¿Señor, por qué este reguero de sangre en la historia? Desde que Caín mató a Abel nuestras manos están manchadas de sangre, tanto en guerras entre naciones, o entre hermanos de un mismo país, como por crueles asesinatos en terribles dictaduras, como en crímenes familiares o por bandas criminales, el mundo triplica las sepulturas de gente en plenitud de vida, que mueren de forma violenta.
¿Qué que nos ha pasado? ¿Por qué somos así? Inventamos las más crueles armas: cañones, ametralladoras, morteros, misiles y bombas atómicas, y nos damos el lujo de la guerra química, donde se arrasan poblaciones enteras sin tocar estructuras materiales. Y el corazón del ser humano se sacia con sadismo contemplando como mueren de forma tan violenta miles de seres, inocentes civiles, por los bombardeos de aviones y barcos de guerra, todo para imponer el yugo de una nación invasora.
Y luego en nuestros países la corrupción tan espantosa, donde en puestos de gobierno, en parlamentos y otros estamentos, por un puñado de dólares se compran conciencias, se hacen fraudes y se amañan licitaciones. Y los pueblos hambrientos, esperando los hospitales y carreteras, escuelas y el ansiado empleo, ven que pasa el tiempo y otra generación llega, y la gente tan pobre sigue y así miserable se queda.
Y la corrupción se extiende donde hay seres humanos y se maneje dinero, por haberse convertido éste en un dios de primera, arrodillándose todos y ofreciendo a hacer mil triquiñuelas para así satisfacer la codicia tan lastimera. Dios mío, tú nos creaste para el amor y la solidaridad, para vivir en armonía y en paz, respetando nuestros derechos promoviendo el bien común de todos los miembros de un mismo país o sociedad.
Nos creaste para tener el corazón libre de apegos y dioses falsos, para rendirte culto en el templo y en el trabajo, siendo justos con todos, buscando la pacífica convivencia y la tranquilidad. Nos creaste para alabarte con nuestro canto y oración cálida y en comunidad, congregados en la Iglesia, honrando tu divinidad. Nos hiciste a tu imagen y semejanza, y así como tú eres Trino, Dios de amor y de paz, así nosotros amarnos en extensa familiaridad.
Señor, no podemos seguir así, queremos ya que venga la paz, que reine en nuestros pueblos la justicia y la verdad. Que renovemos el corazón y arranquemos desde ya toda inmundicia y falsedad, pero para eso Dios mío danos un corazón nuevo y muchas ganas de amar y perdonar, de servir y solo a ti arrodillarnos y adorar. Para eso Señor pedimos tu misericordia y bendición, y así con la fuerza que de lo alto viene, vencer al demonio, al mundo y toda veleidad.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.
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