lunes, 9 de octubre de 2017

LOS CRECIENTES TENTACULOS DEL MAL


El primer tentáculo del monstruo devorador infernal. Nos invade como sombra maligna que se extiende en todos los niveles una apatía,  un fatalismo y  una pereza o desidia a todo lo que es renovación, rescate, recuperación y salvación de nuestro pueblo. “Que no hay nada que hacer. Que está gente está muy dañada.  Que vamos hacia un despeñadero y no nos salva nadie”. Esta actitud y comportamiento nos hace muy vulnerables y adelanta derrotas en todo lo que es el movimiento ascendente donde Cristo recapitula todo y lo presenta al Padre. “Para qué luchar, si no vamos a solucionar nada”. 

La desgana y el no querer involucrarme en la lucha por mejorar las cosas nos hace mucho daño.  Añadamos a  esto la  falta de  confianza y aún de  valores en nosotros mismos.  El segundo sería la presencia maligna, destructiva y corrupta del narcotráfico y sus negocios afines. El dinero fácil y en grandes cantidades seduce a cualquiera que no tenga valores y principios seguros. El reguero de sangre que deja por su paso el negocio de drogas es tan grande, con miles y miles de víctimas que dejan los hogares de luto. La extensión de este cáncer contagia a mucha gente que está en diferentes instancias de la vida pública y privada del país. 
El tercer tentáculo es la influencia del primer mundo en su degradación tocando las puertas del país vertiendo toda la basura tóxica de una mentalidad consumista, materialista y hedonista. Por ejemplo, ahora nos quieren hacer creer que la homosexualidad es normal con su matrimonio entre ellos; que los niños y cualquiera puede cambiar de sexo, porque este depende de cómo uno se sienta, sin importar la parte biológica. ¿Cómo ir contra la naturaleza? ¿Cómo negarle a Dios el derecho absoluto de disponer para cada ser humano, criaturas de él, los rasgos más propios de su personalidad, entre ellos su sexo, y que son hijos de Dios?
El cuarto tentáculo: la injusticia social con toda su gama nefasta de corrupción, elitismo, protección de los facinerosos, marginación y exclusión, pueblos hambrientos por la falta de empleo y de educación, contribuye a hacer más triste el panorama.
El quinto; La falta de evangelización para que nuestro pueblo conozca a Dios y viva según Cristo, hace más vulnerable a nuestra gente. Tremendo pecado de omisión tenemos los que hemos sido encomendados a predicar y lo hemos hecho a medias.
El sexto tentáculo: El consumo de drogas y licor que está dañando cada vez más a los jóvenes, crea un clima de zozobra y debilidad en nuestra sociedad.
El séptimo: La falta de familia, con el drama de tantas madres solteras, hombres irresponsables y niños sin formación integral que debería recibirse en casa, socava los cimientos de la comunidad nacional.
Por eso, el camino tan vital para poder ir combatiendo a este monstruo de tantos tentáculos es tomar conciencia de que este no es el mundo que Dios quiso que fuera. Que todo lo creado está para alabar la gloria de Él, pero, y este sería el octavo tentáculo, con la terrible deforestación, la contaminación de ríos y mares, el cambio climático tan impactante, el globo terráqueo corre la suerte de ir paulatinamente destruyéndose, añadiendo, además, el gran peligro de una guerra nuclear que acabaría de raíz con la existencia humana. Tomar conciencia de que tantas muertes por asesinato, el hambre que golpea a tantos hogares, los vicios más aniquiladores, el desenfreno moral tan escandaloso, el no encontrarle sentido a la vida de tanta gente, todo esto nos habla de un inminente desastre de toda una civilización que se aniquilará por el propio veneno que está produciendo.
Todas las fuerzas vivas de la sociedad deberíamos tomar conciencia de que estamos en un momento decisivo en la historia de la humanidad, y que la norma debería ser, organizarnos cada cual en su realidad, para entre todos enfrentarnos con acciones concretas y con soporte de estrategias y planes a corto, mediano y largo plazo para ir eliminando estos tentáculos del mal.
Y nosotros, como Iglesia, y aquí cada cristiano debe tomar conciencia de su misión, debemos enfrentarnos con el poder de Dios, con el evangelio en la mano, con la predicación constante, hecha a tiempo y a destiempo, con el poder de la oración y los sacramentos, y de acuerdo con el carisma de cada congregación religiosa, movimientos de Iglesia, pequeñas comunidades eclesiales, grupos juveniles, asociaciones y grupos de oración, en el marco de las parroquias y diócesis, a este monstruo tan destructivo y devastador.
Ciertamente parece una labor imposible de hacer, pero confiando en el poder de Dios venceremos, porque con El somos invencibles.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...