lunes, 22 de abril de 2019

TRASCIENDE, ELÉVATE.


No nacimos para vivir estancados en los niveles normales de la materia, el tiempo y el espacio. Somos espíritus encarnados, almas en un cuerpo, donde ambas realidades se unen y se hacen una, en la persona que somos cada uno. El gran error nuestro es acostumbrarnos a movernos en la atmósfera y ambiente de lo palpable y tangible, y quedarnos allí. Como haría cualquier animal. Y eso es lo que ocasiona vivir más desde los instintos, pasiones, lo inmediato, lo simplemente gratificable. Por eso tantas contiendas, guerras, tanta violencia. Igual que actuaría un lobo peleándose un pedazo de carne, o defendiéndose si es agredido, o echando a otros lobos de su territorio, así actúa el ser humano sino se trasciende.

¿Y qué es trascender? Mirar hacia dentro y profundizar en un espacio interior sin límites, y sentir la presencia de alguien que está ahí, y que es infinito. Mirar hacia arriba y ver un cielo de miles de galaxias, constelaciones, agujeros negros y billones de estrellas. Y preguntarte: ¿quién hizo todo eso? Y mirar a los lados y ver a otros seres humanos que piensan, aman, sufren, esperan, creen. Y además contemplar una naturaleza variada de montañas, árboles, plantas, flores, ríos, mares, y preguntar: ¿quién está detrás de todo esto, sosteniéndolo, guiándolo? 

Trascender es encontrarle un porqué a toda la creación, viendo con los ojos del alma la presencia de Alguien que da sentido a todo, que lo creó y lo está conduciendo a una mayor plenitud. Trascender es estar haciéndote preguntas y desde el fondo de tu alma irte respondiendo. Lógicamente tus respuestas estarán iluminadas por el Espíritu, que de una manera u otra te va guiando.

Trascender es congregarte en una comunidad cristiana donde te inicien y te consoliden en los misterios de la fe, desde la enseñanza de los maestros, la reflexión bíblica y el magisterio de la Iglesia, la vivencia de los sacramentos y la vida comunitaria. 

Trascender es ver todo con los ojos de Dios, dando un sentido al sufrimiento, los golpes de la vida, la alegría, el amor, el triunfo, el fracaso, las pérdidas y los éxitos. Trascender es no quedarte en el lodo del camino, atascado, sin poder moverte, hundiéndote en la arena movediza de lo inmediato y material.

Trascender es luchar buscando un objetivo que sea más grande que lo concreto y palpable de la tierra. Es ampliar la mirada y elevarte y ver un horizonte infinito, donde está el fin de nuestra vida, donde estaremos para siempre gozando del misterio santo de lo divino.

Trascender es reconocer que no somos totalmente de aquí, sino que esto es un paso, una peregrinación hacia el lugar donde todo será transformado, glorificado, resucitado.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

jueves, 11 de abril de 2019

¿POR QUÉ TANTO AMOR SEÑOR?


Cómo es posible con lo mal que te hemos tratado Señor que seas tan bueno con nosotros. Desde el principio de la humanidad con Adán y Eva, Caín y Abel y con tantos crímenes e idolatrías, con tantas ofensas que te hemos hecho, y nos sigues amando, perdonando, tratando con misericordia. Tu paciencia es infinita. Sigues creyendo en nosotros con todo el daño que hemos hecho. Como humanidad en la historia hemos cometido tantos crímenes: guerras que han diezmado pueblos enteros, tanto entre naciones como internas. 

Holocaustos son muchos, acabando con etnias o creyentes de religiones diversas, y hasta en tu nombre hemos eliminado a tanta gente que no pensaba o creía como nosotros. Y luego la injusticia social tan espantosa, convirtiendo la tierra en feudos de países y grupos de élite, siendo éstos pocos y enriquecidos al máximo, dejando a mayorías en la total indigencia. Estamos arruinando el planeta tan hermoso que nos regalaste para que viviéramos. Lo estamos convirtiendo en un desierto. Los polos empiezan a derretirse y las aguas crecerán en los mares y vendrán más maremotos e inundaciones. Todo para aumentar las riquezas de naciones y grupos, que sin importarles nada el futuro del planeta, acaban con los bosques, producen en las fábricas tanto veneno que contaminan el aire que respiramos e infectan los ríos y mares.

Señor ten misericordia. No te canses de perdonarnos. Somos los asesinos de nosotros mismos, porque caminamos hacia un abismo de aniquilación colectiva, movidos por la inmoralidad, codicia, avaricia, odios y rencores, haciéndonos creer que lo malo es bueno, que lo antinatural es natural, que matar niños antes de nacer es derecho de la mujer y que tenemos el derecho de acabar con los viejos.

Señor perdónanos porque le hemos quitado desde siempre a la mujer las oportunidades de realizarse en plenitud convirtiéndola en esclava del hombre. Señor te pedimos que tengas paciencia de nosotros como humanidad, que te hemos cambiado por los ídolos del dinero, del poder y del tener.

Señor, te damos gracias porque tu respuesta la vemos en la cruz: te dejaste colgar del madero para inmolarte, pagando el precio del rescate por nuestra liberación del pecado y así salvarnos. En la cruz nos hablaste y nos hiciste ver que tu amor es infinitamente mayor que nuestros pecados. Que no habrá maldad en el mundo que te haga cambiar tu decisión de darnos nueva vida, de abrirnos las puertas del cielo. Que nos sigues amando aún y a pesar de todo. Que siempre nos das la oportunidad, mientras estemos vivos, de cambiar, de arrepentirnos, de buscarte a ti. Gracias Señor por tu sacrificio en la cruz. Amén.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...