lunes, 11 de octubre de 2021

MEJOR ANDAR LIGERO DE EQUIPAJE


En esta marcha ascendente hacia la cumbre de nuestras metas, como cualquier alpinista o montañista, mejor andar con el menos peso posible. Los corredores emprenden sus carreras con la ropa y zapatillas menos pesadas. La velocidad dependerá de los músculos, forma de correr, entrenamiento y poco peso. Hay cargas inútiles que pesan mucho en la vida: nuestras preocupaciones que se convierten obsesiones. Siempre tienen que ver con posibles pérdidas y alimentan miedos que al final paralizan. Los miedos son como fantasmas mentales que merodean el castillo de nuestra alma, apareciendo en cualquier momento y asustando. Hay que andar ligeros de equipaje, y por eso hay que romper los apegos a personas y cosas. Verlos como lo que son, seres queridos y significativos en nuestras vidas, pero que siguen su camino, son posesión de Dios y tienen un tiempo en la tierra, como todos, y que acabado su trayecto, volverán a la Casa del Padre. Las cosas son perecederas. Así como nacieron morirán, y están para ser usadas con responsabilidad pero sin apegarnos a ellas. No son imprescindibles aunque necesarias. La casa, la computadora, el dinero que usamos, inclusive un cargo u oficio, son parte de nuestro quehacer, pero no son la esencia de lo que somos.

Para andar ligeros de equipaje hay que soltar las amarras al concepto de la posesión: “eso es mío”. Quitado de la mente y el corazón la idea obsesiva de que las cosas son mías, de mi propiedad, y que son ellas parte de mi ser, y lo que es peor, sin ellas no puedo vivir, puedo escalar con más libertad y agilidad la montaña de mis sueños convertidos en metas. Las cosas que tengo me las han dado para administrarlas y de la mejor manera. Dios y la sociedad me dan cosas, cargos, responsabilidades que debo llevar bien, pero que así como llegan se van. El no apegarse a las cosas, en verdad a nada, me permite andar por la vida sereno, tranquilo, con menos sufrimientos. Y me permiten ir más ágil y alcanzar las metas que me propongo.

Por otro lado el acumular implica tener que cuidar, proteger y estar pendiente de cada cosa, ocupando parte de mi tiempo con el desgaste que implica en estar velando por bienes que a la larga no me darán felicidad ,paz, ni alegría. Lo mejor es tener lo necesario para vivir y compartir lo que no voy a usar y así ayudar a otros. Eso me da una gran satisfacción interior y me anima a caminar más rápido. La codicia y la avaricia hacen mucho daño. Pidamos al Señor nos dé el desapego necesario para vencer el peso muerto y subir la montaña.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

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