Mire, hoy le digo que si cree en el Señor, sea consecuente con su fe y comuníquese con El . Hágalo con respeto, con amor, con dedicación y esmero. A Dios no se le puede tratar como un mendigo, a quien le damos un ratito, sin calidad, de nuestro tiempo, diciendo algunas incoherencias con prisa, pensando que con eso ya hemos cumplido. Hoy queremos enseñarle a cultivar el hábito de la oración. No se trata de convertirlo en un escrupuloso que vive de fórmulas rezadas, sino en una persona equilibrada, que vive en armonía con todas las facetas de su ser y que sabe desarrollar todo para ser una persona completa y llegarse así entero a la comunicación más grandiosa, con Dios..
La oración es el gran medio del encuentro con Dios y también un medio de recuperación emocional y mental que tiene usted en sus manos. Queremos que viva más intensamente la oración, como nos lo enseña Jesús en el Evangelio. Para eso, siga las siguientes normas:
1.- Acostúmbrese a aislarse durante diez o quince minutos diariamente, para tener un encuentro personal con el Señor. Con el tiempo añadirá más minutos hasta donde crea le sea posible.
2.- Relaje su cuerpo, su mente y su espíritu. El cuerpo es la parte material suya, vehículo del alma. Esta es la sede de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, y el espíritu, el medio por el cual usted se comunica con Dios. Es importante que tome conciencia de que estas “dimensiones suyas”, componen un solo ser que es usted y merecen toda su atención. Para relajarse, póngase sentado en una postura cómoda, pero con la espalda erguida, las manos en sus rodillas y respirando sin prisas, pero con cierta profundidad. En ese momento está a usted a solas con Dios. Puede hacerlo en un templo, en su propia casa, cerrada la puerta de su habitación y haciendo ver a su familia que necesita estar a solas todos los días un rato.
3.- Vacíe su mente de todo lo que le preocupa, no piense en sus problemas. Imagínese que usted está en un lugar apacible y repítase en ese momento las palabras: “paz, paz, paz; me siento en paz; cada vez me siento más en paz”. Usted se irá sintiendo en calma e irá relajando sus músculos. Respire hondo y relaje su cuerpo y su mente. Comience a transportar su espíritu al corazón de Dios. Piense en Jesús, siéntalo cerca de usted. Piense en Dios como su gran amigo, como un padre que lo recibe. Poco a poco su cuerpo, mente y espíritu en armonía profunda se irán aquietando. Puede repetir cualquier frase bíblica que le parezca o una de nuestras tradicionales jaculatorias o oraciones muy breves. Este ejercicio lo conduce a un momento más íntimo con Dios.
4.- Comience un diálogo de amor con el Señor. Hágalo con sencillez, con naturalidad, expresando sus deseos, temores, alegrías, su alabanza a El. No busque palabras solemnes, háblele con el lenguaje que usted usa diariamente. Dios lo comprende y a El le encanta que le hable con el corazón. Le empezarán a suceder cosas increíbles y maravillosas. Dígale: “¡Oh Señor!, te entrego mi corazón; gracias por la vida, por tu amor, por tu perdón.” Repítalas lentamente sintiéndose escuchado por Dios. No haga oraciones muy extensas, sino en general, breves, pero llenas de contenido. Cuéntele sus preocupaciones; háblele como a un amigo y crea en verdad que El está con usted oyéndolo, ayudándolo y llevando la carga con usted. Dios lo escucha y lo pacifica. Experimente todo esto, porque es verdad. El es su Padre amoroso, El es su Redentor que lo dio todo por usted y es el Dios consolador, que lo anima y lo ilumina.
5.- Si usted quiere que Dios ayude a otras personas, ore con el convencimiento de que sus plegarias llegan en forma de bendición a ellas. Usted está siendo el puente por donde Dios derrama su amor y su protección a otras personas. Convénzase y siéntase seguro de que hay una influencia positiva en esa persona, si usted lo hace con u profunda fe. No permita la entrada de pensamientos y sentimientos negativos como el miedo, odio, rencor, frustración. Esto corta su comunicación con Dios.
6.- Pero lo más importante, es que usted se concentre en el Misterio Divino que vive en su persona y desde la contemplación de la Presencia de Dios, usted pueda experimentar el amor, la acogida, el perdón y la fortaleza que el Señor le da.
La oración es el puente maravilloso que hay entre Dios y usted. Esta oración personal debe ir acompañada de la oración comunitaria y sus diferentes vertientes y sobre todo con la asistencia consciente en la Santa Eucaristía. Es importante que usted escuche a Dios y acepte de buen grado su voluntad. Es indispensable que crea que sus plegarias tienen respuesta. Dice Jesús: “Todo cuanto orando pidieran, crean que lo recibirán y así se les dará”. En la medida que ore, experimentará el amor de Dios. Hágalo todos los días. Concédase a usted mismo la oportunidad de crecer como persona, apartando un tiempo diario a solas, en silencio, con El mismo Dios que vive en usted. Usted y todos necesitamos esos ratos hermosos donde estamos conscientemente más cerca del Señor. Y no se olvide que con Dios, ¡USTED ES INVENCIBLE!
Monseñor Rómulo Emiliani
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