectarles los valores morales más adecuados.  La tarea de los papás es sembrar, de la manera más inteligente y profunda posible, todos los ideales y valores positivos y buenos.  Mientras más profundamente siembren esto en sus hijos y se preocupen en cultivar adecuadamente con mucho amor, verán florecer en sus hijos una personalidad auténtica y fuerte. 

       Los papás deben comprender que esta tarea implicará, definitivamente, mucho tiempo de convivencia con sus niños.  Pero que sea una convivencia agradable, amena, íntima y que se desarrolle desde las primeras etapas de sus vidas.  A medida que el niño pequeñito crezca y adquiera más madurez y personalidad, los papás deben acompañarlos en su desarrollo.  Ahora, acompañar no es estar encima de ellos como un perro guardián; no es sobre-protegerlos ni impedirles que sean ellos mismos.  Acompañar es caminar a su lado y mientras más pequeño el niño, más necesita sentir la presencia de sus papás. 

       Luego, a medida que va creciendo, los papás deben separarse, alejarse poco a poco.  No en el aspecto, diríamos, físico o de contacto, sino en el aspecto de permitir al muchacho y a la muchacha que sean ellos mismos.  Ustedes, como papás, deben estar siempre a su lado, aconsejándoles, velando por ellos; pero no decidiendo por ellos ni opinando o imponiendo la última palabra de una manera tiránica, porque eso no conduce a nada bueno. 

       Cuando comprenda que sus hijos son más hijos de Dios y de la vida que suyos, desempeñará mejor su papel de padre o madre.  Comprenda que su misión fue traer a sus hijos al mundo y formarlos bien, pero para la vida y para que ellos cumplan la misión que Dios les tiene reservada.  Cuando usted comprenda que su tarea consiste en sembrar solamente y que después ellos cosecharán para otros, entenderá algo muy importante de lo que es ser papá o mamá. 

Su misión es sagrada e importantísima; le ha sido encomendada por Dios, nuestro Señor.  Implica mucha madurez y responsabilidad.  Forme bien a sus criaturas, siembre en ellos todo lo bueno que pueda.  Después, déjelos crecer y desarrollarse.  ¡Que sean ellos mismos!  Gánese su confianza para que ellos tengan el suficiente interés de acercarse a usted para comentar sus experiencias, compartir sus fracasos y éxitos, para pedirle los consejos que necesitan, para buscar apoyo y consuelo en los momentos difíciles.  Pero no esté demasiado encima, porque entonces hará de ellos unos títeres que no aprenderán a vivir como seres autónomos y responsables o simplemente se rebelarán y los perderá irremediablemente. 

       ¿Sabe usted que una de las preguntas claves que Dios le hará en el juicio final es qué hizo con sus hijos?  Si usted comprende la enorme responsabilidad de formar a sus hijos para la libertad, alcanzará la gracia de Dios y también se ganará el cielo.  Porque el cielo también se gana ayudando a Dios en la formación de sus hijos, de Sus hijos.  ¿Que esto cuesta?  ¡Por supuesto!  Pero pida ayuda al Señor.  Con Él, usted puede vencer cualquier dificultad y superar todos los escollos que se presentan en su vida, sobre todo en la educación y formación de sus hijos. Pida a Dios que le ayude a comprender su misión en la vida y a entender mejor su papel de formador y educador de sus hijos.  Con Su ayuda, usted puede ser mejor como persona y como padre o madre.  Con Dios usted puede vencer cualquier dificultad u obstáculo, porque con Él, usted es... ¡INVENCIBLE! 

Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f. 

lunes, 7 de mayo de 2018

LO QUE QUIERE TU HIJO



Tener hijos establece una nueva situación sicológica que hace necesarios una serie de elementos que deben reunir las parejas. Es primordial la función educadora de los padres a los hijos.

Es inconcebible una procreación sin educación. No basta con ser padres biológicos; hay que ser padres personales y el primer deber es tener hijos sanos. Esto exige una dinámica nueva entre la pareja que dependerá de la madurez, la preparación personal conyugal y los modelos de paternidad que tengan al respecto.

