jueves, 30 de julio de 2020

¡QUÉ TRISTEZA ESTAR SORDO!


Sí, es duro para una persona que está sorda poder comunicarse. Se puede ir aislando y si es ya anciana sufrir mucho por no poder escuchar. Aunque ya hay sistemas auditivos que ayudan a esas personas a oír un poco o mucho. Todo depende de su grado de sordera. Aun así, hay otros medios de comunicación que la persona puede desarrollar más, como aprender a leer los labios, o el lenguaje de señas. La cuestión es no dejarse marginar y quedar a un lado en todo. La comunicación en un ser humano es fundamental.

Pero hay una sordera peor que la física. Es no querer escuchar, no interesarse por nada de los demás, no importarle la vida de nadie, no vibrar ante el sufrimiento del otro. No oír el clamor del pueblo que sufre. No escuchar el llanto de aquellos que necesitan de nosotros. Hacernos los sordos, mirar para otro lado, y dejar que los demás se pudran en sus problemas, porque no son los nuestros. Y todavía hay otra sordera peor, la de no escuchar a Dios, no permitirle que hable, que se nos manifieste. No querer saber cuál es su voluntad. No interesarse en nada de lo divino. Y ambas sorderas van juntas, porque Dios también se manifiesta a través de los demás. El pobre Lázaro estaba con los perros comiendo de las migajas que
caían de la mesa del rico Epulón. Y a éste no le importó. Y allí estaba Dios en ese pordiosero. Jesús dice que llamará al cielo al que dé de comer a un hambriento, beber a un sediento, ayudar a un necesitado, porque en esos estaba él.

Por lo tanto hay muchos sordos que hacen daño a la humanidad, sobre todo si tienen influencia en las decisiones colectivas. Esa sordera nos impide amar a la gente como debe ser, realizarnos como personas que sirven a otros. Eso nos empobrece y a la larga nos envilece. Nos hace caer en el pecado de omisión que tiene repercusiones tremendas en la historia. Jesús liberó a una persona que tenía un espíritu maligno que lo dejó mudo. Satanás no quiere que nos comuniquemos, que escuchemos, que nos expresemos, que tengamos ningún trato de amor con los demás. El diablo quiere aislarnos, hacernos individualistas y egoístas. Jesús echó fuera al demonio de esta persona y dice la Palabra que empezó a hablar, a comunicarse. El endemoniado quedó libre y pudo amar a los demás gracias a la comunicación profunda. No era cuestión de que simplemente hablara, sino que se comunicara con los otros. Y así fue, gracias al poder de Dios. No seamos sordos.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

viernes, 10 de julio de 2020

EL DESPRECIO DEL SER HUMANO




Una de las cosas tan antiguas en la historia de la humanidad ha sido la de despreciar a las personas por diferentes motivos: deficiencia física, raza, creencias, posesiones, nacionalidad, conducta moral. El desprecio consiste en el repudiar a una persona o grupo por condiciones consideradas negativas y puede llevar a rechazar, no tratar, expulsar, marginar, encarcelar, golpear o matar. El que desprecia se pone por encima del otro, se considera superior o mejor, y es capaz de humillar, insultar, ofender. Jesús, nada más nacer, fue despreciado y odiado por ser el mesías nacido en Belén. En su vida pública fue despreciado porque no pertenecía a la casta rabínica, farisea, o saducea y además por ser judío, en este caso por los romanos. Fue despreciado al ser acusado falsamente de subversivo, loco, endemoniado y mentiroso. También porque comía en casa de pecadores y se dejaba rodear por ellos. Fue despreciado por morir colgado en una cruz, señal de que Dios lo había abandonado y castigado.

Jesús sabe de toda clase de desprecios y él se identifica con todos los despreciados, marginados, torturados y asesinados. Por eso está muy cercano a los pobres y miserables, a los presos, a los enfermos en los hospitales, a los calumniados y rechazados. Y él quiere consolarlos, pero para eso Jesús debe ser conocido y amado. Sin evangelización la gente no conocerá a Jesús. Jesús sufrió en carne propia toda clase de desprecios identificándose con todos los maltratados de la historia. Todo lo que vivió en su pasión: juicio injusto, torturas, comparación con Barrabás, gritos e insultos del populacho, condenación al castigo de la cruz y el sufrimiento físico y moral estando ya colgado en el madero, nos habla de un Jesús despreciado, varón de dolores, martirizado. Fue víctima de un terrible odio, discriminación, prejuicios, y por eso lo asesinaron en la cruz.

Como cristianos debemos luchar contra toda forma de desprecio racial, económico, político y religioso. Todavía hay mucho racismo y clasismo, y también fanatismo religioso y político. La gente pobre y miserable es despreciada por todos los poderes de este mundo. Y como no pueden defenderse, experimentan toda clase de injusticias. En verdad la creación entera gime con dolores de parto y espera la manifestación de los hijos de Dios. Vivimos en un mundo donde los despreciados son una multitud. En el seno de tantos hogares se vive el desprecio de los cónyuges entre sí, de padres a hijos y viceversa, por ejemplo. No podemos despreciar a nadie, nunca. Más bien apreciar las cualidades de cada uno, no importa su situación. Toda persona está hecha a imagen y semejanza de Dios y merece respeto. El que desprecia se hace daño a sí mismo.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f. 

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...