martes, 22 de diciembre de 2020

QUE NO MUERA LA ESPERANZA.


Que no muera la esperanza en ti, porque es el motor que mueve la historia, el impulso y la fuerza divina que está inmerso en todos los seres humanos, no importa su condición religiosa y cultural. No importa la época de la historia que le haya tocado estar a cualquier persona. Eso está inscrito en nuestro ADN, porque así nos creó el Señor. Al ser hechos a su imagen y semejanza, sabiendo que nuestro Dios es el de la esperanza plena, además de ser el amor absoluto, con poder y sabiduría eterna, llevamos en nuestro ser el deseo de la eternidad, de la plenitud total, del encuentro eterno con Dios. Ese deseo lo llevamos en el alma y nadie nos lo podrá borrar. Otra cosa es que confundamos el fin del deseo, y nos enredemos con los ídolos del mundo, que son de barro con apariencia de eternos, y creamos que nuestro deseo de trascendencia se encontró con su ideal, y caigamos en derrotas terribles a nivel humano, comunitario y hasta universal. Porque el final es siempre el mismo, frustración y gran tristeza, por el vació que deja la adoración de ídolos falsos.

La esperanza hace que la humanidad después de desgracias terribles como la devastación de dos guerras mundiales con más de 40 millones de muertos, la guerra civil española con un millón de fallecidos, y miles de guerras civiles e internacionales que se han dado en el mundo y que todavía hoy se padecen, crea en un mundo mejor y se levante. Tremenda desolación con ciudades enteras arrasadas, economías arruinadas, millones de muertos, y países derrotados y también los vencedores golpeados por la guerra, y aun así la humanidad decide, porque le nace de dentro, y es lo divino que está impreso en cada alma, levantarse, reconstruirse, empezar de nuevo. Y se logra la recuperación. Y así ha pasado siempre.

Después de aniquiladoras pestes que han azotado al mundo, los pueblos se levantan, las naciones “sacuden el polvo de sus miserias”, y logrando vencer las pandemias, se sigue adelante. Devastadores terremotos y tsunamis destructivos no han doblegado a la humanidad. Y a nivel personal igual. Personas que han sufrido enfermedades terribles, adicciones espantosas, desgracias familiares y económicas grandes, han creído que había un futuro mejor, y han luchado, han perseverado en su combate y han vencido. Es la esperanza, que es virtud teologal, que nos hace creer gracias a la virtud de la fe que hay salvación, hay eternidad, hay cielo, hay Dios que nos espera, y nos hace luchar día y noche por el reino de Dios. La esperanza es el mismo Dios en nosotros que nos impulsa a seguir adelante pase lo que pase.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f. 

domingo, 6 de diciembre de 2020

¿POR QUÉ SEÑOR?


¿Por qué Señor te rechazamos tanto? ¿Por qué no queremos saber de ti cuando tú todo lo hiciste por nosotros? Andamos consumiéndonos tristemente en el vaivén de la vida, dando tumbos entre ruidos y ruidos, conflictos, fiestas, preocupaciones, angustias, gritos, insultos, intrigas, búsqueda de dinero, de fama. Nos encanta estar “salidos” de nosotros mismos, como cachorritos corriendo y buscando comerse una lagartija, o perseguir a una mariposa, o buscar un hueso enterrado. Sí, salidos de nuestro centro interior, avocados a la superficie, a lo que exterior, sólo pendiente de lo que ocurre fuera de nosotros y por eso somos tan superficiales, y cómo se nota eso en nuestras conversaciones y actuaciones.

Al salir de nuestro ser profundo con tanta facilidad, como escapando del único lugar seguro, y echándonos a la guarida de los leones del mundo, con tanto entretenimiento, enfrentamientos, contiendas, escándalos, lucha por el poder, sin volver a entrar en ese castillo interior donde reside Dios y encontramos la paz, nos vamos desmoronando poco a poco.

Señor, auxílianos, que perecemos. Que nos vamos convirtiendo en presa fácil de poderes muy grandes que nos manipulan y nos hacen pensar a su manera. Vamos repitiendo eslóganes absurdos: “primero yo, primero mi clan, mi grupo selectivo. Lo importante es el dinero, las apariencias. Tener muchas cosas. Acaparar, poseer como fuera”. Nos dicen cualquier cosa por los medios y nos la creemos. Nos afiliamos a un bando ideológico o a otro, y nos convertimos en fanáticos. Odiamos todo lo contrario. No pensamos con sentido crítico, sino que repetimos lo que nos dicen.

Señor, ayúdanos a tener un tiempo y un espacio para nosotros mismos. A detenernos en el camino, hacer un alto y respirar hondo, quedarnos quietos, abandonar el ruido y las prisas. A estar a solas con nosotros mismos. Porque si no, vamos enloqueciendo, oscureciendo nuestra mente, ahogados en nuestra desesperación. Necesitamos el silencio para volver a ser nosotros mismos, a pensar, meditar, analizar, volver a ver de otra manera la realidad. Necesitamos el silencio para orar, para acercarnos a ti, para estar contigo. Necesitamos el silencio para vivir de verdad.

Señor, nos arrodillamos ante ti y te pedimos perdón por haber abandonado nuestro centro interior, y habernos despersonalizado de manera tan cruel. Nos hemos convertido en tontos útiles de los poderes del mundo. Somos como marionetas que pensamos, vestimos, comemos, nos divertimos, como otros quieren que lo hagamos. Perdimos el criterio propio, y te perdimos a ti. Andamos como barco a la deriva, sin rumbo fijo, movidos por los vientos de los intereses de otros. Señor auxílianos que perecemos. Amén.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...