viernes, 29 de septiembre de 2017

CON LA FE EN ÉL MOVERÁS MONTAÑAS

El poder de la fe en las crisis. Realmente somos más débiles de lo que creemos. Cuando vienen las pruebas fuertes en la vida  y parece que se “nos mueve el piso” y todo se derrumba, sólo la fe en Él nos sostiene, nos fortalece y nos indica el camino para superar los obstáculos que se presenten.  Sólo Él tiene todo el poder y la gloria. Su fuerza y sabiduría es infinita.  Todos hemos experimentado momentos en la vida donde hemos sentido la fuerza infinita de Él que nos ha sostenido, iluminado, dándonos energía para continuar el camino.  Sobre todo en las pérdidas de seres queridos, de bienes materiales, en las crisis espirituales, en los momentos de angustia provocados por miedos y en cualquier situación conflictiva, invocar su nombre, profundizar en la oración, leer intensamente la Palabra, vivir los sacramentos y esperar todo de Él nos hace realmente triunfadores  en las pruebas. “Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, Rom 8,37.  El Señor no siempre va a impedir que pierdas algo importante, sino que te dará la fuerza para poder seguir adelante por la vida aún sin eso que perdiste.  Ahí está la clave del asunto.    
En toda crisis profunda siempre aparece la angustia, la desesperación, la idea  de que no hay nada que se pueda hacer, de que todo se derrumbó y es cuando al invocar el nombre del Señor con profunda fe y oración continua se siente el vigor, la luz, la paz que da el Señor. En medio de la tempestad viene la calma, en medio de la oscuridad llega la luz.  Es cuando aparece Él en todo su esplendor, sosteniéndote, animándote y llevándote en sus brazos.  Es cuando viene la paz que el mundo jamás podrá darnos y nos inunda y la serenidad florece y la Presencia Divina toma posesión más intensamente de nuestras vidas y se hace un diálogo más intenso con el Creador y Salvador nuestro. En el momento de la gran prueba viene el impulso divino que nos hace crecer espiritualmente más.
Hay una inteligencia y poder infinitos. No dudes nunca del Señor y de su infinito poder.  El Cardenal Newman dijo: “Nada es demasiado difícil de creer acerca de Aquel para quien nada es difícil de hacer”.  Él no sólo creó todo de la nada, sino que lo sostiene y lo hace crecer y expandirse. Echar una mirada desde nuestra pequeñez y ver cómo el universo sigue extendiéndose y los cientos de miles de galaxias y constelaciones, las nebulosas y los agujeros negros y las distancias de años luz no se pueden medir ni calcular, nos hace exclamar: “Cuando contemplo el cielo obra de tus manos y las estrellas que has creado, pregunto: ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a las ángeles, lo rodeaste de mando y potestad, todo lo sometiste bajo sus pies…Señor, soberano nuestro, tu nombre domina toda la creación”, Salmo 8,3-9.
Nuestro sistema solar se pierde en el conjunto de miles de millones de estrellas.  Nos sostiene vivos un misterio de energía bioquímica y física que funciona en un equilibrio perfecto.  Tanto el microcosmos que es cada uno de nosotros, con los millones de células funcionando de manera sincronizada manteniendo el sistema cardiovascular, la estructura ósea y muscular, los órganos y el  cerebro en perfecta coordinación, como el macrocosmos en donde todo ese mundo de planetas, soles, galaxias y constelaciones se relacionan como un complejo reloj y nada se sale de su órbita establecida, todo está  sostenido por   una inteligencia y poder infinitos.  Esa presencia divina que no tiene límites en su omnipotencia para nosotros tiene un nombre: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios y tres personas divinas que están siempre pendientes de nosotros.  
“En esto consiste en efecto, la fuerza de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles; creer sin vacilación lo que no puede alcanzar nuestra mirada”, dijo San León Magno.  Jesús proclamó: “Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto”, Juan, 20,29.  También nos manifestó: “Porque ustedes tienen muy poca fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque solo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirían a este cerro: ´Quítate de aquí y vete a otro lugar´, y el cerro se quitaría.  Nada les sería imposible.”, Mt 17, 20.  Por lo tanto, que “su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno”, Ef 6,16 y con Dios ustedes serán invencibles.

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

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