jueves, 17 de agosto de 2017

LUCHEMOS POR SER PERSONAS EQUILIBRADAS



Queremos ayudarlo a vivir en armonía, por eso, le ofrecemos estos consejos:
NO PIERDA TIEMPO EN VENGARSE: El deseo de vengarse trae al cuerpo y al  alma grandes males. “Mío es el castigo y no cedo a otros el poder de venganza” dice el Señor. ¿O es que creemos que los que hacen el mal se quedarán sin castigo divino? El Señor hará beber hasta la última gota de la copa de la amargura a los que se dediquen a obrar el mal. Para estar sanos es necesario evitar cualquier sentimiento de venganza. Padecerlo nos agota el cerebro, debilita el sistema nervioso, desfigura el rostro, acorta nuestra existencia y nos envejece antes de tiempo. Cuando Jesús dijo: ´´ Perdonen 70 veces siete ´´ (MT.18, 21-22), nos estaba dando una receta divina para no padecer de alta presión sanguínea, palpitaciones y ataques al corazón.
ESTÉ ATENTO AL NACIMIENTO DE DESÓRDENES MENTALES: Debe estar atento usted a todo brote de conflicto emocional, con síntomas claros de angustia, desesperación, ataques de ira sin razón clara, desánimo prolongado, miedos irracionales que aparecen poco a poco, y otros. Estos conflictos de la mente traen como consecuencias físicas, arritmias, manos sudorosas, subidas de presión arterial, “nudos en la garganta”, respiración acelerada, cansancio no real, dolores en la boca del estómago y otros. Tiene usted que luchar para ser una persona equilibrada, que vive en armonía interior. Quiero retratar brevemente la diferencia entre una persona que vive en paz y otra que se desgasta en conflictos emocionales dañinos.
LA PERSONA EQUILIBRADA acepta las penas, desdichas, calamidades y contrariedades de la vida con calma y serenidad. Después del primer golpe duro y pesado, comienza el proceso de asimilar la contrariedad y pensarla en términos de “todo es relativo menos Dios” y comienza a reponerse poniendo todas sus energías en recuperar su armonía interior. La persona neurótica estalla con arranques de ira a la menor contrariedad. No acepta la realidad y quiere imponer  su voluntad a lo que ya es irremediable, sea negando lo que sucedió o echando la culpa a todos y cultivando enojos continuos que en nada solucionan el problema.
LA PERSONA EQUILIBRADA se siente demasiado ocupada en la vida para dedicar el tiempo a lamentarse y a sentir lástima de sí misma. Asume su responsabilidad en todo lo que le compete y llena de valor prosigue la consecución de sus metas sabiendo que no todo saldrá como él quiere.  La desequilibrada  vive quejándose de sí misma y de los demás. Su vida es una sinfonía de lamentos. Piensa que es una persona buena y que todos se han confabulado para hacerle la “vida imposible”.  Siempre tiene motivos para tener disgustos y acusar a otros de sus “desgracias”.
El EQUILIBRADO se siente contento de estar viviendo. Sabe que la vida es un “don o gracia de Dios”, un regalo que debe aprovechar. Busca ver el lado bueno de la existencia y aunque es realista, no magnifica lo negativo, no lo pone en primer lugar en sus pensamientos, sino que elige ser positivo en todo .El que no tiene armonía interior  siente un deseo sutil de desaparecer. Ve la vida como una “carga”, casi como una maldición. Siempre está recordando lo malo que le ha pasado y no agradece lo bueno que tiene y que le han dado. Es una persona mal agradecida y cree que lo que tiene, lo ha conseguido por sí mismo.
La persona equilibrada sabe manejar sus impulsos. Intenta ser dueño de sí mismo y controla su energía negativa, transformándola en positiva. No deja que la ira, la lujuria, la tristeza se conviertan en sus dueños. La persona desordenada emocionalmente “sufre” de ataques de rabia, o de desánimo y aparece como una persona inestable, esclava de su mundo interior caótico y puede cometer muchas imprudencias y hasta desgracias.  De hecho los impulsos son ciegos y conducen a cometer torpezas.
El equilibrado tiene un sano sentido del humor, sabe que lo importante no es que no llueva, sino que “el agua no se meta por el cuello”; por eso, abre el paraguas de la paciencia y acepta los infortunios del presente e intenta traducirlos  como algo constructivo. El sabe que la cuestión no está en el “suceso en sí”, sino en la actitud que no asume ante lo negativo. Desarrolla pues el hábito del humor y es capaz de reírse de algunas circunstancias negativas y hasta de sí mismo. La cuestión está en no tomar demasiado en serio muchas pequeñas cosas negativas. En cambio el que no tiene armonía interior todo le afecta, todo lo enoja, está siempre protestando, criticando y malhumorado.
Todos sabemos que hay muchas cosas que no podemos cambiar. Que estamos en un mundo “no hecho a la medida de nadie” y que la realidad está cargada de pecado, negatividad, injusticias y que nos toca trabajar duro para cambiar las cosas, pero también saber aguantar, resistir y seguir adelante, pase lo que pase. Una persona que vive en armonía interior le da las cosas su justo valor y luchando por hacer de este mundo, un lugar mejor, es consciente de que lo negativo y la oscuridad acompañarán siempre a la humanidad en su trayecto hacia la Patria celestial y confía, tiene la certeza, de que al final el triunfo será del Señor, ya que con El todos somos invencibles.
Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

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