miércoles, 30 de septiembre de 2020

HAY QUE IR SOLTANDO


Una de las cosas que nos enseñan las crisis económicas, de salud, de relaciones humanas, y de nuestra comunicación con Dios, es que hay que ir soltando lo que se convierte en peso muerto, en lastre, y que nos impide andar con paso rápido en nuestro camino hacia la realización personal. Los apegos siempre ocasionan problemas, ya que nos quitan libertad. Y una de las cosas más preciadas que tenemos y debemos defender es nuestra libertad para decidir, para encaminar un sendero, para entregarnos a una causa, para vivir más plenamente y así ser más útiles a los demás. Hay amistades tóxicas, pasatiempos dañinos, hábitos nocivos, ideologías que nos impiden ver mejor la realidad, prejuicios que llevamos desde niños, tantas cosas que nos amarran y no nos dejan ser libres. Jesús fue totalmente libre para poder cumplir la misión encomendada por Dios Padre. Jamás se apegó a nada ni a nadie. Inclusive sacrificó su propia vida por la causa del Reino.

Y así vemos en la historia de la humanidad, los grandes líderes, los santos, los mártires por diferentes causas, los promotores de un mundo mejor en la ciencia, economía, política, no importa su fe o cultura, siempre han sido gente desprendida, capaces de sacrificar comodidades, cargos, fama, familia, seguridades, por la razón que los mueve. Se puede medir su fidelidad a la causa por todo lo que dejan por defender lo que creen es bueno y necesario para la humanidad. Pongamos un simple ejemplo: Simón Bolívar, quien creyó que la independencia de la monarquía era el mejor camino para América, sacrificó sus posesiones como terrateniente, proveniente de familia rica de hacendados, por seguir hasta el final la lucha de la emancipación. Otro ejemplo, Gandhi, quien vivió con nobleza el desapego a todo, hasta el convivir con su esposa, el no seguir el gusto del paladar para ingerir alimentos, la ropa europea que usaba como abogado, las comodidades que tendría como líder de un movimiento, todo por seguir hasta el final en la lucha por la liberación de su pueblo del imperio inglés.

Si queremos en la vida ser auténticos y más plenos, debemos dejar atrás todo aquello que nos impida estar más cerca de Dios y construir su reino aquí en la tierra. Revisar lo que nos amarra a realidades que aunque sean buenas no son por diversas circunstancias convenientes. Y por supuesto, dejar las malas a un lado. El desapego siempre es bueno. Porque nacimos para ser libres para poder amar y para servir, y así ser felices. Dios nos dé iluminación y fuerza para eso.

Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

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