Cristo, tu encarnación fue un gesto de acercamiento total, del Padre Dios y de ti como Verbo, a una humanidad creada para entablar una historia de amor real por voluntad divina desde toda la eternidad.
Tú te hiciste hombre y también creación toda para dejar plasmada la más grande unidad, haciendo que el hombre y Dios fueran uno gracias a tu realidad humana y a tu divinidad. Tú, Dios y hombre, plenitud perfecta, donde sin dejar de ser dos naturalezas una persona es toda ella, Jesucristo nuestro Señor, divinidad perfecta, plena humanidad, compendio de celestial y terrenal belleza.
La encarnación fue tan plena que abarcaste la creación de la tierra y todo el universo, al extremo de que tu naturaleza humana por la conexión con todo lo creado, abarca las galaxias todas ellas, las constelaciones y todo lo que en el espacio sea, sabiendo entonces que tu cuerpo se extiende por todo lo que es, asumiendo tu persona todo lo que existe, haciéndolo uno con el Padre. Gran misterio la Encarnación tuya.
Por eso al contemplar la ampliación radiante de todos los soles, de galaxias sorprendentes, veo tu cuerpo celeste como una gran exposición del Santísimo Sacramento extendido en el altar del universo. Si, tu cuerpo, tu alma, tu sangre y tu divinidad abarca todo lo creado en billones de estrellas, asumiendo en tu divino Cuerpo la inmensidad de todas ellas.
Por medio de tu encarnación eres hombre, y en ti están todos los seres humanos, y la materia toda que está en los ríos, montañas, praderas y valles, glaciales y océanos, todo en ti se concentra, sin hacerte perder tu esencia. Eres el Dios hombre, perfecto en todo, grandioso, Jesucristo nuestro Salvador que lo abarcas todo, ya que todo el universo en ti está sujeto, invadido por tu Espíritu y hecho tuyo de manera nueva. Por lo que en el fondo todo es sagrado, todo merece respeto. Tanto todo hombre, como los árboles y los ríos, los planetas y los sistemas solares, el universo entero exige nuestra veneración y cuidado.
Al irrespetar a las personas como a la naturaleza, estamos agrediendo tu santa esencia humana y divina, celestial y terrena, y por lo tanto eterna. Todo está por ti impregnado, todo es por ti sagrado. Por eso al arrasar los bosques y al marginar los seres humanos, al crear desiertos y promover pobrezas, estamos ultrajando tu persona, profanando lo divino que está en todo lo creado.
Por lo que sacrilegio sería no sólo atentar contra la Eucaristía, sino llenar de plástico los océanos, y dejar el aire por la contaminación insano. Gran crimen en verdad consistiría en envenenar los ríos explotando minas para sacar el oro que a otros lados iría, dejando a la gente enferma y los suelos áridos con gran sequía.
La tortura que sufre el hombre por regímenes opresores, y el hambre que experimenta por sistemas explotadores, es tan grave pecado como el que realizan con odio y saña los profanadores con las hostias santas quemándolas, dejando sin cuerpo de Cristo a sus adoradores. Igual profanación es porque atenta contra tu Cuerpo que está en el sagrario y en el mundo entero, causando en tu Corazón infinitos dolores.
Fuente: Libro CLAMOR ENTRE LLAMAS
Autor: Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.
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