jueves, 5 de julio de 2018

EL AMOR NO DESTRUYE


El que ama no destruye la ilusión de vivir ni la paz en el hogar.  El que ama no mata la esperanza y la seguridad de un futuro mejor de sus hijos, ni arrebata la inocencia de los niños, ni aniquila los lazos de unión de los cónyuges,  ni pulveriza los derechos de todos a participar del bien común, ni le roba al más pobre aún  lo poquito que posee. El que ama no le quita la fama y el buen nombre al próximo, ni hunde la puñalada  en la espalda al compañero por sus intereses, ni deja en la indefensión a los que necesitan de su mano amiga. El que ama no miente descaradamente por dinero para salvar al culpable en un juicio, ni se aprovecha de la ingenuidad del otro para estafarlo, ni se codea con los sagaces tramposos haciéndose la vista gorda de sus delitos para recibir beneficios.
El que ama no cae en corrupción llevándose de las arcas del Estado los bienes  que pertenecen al pueblo para cubrir sus necesidades. El que ama no pone su “yo” en primer lugar para que los demás lo adoren. El que ama no huye dejando a la deriva sus compromisos, los que adquirió al casarse y al tener sus hijos o en su  comunidad cristiana, ni busca aliarse con quienes lo lleven a la perdición, sea por licor, droga o sexo.  El que no  ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
El que ama busca erigir puentes de unión entre los alejados, reconciliar a los que están separados, sanar las heridas por ofensas y daños de los que se sienten afectados, y sabe ver más lo positivo que hay en los demás que sus pecados.  Pregona con su verbo y vida  que Dios es amor y él lo demuestra amando, de tal manera que todos sienten algo de su ternura y buen consejo, generosidad y  amable trato, y está siempre disponible a servir en lo posible a cuantos lleguen a buscar su amparo. El que ama perdona y olvida, jamás recuerda la ofensa al agresor, sino que sana su herida implorando al Señor del Consuelo, al Espíritu Santo que borre la memoria de aquél agravio, para caminar libre como el viento, dando de sí todo lo que pueda, sabiendo que “quien pone la mano en el arado no vuelve  la mirada al pasado”. El que ama busca parecerse en todo a Dios que al amarnos nos perdona y jamás recuerda nuestros pecados si nos hemos arrepentido y confesado.
El que ama devuelve el bien al que mal le hizo y no presta dinero con intención de usura, busca ayudar en lo que pueda y no cae en la locura de adorar dioses de barro, de los que tanto abundan, sino que permanece de pie ante el mundo y solo ante Dios se arrodilla. El que ama reconoce que Dios solo hay uno y lo ama por encima de todo, con todo su corazón, su alma, con todas sus fuerzas y su mente. El que ama no permitirá que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles y principados, ni lo presente ni lo futuro, ni otra creatura alguna lo separe del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. 
El que ama buscará servir lo mejor posible a su prójimo, porque en él está el Dios vivo que tanto adora y guardará la Palabra del Señor y su Padre vendrá a Él y hará morada en Él.  El  que ama busca agradar a Dios en todo e imita a Cristo que se entregó a nosotros como oblación y víctima de suave aroma y permanece sirviendo a los demás y se consume amando como una velita que se derrite lentamente hasta apagarse y resucitar en Cristo para siempre.
El que ama se compadece del que sufre y ama a su hermano a quien ve y así  ama al Dios que no ve. El que ama está seguro del amor de Dios hacia él, porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. No duda del amor de Dios porque siendo nosotros todavía pecadores, murió Cristo por nosotros. Sabe bien que en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. El que ama sabe que recibió el espíritu de hijo adoptivo que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! El que ama vence el temor, porque con Dios es invencible.
Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...