La familia nace con la llegada del hijo. La unión conyugal es, entonces, sinónimo de familia. Una familia es algo más que una estructura estática o convencional. No es simplemente la foto de los padres y los hijos que siguen de manera inalterable los patrones de la sociedad. La familia es algo que vive una realidad dinámica que involucra interacción y vincula afectividad con una serie de elementos y sentimientos. Es vida y dinamismo que hace que cada uno de los miembros se sienta que existe y vale.

En la educación de los hijos existen ciertos A-B-C que son una realidad. Esto hace que los hijos se desarrollen en un hogar equilibrado. Es necesaria una comunicación adecuada. Los hijos deben crecer viendo a sus padres juntos y no solamente teniendo la función educadora de la madre. Es necesario el equilibro paterno; un compañero, guía, fuerte y seguro. El hijo debe encontrar al padre siempre que lo necesite. Ser padres implica, entonces, ser modelos de vida. Los padres deben estar conscientes que la vida familiar los va a absorber y envolver de una manera total en muchos momentos. No basta con ser amigos; es mucho más lo que requiere una paternidad auténtica. Lo que los hijos necesitan de los padres es su presencia activa en la casa. Alguien que responsablemente asuma su papel de manera integral; que tenga autoridad y disciplina conjugado con amistad, con afectividad profunda y con el deseo de formar una personalidad auténtica.

El arte de vivir consiste en ocupar un puesto en la sociedad sin violentar las necesidades de uno mismo y de los demás. El arte de ser padres consiste en enseñarles a los niños el arte de vivir. Las necesidades y los sentimientos opuestos, es decir, los de los padres y los de los hijos, pueden coexistir. Para lograr esta capacidad de comprensión es necesario establecer un diálogo siempre abierto entre padres e hijos. El primer paso para esto es guiar a los hijos hacia su propia independencia. Es importante determinar cuándo el niño se encuentra preparado para dar el siguiente paso en su propio desarrollo. Gradualmente, el muchacho va adquiriendo mayor autoridad y autonomía para enfrentarse a la vida siendo él mismo el que deba resolver sus problemas.

El papel de los padres no es crear un lecho de rosas para su hijo, sino ayudarle a abrirse camino a través de las espinas. El desarrollo del temperamento se produce por medio de la interrelación del niño con su entorno. Es ahí donde los logros como también las frustraciones forman parte importante de la vida diaria.

La meta de encauzar al niño hacia su independencia no se limita a enseñarlo a controlar su esfínter o a vestirse solo, sino a desarrollar su autonomía, su capacidad de pensar independientemente y de enfrentarse a la vida y a los obstáculos para alcanzar sus objetivos.

La autoridad implica el respeto, la admiración y el amor que se ganan los padres formando bien al chiquillo y esta autoridad la ejercen los padres cautivando con su personalidad al muchacho. Un hijo requiere cariño, ternura, amor y respeto a su autonomía y a su propia individualidad. Un hijo requiere que sus padres lo consideren un ser independiente.

Que el Señor los bendiga a ustedes papás, que formen bien a sus hijos y en relación con esto les digo: Ámense mucho, pues ese amor influirá positivamente en los muchachos. Y no se olviden que el Señor los ama, que Jesús los quiere y que ¡CON DIOS, SOMOS INVENCIBLES!


Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f.

sábado, 5 de mayo de 2018

PRINCIPIOS DE SALUD MENTAL.




HAY QUE SER COMO NIÑOS PARA QUE EL REINO DE DIOS SE HAGA PRESENTE, dice Jesús.  Contempla a los niños jugando, tomando con toda seriedad la diversión, enfocando la atención en algo sencillo: un carrito tirado por una cuerda o un avioncito levantado con sus manitas junto a una  florida imaginación de  naves espaciales surcando el cielo o de héroes con grandes corazas luchando contra monstruos. Míralos cuando escuchan historias contadas por sus abuelos  o cuando ríen sin control por una travesura divertida; están metidos de lleno en lo que ven y escuchan, están viviendo el presente, “el ahora”, plenamente. Los niños tienen esa capacidad que nosotros hemos perdido: sumergirse en el momento presente y quedarse allí, olvidándose de todo el antes y después. 

