Una de las cosas que más aprecia Satanás es transformar a un ángel en una bestia. Y ese es el
drama del ser humano: habiendo sido creado a imagen y semejanza de Dios, terminar hecho
un monstruo en la vida. En la primera guerra mundial se perdieron 20 millones de vidas entre
soldados y civiles y más de veinte millones de heridos, muchos de ellos lisiados de por vida. Se arruinaron las economías de muchos países y quedó el trauma post guerra a nivel de personas enfermas mentalmente y de mucha hambre. Y en la segunda guerra mundial se habla de unos 60 millones de personas muertas, mucho más civiles que soldados a consecuencia del
conflicto. Se emplearon en ambas guerras todo el dinero posible y lo mejor de la tecnología en
armas mortales: cañones, morteros, ametralladoras, rifles, bombas de todo tamaño, minas
terrestres y acuáticas, tanques, aviones, submarinos, barcos, armas químicas, llegando incluso
a bombas atómicas. Se cometieron los más horrendos crímenes de guerra, desde bombardeos
indiscriminados a tener los campos de concentración más horrendos de la historia. Luego las
guerras tribales en África, la guerra de Vietnam, las guerras civiles en muchos países. Sólo
España perdió un millón de vidas en la guerra civil. ¿Quién ha vencido en todas estas guerras?
Satanás. El ángel de la muerte, el mentiroso y envidioso, el que odia a Dios y por lo tanto a la
obra más grandiosa del Señor, que es el ser humano, es el victorioso. Ha transformado a
muchos millones en monstruos. No lo permitamos nosotros.
Es notable como el ser humano puede ser transformado en una máquina de guerra, en un ser
capaz de cometer los crímenes más horrendos. Y esto no solo a nivel personal, sino grupal,
comunitario. Y no es asunto de falta de educación, porque el pueblo más culto de Europa y del
mundo, en los años 40 fue Alemania. Y los campos de concentración eran auténticos infiernos.
De no haberse dado las guerras ese país sería hoy la potencia más grande del mundo por toda
su capacidad tecnológica, económica y de organización. Y aún con todo y sus derrotas es un
país de inmensas posibilidades hoy.
Cualquiera de nosotros puede ser transformado en un monstruo. Podemos alcanzar alturas
impresionantes de bondad, generosidad, amor, ser santos, pero también caer en las
situaciones más aberrantes de maldad. Es cuestión de oración y vigilancia y de alimentar al
ángel que llevamos dentro con la Palabra de Dios, los sacramentos, actos de misericordia,
pensamientos positivos, buenas amistades, para que crezca. Evitar alimentar a la bestia con
envidias, rencores, odios, soberbia, malos deseos, codicia, avaricia. Y recordar que con Dios
todo poderoso y glorioso todo esto es posible.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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