Sí, es duro para una persona que está sorda poder comunicarse. Se puede ir aislando y si es ya anciana sufrir mucho por no poder escuchar. Aunque ya hay sistemas auditivos que ayudan a esas personas a oír un poco o mucho. Todo depende de su grado de sordera. Aun así, hay otros medios de comunicación que la persona puede desarrollar más, como aprender a leer los labios, o el lenguaje de señas. La cuestión es no dejarse marginar y quedar a un lado en todo. La comunicación en un ser humano es fundamental.
Pero hay una sordera peor que la física. Es no querer escuchar, no interesarse por nada de los demás, no importarle la vida de nadie, no vibrar ante el sufrimiento del otro. No oír el clamor del pueblo que sufre. No escuchar el llanto de aquellos que necesitan de nosotros. Hacernos los sordos, mirar para otro lado, y dejar que los demás se pudran en sus problemas, porque no son los nuestros. Y todavía hay otra sordera peor, la de no escuchar a Dios, no permitirle que hable, que se nos manifieste. No querer saber cuál es su voluntad. No interesarse en nada de lo divino. Y ambas sorderas van juntas, porque Dios también se manifiesta a través de los demás. El pobre Lázaro estaba con los perros comiendo de las migajas que
caían de la mesa del rico Epulón. Y a éste no le importó. Y allí estaba Dios en ese pordiosero. Jesús dice que llamará al cielo al que dé de comer a un hambriento, beber a un sediento, ayudar a un necesitado, porque en esos estaba él.
Por lo tanto hay muchos sordos que hacen daño a la humanidad, sobre todo si tienen influencia en las decisiones colectivas. Esa sordera nos impide amar a la gente como debe ser, realizarnos como personas que sirven a otros. Eso nos empobrece y a la larga nos envilece. Nos hace caer en el pecado de omisión que tiene repercusiones tremendas en la historia. Jesús liberó a una persona que tenía un espíritu maligno que lo dejó mudo. Satanás no quiere que nos comuniquemos, que escuchemos, que nos expresemos, que tengamos ningún trato de amor con los demás. El diablo quiere aislarnos, hacernos individualistas y egoístas. Jesús echó fuera al demonio de esta persona y dice la Palabra que empezó a hablar, a comunicarse. El endemoniado quedó libre y pudo amar a los demás gracias a la comunicación profunda. No era cuestión de que simplemente hablara, sino que se comunicara con los otros. Y así fue, gracias al poder de Dios. No seamos sordos.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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