 ESTAR ANCLADO EN EL PRESENTE ES UN PRINCIPIO DE SALUD MENTAL,  y además es lo  único que en verdad tenemos.  El recuerdo obsesivo del pasado, con toda su carga de remordimientos, frustraciones y resentimientos enferma el alma.  El estar pensando en el futuro, en lo malo que podrá ocurrir, en cómo ocurrirá, o en estar esperando algún gran acontecimiento que “me hará feliz”, me arrebata lo único que tengo, “el ahora”.  Y es en el presente donde puedo labrar mi historia de amor, mis ideales soñados y decir “te amo Señor”, elevando la mirada al cielo donde la verdad es belleza y la belleza es verdad. Es en el presente donde puedo dar el abrazo al hermano, dar un paso adelante en mi realización personal tomando una gran decisión,  leer un poema que me haga vibrar de emoción, ser solidario con el que necesita de mí, respirar hondo y relajar mi cuerpo.  El “si yo hubiera hecho” o “¿por qué no hice aquello?” y pasarme la vida atormentándome escarbando constantemente el pasado, o  repetirme “algo malo  vendrá a destruirme”,  obsesivamente temeroso de lo que podrá ocurrir, me quitan el estar viviendo lo único que tengo, “el ahora”. Todo esto al final enloquece al individuo. 

BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN, PORQUE VERÁN A DIOS. Si queremos contemplar al Ser Divino, al Señor que habita en nosotros, tenemos que limpiar el espejo que refleja la belleza de Dios. Tenemos que purificar el alma, hecha a imagen y semejanza de Él.  Si nuestro “yo interior” está manchado por malos pensamientos y deseos, sentimientos de rencor y odio, de envidia y de temor, no podemos ver al Dios que se refleja en el espejo del alma y no tendremos paz en nuestra vida. 

 Para Jesús en el contexto del pensamiento hebreo, “ver es igual que poseer”. “Por lo tanto, el que ve a Dios alcanza por esta visión todos los bienes posibles: la vida sin fin, la incorruptibilidad eterna, la felicidad imperecedera, el reino inmortal, la alegría ininterrumpida, la verdadera luz, el sonido espiritual y dulce, la gloria inaccesible, el júbilo perpetuo y, en resumen, todo bien”, (San Gregorio de Nisa). Ya en esta vida mientras más puro sea el corazón humano, más estará tocando esta realidad descrita, aunque de manera limitada,  que en el cielo será plena y por lo tanto más paz tendrá. 

TENER EL CORAZÓN LIMPIO DE TODO AFECTO DESORDENADO como la codicia, avaricia, celos, lujuria, odio, venganza, soberbia, nos permite contemplar la belleza de nuestra alma, en la que se refleja como en un espejo la presencia del Señor.  A Dios no podemos verlo tal y cual es en la tierra, porque moriríamos inmediatamente. Pero así como vemos la luz del sol reflejada en la luna, así al tener el corazón limpio, podemos ver a Dios en nosotros, algo de su infinita belleza.  “Si se esmeran con una actividad diligente en limpiar su corazón de la suciedad con que la han embadurnado y ensombrecido, volverá a resplandecer en ustedes la hermosura divina”, (San Gregorio de Nisa). 

RECUPERAR LA INOCENCIA PERDIDA,  volver a ser como niños, es igual a convertirse, a llenarse de Dios y encontrar  la paz que experimentábamos cuando éramos arrullados por el canto de la madre y acurrucados en sus brazos. Se vivía en el presente y no existían en el alma esos juicios condenatorios y esa morbosidad con que nos contaminó el mundo. Por eso perdimos la paz del alma. 

Ser como niños, implica tener su pureza, candor, sana ingenuidad, alegría, bondad y ternura. Ser como niños nos hace encontrar con naturalidad la presencia divina en nosotros y vivirla. Ser como niños nos hace dóciles al Espíritu, sencillos y austeros, transparentes y sin complicaciones, auténticos y alertas a todo lo que presenta “el ahora”. Ser como niños nos devuelve la paz y la cordura perdidas y con Dios eso es posible, ya que con Él somos invencibles.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f. 

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...