lunes, 24 de junio de 2019

EL CULTO A PERSONAS O GRUPOS.

Claro que nos gusta seguir al vencedor y en algún aspecto, sin saberlo, darle un culto solapado. Sea nuestro equipo de fútbol, de beisbol, el gran tenista o boxeador, por supuesto el partido político al que pertenecemos. Un líder político puede ser fácilmente endiosado y su nombre elevado a un sitial casi celestial. Y claro, si triunfa nuestro equipo de futbol, nos sentimos más importantes porque vencimos a otro. Hay un sentido corporativo en las apreciaciones personales, y por eso decimos que “ganamos el partido de beisbol”. Pero en definitiva lo que importa es tener poder, aunque sea puramente simbólico, porque los que ganaron fueron los jugadores y los que recibieron el premio y los sueldos fueron ellos. El gran éxito de estos deportes y el negocio millonario consiste en hacernos pensar que ellos los jugadores somos nosotros, que estamos jugando “sentados en el sofá” con ellos. Y al ganar ellos, o perder,somos nosotros los que ganamos o perdimos.

Claro que no está mal seguir un equipo de fútbol, o ser miembro de un partido político. Pero todo debe tener la justa proporción. Lo que no es bueno es caer en el fanatismo endiosando a cualquier grupo humano o persona que destaque. Veamos lo que pasó con Hitler. Toda la propaganda nazi lo hacía ser un personaje con atributos casi sobrenaturales. Llevo a todo un pueblo a un suicidio colectivo. Alemania se peleó con toda Europa, menos con Italia, su aliado, y España, que se mantuvo al margen. Y para rematar se metió con Estados Unidos. Y fue derrotada y aniquilada y su país dividido y ocupado por los aliados. Un pueblo tan culto cayó en el gravísimo error de endiosar a una persona y terminar siendo fanáticos de ese hombre y de sí mismos, cayendo en el racismo más atroz. Y les llegó la más grande desgracia.

¿Cómo ver todo desde la más justa perspectiva? ¿Cómo comprender que nada en la tierra es perfecto ni absoluto? Que toda persona humana es finita, vulnerable, con defectos, que tiene cosas buenas y otras malas. Que no hay corporación que reúna todos los atributos que la hagan perfecta. Que donde esté lo humano está flaqueza, el fallo, inclusive lo malo. Que toda idolatría es aniquiladora en sí misma. Que sólo Dios es perfecto, tiene todo el poder, es bondadoso, santo, sabio, misericordioso de manera infinita. Que no se puede uno pelear, y menos matar por defender los colores de un equipo de fútbol, de un deportista, cantante o líder político. Que Jesucristo es el único invencible, eterno, glorificado y santo. Que por él sidebemos ofrecer todo lo que somos. Porque sólo él salva.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

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