Fue un auténtico drama para José y María no encontrar posada en Belén.
Nuestra costumbre cristiana de hacer los nacimientos en la época de Navidad
ha maquillado un suceso a todas luces vergonzoso. En todo el pueblo de
Belén nadie quiso recibir a esta mujer campesina pobre que iba a dar a luz.
Lo más probable porque cobrarían el hospedaje y no había con qué pagar, o
también porque nadie quería complicarse con una parturienta por eso de
que ocupara una cama y hubiera sábanas limpias que luego se mancharían y
había que lavarlas y darles de comer, y tenerlos dos o tres días. Mucha
complicación en una noche fría. Belén nos suena muy bonito hoy y los
villancicos nos transportan a algo idílico. Y lo fue, pero no por la actitud y
comportamiento de los que vivían en Belén.
Al final alguno de los vecinos señala una cueva y lo más probable que dentro
de la misma hubiera un corral para animales. El lugar queda cerca del pueblo
y allí podría dar a luz esta pobre campesina. ¿Qué sentiría María al verse
rechazada teniendo en su vientre al hijo de Dios? Pero nunca protestó, nunca
cuestionó a Dios por eso. Aceptó como la “la esclava del Señor” todo lo que
el Señor dispusiera o permitiera.
Y a limpiar la cueva. No habría lugar peor para que naciera una criatura, ya
que por ser lugar de refugio de forasteros, forajidos, leprosos y animales no
estaría muy aseado. Solo los animales y los excrementos dejados podrían ser
causa de bacterias. Esas se pegan en las paredes de piedra de la cueva y en el
piso de tierra. Si en los mejores hospitales está lo que se llama “bacteria de
hospital” que causa hasta la muerte de pacientes, ahora en un lugar así. Pero
el Señor lo permitió. ¿Y por qué? Porque cuando uno ama quiere
identificarse con las personas que ama. Y vivir y sufrir lo que esa gente vive y
sufre. Y tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo por nuestra
salvación. La encarnación es un hecho real, donde Dios se hace hombre y
vive en todo como nosotros, menos en el pecado. Cristo vive nuestra realidad
humana plenamente. Po eso nace pobre, en extremo pobre y se identifica
con los más pobres del mundo que son millones y millones. Viva la realidad
de la total marginación.
La cueva es una señal y prueba de hasta dónde llega el amor por nosotros,
completado y superado con creces por otra prueba del amor de Dios, el morir
en una cruz. Y María estuvo con Jesús desde el principio hasta el final de su
vida.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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