sábado, 12 de agosto de 2017

¿ERES CRISTIANO SIN ORAR?



Cristo Jesús es nuestro modelo en todo.  Es el Camino que lleva a la Vida.  Tener los mismos sentimientos que Cristo nos conduce al Corazón del Padre. Jesús oró continuamente al Padre. Pedía, alababa, daba gracias y en los momentos  más dramáticos, en la cruz, llegó hasta interceder por sus asesinos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”,( Lc 22,32). Era una constante esa referencia orando al Padre  y lo llamaba de la manera más cariñosa, “Abba”, (papá) y todos los grandes actos de la vida de Cristo están precedidos de esa invocación intensa a su Padre.  Y le encantaba retirarse a solas a orar y así gozar más íntimamente de la presencia de su Padre.

Sin oración no eres cristiano, discípulo de Jesús.   Por medio de ella te acercas más al Señor y por su misericordia te haces uno con Él. La oración es necesaria para resistir la tentación, obtener los dones necesarios para servir, la iluminación para caminar por el camino recto, recibir la paz que el mundo no puede dar, obtener el perdón y también para perdonar, fortalecerte para aceptar la voluntad de Dios; la oración es imprescindible  para ir muriendo a uno mismo y purificarse de los pecados cometidos. Sin oración no hay vida cristiana. Y la Iglesia no es tal sin oración. Recibió el Espíritu Santo en Pentecostés estando en oración. Y gracias a la oración por la cual vive en el Espíritu puede predicar, profetizar,  convocar y conducir comunidades a lo largo de la historia.   La Eucaristía y demás sacramentos son oración en el marco de la liturgia de la Iglesia. La oración lleva al encuentro con el Señor.  Sin encuentro con Dios no hay vida cristiana.  

La oración es la elevación del alma a Dios, (San Juan Damasceno), una dulce conversación entre la criatura y su Creador, (Cura de Ars)  y un acto de adoración a Dios por el que uno se dirige a su Creador con ánimo de alabarle, (Orígenes). Es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor, (Beato Juan Pablo II). La oración es el medio necesario y seguro para conseguir la salvación y para obtener todas las gracias necesarias para ser santos, (San Alfonso de Ligorio).  La oración agranda el corazón y lo hace capaz de amar a Dios y es una degustación anticipada del cielo,( Cura de Ars). La oración es la llave de los tesoros de Dios; es el arma del combate y de la victoria en toda lucha por el bien y contra el mal, (Pio XII). Cuando hablamos con Dios en la oración, Nuestro Señor Jesucristo ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios, (San Agustín).

La oración no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios, (Tertuliano). Por muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la dicha de soportarlas enteramente resignados a la voluntad de Dios; y por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración, las dominaremos, (Cura de Ars).   Pero para que la oración surta efecto debe hacerse con fe, con profunda humildad y amor, reconociendo que sin Dios nada somos.  “No todos los deseos y afectos llegan a Dios, sino solamente aquellos que nacen con amor verdadero”, (Juan de la Cruz).

Y no es cuestión de decir muchas cosas y sin pensarlas, ya que Jesús nos indica que hay que apartarse, no hablar mucho, y elevar el corazón a Dios que ve en lo interior. “Al orar no hemos de recitar palabras huecas, sino que hemos de hablar dignamente con Dios,” (Orígenes).  Tener conciencia de que estamos frente al interlocutor más grande, infinitamente perfecto, amoroso, poderoso y sabio. El respeto ante la majestad divina, de quien depende el universo entero para existir. El que nos hizo y sabe quiénes somos. Concentrarse en la Presencia santa de Dios y desde ahí ahondar en su misterio paternal, misericordioso, acogedor, protector y providente. “las palabras del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego y respeto. Pensemos que estamos en la presencia de Dios”. (San Cipriano). Aún en la oración de alabanza comunitaria hecha con alegría, la devoción implica dirigirse con respeto y amor al Señor.  Y recordar que en  la oración tiene mucho que ver el corazón, los sentimientos, el alma derramada en amor al Creador y Señor nuestro, con quien somos invencibles.  


Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

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