VIVIMOS EN UN
MUNDO QUE CAMBIA vertiginosamente. El
que se aferra a pensar y a hacer lo mismo siempre, rechazando toda innovación,
termina “oxidándose”, caduco y obsoleto, sea a nivel personal u
organizacional. Solo permanece la verdad sobre Dios y el hombre, manifestada
en los dogmas de fe y en las reglas morales que fundamentan la conducta
humana. Pero todo lo demás está sujeto a
cambios, a procesos de transformación si es que se quiere una mayor perfección. Por lo tanto el cambio es parte de la vida, es
el movimiento constante propio de los
seres vivos. “La renovación es uno de
los impulsos primarios de la vida, como el amor y la libertad…todo necesita
renovarse para mantener la ventaja con respecto al incansable proceso de
destrucción… En el plano físico morimos y nacemos constantemente. En cada
minuto millones de nuestras células se dividen, sacrificando su antigua
existencia en una muerte que da vida a dos células nuevas. El impulso de la
creación empuja la vida hacia adelante”, (D. Chopra).
PARA
ENFRENTARNOS AL CAMBIO, muchas veces sorpresivo, hay que fomentar la revisión
de nuestras estrategias y acciones, el ingenio para ser creativos, la fortaleza espiritual y el desapego para dejar aquello que no funciona. De hecho si no estamos dispuestos a morir a
cosas que fueron útiles, pero que ya hoy no responden a las exigencias del
crecimiento y perfección, no tendremos la valentía para hacer los cambios y seguiremos haciendo siempre lo mismo y cualquier negocio o empresa, organización o trabajo se vendrá abajo. “Nuestro mundo, sin importar cómo pretendamos
estabilizarlo, está en un estado de flujo constante y debemos adaptarnos a
éste, casi siempre con muy poco tiempo para la preparación o la reflexión. Por tanto debemos estar siempre vigilantes,
“(Gary Moore).
EN LA VIDA
MATRIMONIAL, por ejemplo, muchas crisis
vienen provocadas por la rutina, la pérdida de creatividad e interés por
cultivar la relación humana y en el fondo, por perder las ganas de superarse
personalmente. Se confunde la vida de hogar con “estar cómodamente echados” en
la casa, “empotrados en el sofá”, sin ningún interés en agradar al cónyuge y a
la familia. La persona que en su vida no está en esa tensión continua de crecer
en todos los aspectos de su existencia va perdiendo atractivo, causando
aburrimiento y hastío, provocando en los otros desasosiego e incomodidad. Curiosamente
el que se estanca y no quiere renovarse, de una manera u otra arrastra a sus
más cercanos a permanecer inmóviles también.
ES IMPOSIBLE CRECER SIN CAMBIAR. De hecho un ser vivo se distingue de uno que está muerto por la cantidad de cambios que se dan. El tener una visión de la vida, metas claras, renovándose para superar retos, es señal de que se está vivo y en movimiento. “usted no puede llegar a ser lo que fue destinado a ser si permanece como es. John Patterson dijo: “solo los necios y los muertos no cambian de idea. Los necios no lo harán. Los muertos no lo pueden hacer.” No le tenga miedo al cambio; es una ley incambiable del progreso. El hombre que en su negocio usa los métodos de ayer en el mundo de hoy, no tendrá un negocio mañana”, (John Mason). De hecho el progreso de la humanidad en cualquier campo de la vida se ha debido a las personas que no se conformaron con dejar las cosas como estaban. No le tuvieron temor al cambio. Captaron la demanda o necesidad, tuvieron una visión sobre cómo satisfacer ese clamor, asumieron los riesgos, dejaron su comodidad y seguridad y con fe y esperanza, con perseverancia y energía, se lanzaron a conseguir lo que parecía imposible. Mire la
historia del transporte terrestre, marítimo y aéreo con sus grandes avances;
los grandes descubrimientos científicos, de tierras y continentes y la historia
de la espiritualidad con Abraham, Moisés, David, Ezequiel, todos los profetas y
el más grande, el Verbo Encarnado, Jesucristo nuestro Salvador, quien cambió la
historia de la humanidad. Todos los fundadores de órdenes religiosas y
congregaciones fueron grandes visionarios que llenaron una necesidad urgente,
sea de contemplación, evangelización, o de asistencia a los más necesitados y cambiaron las cosas.
EL MÁS
IMPORTANTE CAMBIO, la conversión.
Rectificar el camino, cambiar el rumbo, dejar atrás el peso muerto del
pecado, caminar por el sendero estrecho, tomar la cruz de cada día, acercarse
lo más íntimamente posible a Cristo; ese el cambio más necesario para ser
alabanza del Señor. La conversión exige conocimiento de uno mismo, dolor de los
pecados, búsqueda del Señor misericordioso y un pedir la fortaleza para
mantenerse firmes y con Dios ser invencibles.
Mons. Rómulo
Emiliani c.m.f.
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