Oiga, cuidado, que Dios no es un Dios de bolsillo que usted lleva como su amigo de parrandas, o su amuleto cuando hay problemas, el que maneja a su antojo y que para que vean que usted es cristiano, saca usted a relucir con bonitas palabras y huecas invocaciones. No es por lo tanto una marioneta de
circo que entretiene al hermano incauto que usted engaña con historietas vanas, usando su nombre en vano para sacar dinero manipulando a los que sufre a través de sus emociones.
Tampoco Dios es una máquina traga níquel que con novenas y fugaces promesas, le quieres sacar el milagro sin fe ni ganas de cambiar creyendo que religión es un asunto de compra y venta, donde Dios espera la limosna, el rezo o la penitencia para enviar desde el cielo el producto del pago tuyo como simple empresa.
Dios tampoco es el habitante permanente de un flotante castillo aislado de la gente, que mira indiferente el pasar del tiempo mientras se sufre y se muere, se pasa hambre y se crucifica al pobre y al indigente, se margina al vulnerable e indefenso y se enriquece el que tiene el poder del oro y de las armas mientras Dios se entretiene y se duerme.
Dios tampoco es el juez implacable y vengador que con su calculadora y libro de cuentas está sumando sin avisar todas las faltas y pecados cometidos, para al final dar rejo parejo para que entienda el pecador que con Él no se juega. Tampoco es el que aparece cuando yo estoy mal como dios tapa agujero y que invoco de mil maneras para que me resuelva mi problema, como estación de bomberos que se pide para apagar un fuego y que luego desaparece hasta que vuelvo y lo invoco porque lo necesito.
Dios no es el dios elitista que solo se fija en los que tienen corona o nacieron en cuna de oro, o son blancos o de alcurnia, o de tal fe o postura ideológica, que fueron elegidos como favorecidos para tener siempre los tronos y comer los más ricos banquetes, estar en los primeros puestos y recibir de El las más grandes bendiciones.
Nuestro Señor es el padre creador, el hijo redentor y el Espíritu Santo consolador, tres personas y un solo Dios, misericordioso y providente, que ama a todos por igual, y que busca que toda la gente se acerque a su corazón, se reconcilien y sean solidarios y que busque que este sea un mundo mejor, donde todos se respeten.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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