Ay pueblo mío de astutos políticos “racatacas”
que reparten comida y guaro para conseguir votos,
y cuando suben se comen el queso de todos
devorándolo con ansias de insaciables ratas.
“Que yo soy el mejor. Que tengo la varita mágica,
que conmigo no hay hambre y se acabó la corrupción”,
para terminar metidas las manos en el concolón,
repartiendo la comida para los suyos primero,
y dejando las migajas para el pueblo pendejo.
Y así pasan el tiempo de su vida más fructífero
calentando sillas de los congresos o cualquier puesto,
sin sudar la gota gorda ni arremangarse la camisa
negociando trampas y acumulando dinero,
amparándose cual fariseos asistiendo a misa
y dando limosnas de víveres y gorras de partido
para promover la cultura de los míseros,
los que son mendigos de las migajas de los vivos,
de aquellos que engrosan mucha plata con su verbo bandido.
Qué lástima, la política como el arte de gobernar
debería ser llevada por personas de moral probada,
por hombres y mujeres sabios y de trayectoria sana,
capaces de dirigir el país por una prometedora era
de trabajo, educación, solidaridad y bonanza.
Y claro, de esos los hay y por ellos hay que votar,
para salvar a la Patria de la ruina total.
La política es tan necesaria como la vida empresarial,
y ambas son como los brazos del orden social,
y cuando hay buenos políticos con grandes ideales
que aman a su patria y son honestos en sus andares,
y trabajan por el pueblo para que tenga bienestar,
el país abunda en pleno bien común porque están
los dignos dirigentes llevando los estandartes
del progreso, la paz, el trabajo y la libertad.
Fuente: Libro CLAMOR ENTRE LLAMAS
Autor: Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.
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