Cada vez que aparece una crisis personal, hay que recurrir a la pregunta: ¿y quién soy yo? Y responder afirmativamente: “Soy alguien especial, extremadamente importante a los ojos de Dios, con una misión trascendente, ser alabanza de la gloria de Dios, construir el Reino del Señor en la tierra, ayudar a cambiar el mundo”; una respuesta de esta categoría hará la diferencia para salir airoso en cualquier dificultad. Uno de los síntomas claros de deterioro personal es el de sentirse un desconocido con uno mismo, y así no se puede enfrentar uno con eficacia a un problema trascendental. Una de las situaciones más peligrosas en el ser humano es la de perder conciencia de su realidad, de su identidad. Cuando uno no se identifica con su esencia y no puede definirla, pierde fuerzas para superar situaciones complicadas.
Por eso hay que estar conscientes del “yo soy”, es decir, usted, un ser único, irrepetible, íntimamente conectado con su fuente vital que es Dios y con toda la realidad, hecho a imagen y semejanza de quien es el “Yo soy el que soy”. Ese núcleo personal íntimo, el “yo soy”, es inmortal, es sólo suyo y tiene su raíz en la infinitud de un Dios que es “el mismo ayer, hoy y siempre” y que por pura gracia de “quien todo lo puede”, lo ha creado a usted para entrar en comunión con Él. Por su misericordia divina heredará el cielo y estará para siempre con Él. No se olvide de su esencia más profunda. Usted es un “yo” real, perfecto en su esencia, que tiene que desarrollar todas sus potencialidades y que no depende de lo externo para reafirmar quien es. Una táctica de “las tinieblas”, es la de arrancarle la conciencia de su misterio más profundo y de hacerle creer que usted es un ser impersonal, sin valor ni trascendencia alguna.
¿Y quién soy yo? Jesús pudo enfrentarse a los ataques más terribles de todos los poderes de su tiempo, políticos, económicos, religiosos y aún a la incomprensión y abandono de sus discípulos, gracias a la claridad de su conciencia sobre su dignidad divina y humana. El sentirse enviado por el Padre, el saber que cumplía una misión sagrada, le dio fuerza para resistir. El ser atacado por sus adversarios llamándolo Belcebú, príncipe de los demonios, o ser tratado como un revoltoso, demente o iluso, creó confusión en la gente pero no en Cristo; el mismo Satanás, en las tentaciones del desierto, quiso confundirlo intentando crear en Jesús sed de poder y así hacerlo caer en la trampa: “Si me adoras, te daré todos los reinos del mundo”…Pero Jesús sabía quién era. Jesús tenía clara su identidad de hijo de Dios Padre, enviado para salvar a la humanidad, fundador de la Iglesia, constructor del Reino, de la civilización del amor. Resistió a esas tentaciones y nos hizo ver que con El podemos superar cualquier trampa de las tinieblas.
Así como sea su autoimagen será su autoestima. El que tiene clara su realidad y se aprecia, se valora, estando seguro de quien es, tendrá así mismo una autoestima positiva. ¿Qué clase de autoimagen tiene usted? Si se cree producto de la casualidad cultural y genética y que nació aquí porque sí y su vida no tiene el sentido correspondiente, está usted mal. Si cree que es un número más de esta sociedad consumista, donde solamente cuenta para comprar cosas, pagar impuestos, o ser miembro de un clan político o social, esto lo llevará a una despersonalización que lo hará objeto de manipulaciones de fuerzas externas. Si usted depende del criterio de los demás para saber quién es y se deja definir por otros está perdido. Al final de cuentas, definir su ser más profundo será tarea suya, habiendo sido iluminado por el Señor y escuchando enseñanzas de quienes tienen autoridad para guiarlo. No todo el mundo puede ser su maestro.
Al mundo no le interesa que usted sea consciente de quien es. El interés de despersonalizarlo y hacer de usted un ser “gris”, que es incapaz de definirse como persona y sin ideales, es para que usted sea un fácil instrumento de cualquier ideología política, dictador de turno, moda degradante, vicio predominante, grupo de poder o creencias de adivinos y hechiceros. Mientras menos conciencia tenga de su “yo interior”, de su relación con Dios y del poder que el Señor tiene, más será propenso a dejarse manejar por supersticiones basadas en falsas influencias de estrellas, amuletos y lecturas de cartas. El único poder auténtico es el del Señor con quien usted será invencible.
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