lunes, 24 de julio de 2017

COMO CONSEGUIR Y MANTENER BUENOS AMIGOS


¡La amistad es un gran tesoro! No se puede vivir solo en la vida.
Es necesario tener amigos, ya que nos enriquecen con su personalidad, sus consejos, su apoyo en momentos difíciles y son compañía en ese caminar hacia la Patria prometida, el Cielo. Hoy le daremos doce pasos para ayudarle a conquistar y mantener buenos amigos:
1. Sepa escoger bien sus amistades, ya que al final tendrán una gran influencia en nuestras vidas, tanto para el bien como para el mal.  Por eso observe bien a la persona con la cual podrá entablar una relación más íntima. Observe sus cualidades y virtudes. Si está envuelto en una telaraña de maldades, habituado a algo dañino,  aunque parezca bueno y amable, téngalo como un conocido, pero no como un amigo. Se paga un  precio trágico muy alto cuando se tiene una amistad que lo lleva a uno al desastre.  Ahora bien, cuando ya escogió, sepa ser una persona abierta y acepte a las personas con sus cualidades y defectos. Nadie es totalmente perfecto, ya que todos estamos en un proceso de crecimiento. Tenga una apertura con los demás. Acéptelos con sus defectos y virtudes y ayúdelos a superarse. Valore entonces una buena amistad y contribuya a acrecentar los lazos de unión, pero sin apresurar los pasos, ya que la confianza se gana poco a poco.
2. Sea accesible en el trato. Nunca demuestre una postura de superioridad, ni por su cargo, ni por su posición social con sus amigos. Todos somos esencialmente iguales, diferentes en nuestras funciones. Sea asequible, humilde y sencillo. Tenga un corazón abierto para con sus amigos.
3. Demuestre siempre interés por lo que ellos quieren comunicar. Una persona que atiende a otra con respeto y atención y se concentra en lo que se le quiere decir, se hace agradable y cultiva mejor la amistad. Que el diálogo entre ustedes sea respetuoso, claro, transparente y en lo posible profundo, aunque sabemos que el juego y el buen humor, también acompañan a los amigos.
4. Fuera todo complejo de inferioridad. Nunca demuestre sentirse inferior a los amigos. Sienta que usted vale mucho, que tiene mucho que dar y mantenga la confianza en sí mismo. Si el otro no aprecia lo bueno que usted es y tiene, no merece su amistad.
5. Si al conversar con sus nuevos amigos llegan temas impropios o inmorales, rechácelos y en última instancia evite esa amistad porque lo empobrece en vez de enriquecerlo. Las formas demasiado familiares en el trato no son convenientes en la amistad. Con el buen amigo hay que mantener una sutil distancia para evitar lo que se llama la ofensa por “excesiva familiaridad”. Es importante que usted sepa corregir esto desde el principio. No dé una imagen de ligereza porque con el tiempo le faltaran el respeto. Que desde el principio los posibles amigos sepan quien es usted y de sus principios y valores.
6. Sepa siempre, y eso en cualquier circunstancia, estar presentable en su forma de vestir, en sus gestos, y en su vocabulario. La humildad y la sencillez no están reñidas con la elegancia y su amigo no merece un trato suyo chabacano. Descuidarse en esto puede denotar que usted no aprecia ni respeta a sus amigos. Su imagen debe ser correcta, digna y adecuada. Vestir correctamente no significa tener lujos, sino hacerlo con decencia y limpieza. Su imagen exterior dice mucho de usted; es parte de su personalidad.
7. Hay cosas en su vida que son solo suyas. Allí nadie puede llegar, solo Dios, su consejero espiritual, un psicólogo o alguien de mucha confianza. Nadie puede llegar a las cosas intimas de su corazón, sino después de un proceso de acercamiento, confianza, diálogo y convivencia. No todo el mundo puede ser su confidente. Las verdaderas amistades se someten a un proceso, donde libremente se van abriendo los corazones poco a poco y se van comunicando cosas muy importantes, con la seguridad de que la otra persona no va a andar divulgando lo que se ha dicho en el marco de una gran sinceridad. Un amigo que no sepa guardar un secreto suyo, no es digno de su confianza. No puede ser amigo.
8. Póngase en el lugar del otro. Intente comprenderlo. No haga papel de juez, sino de amigo. Aprenda a escuchar. Eso es lo que hace Dios con nosotros. Repugna que la otra persona haga el papel de “papá” permanentemente y dé consejos a cada rato, regañe y hasta condene al otro.
9. Diga siempre la verdad. Sepa corregir con amor y oportunamente. Un buen amigo dice siempre la verdad, pero con amor, para ayudar a la otra persona a superarse.  Además  no detiene la marcha de su amigo hacia la cumbre, al contrario lo ayuda y se alegra de sus triunfos. Igualmente sufre con los fracasos de la otra persona y siempre está allí, en las buenas y en las malas, acompañando sin estorbar, sin angustiar.
10. Una buena amistad se mantiene si en medio de ella Dios esta presente. Ore con su amigo. Compartan su fe.
11. Tenga metas en común. Los amigos comparten ideales, luchan juntos, se animan, se ayudan mutuamente para realizar sus metas y nunca detiene al otro en la consecución de sus ideales. Eso sí, cada uno respetando los ideales del otro y sin estorbar su camino
12. Evite discusiones y resentimientos estériles. Sepa perdonar y olvidar.
Amplíe su círculo de amistades y sepa que la amistad es un gran tesoro, que vale la pena cultivar. Jesús dijo: “Ya no os llamo siervos sino amigos”. Además de nuestra relación filial con Dios Padre, cultive la amistad con Jesús que también es nuestro hermano mayor y quién mejor que El Señor con todo su poder para que usted vierta sus preocupaciones y descanse en El. Coloque su dolor, y su frustración  a los pies del Salvador y El le ayudara. Jesús es el único en quien hay garantía plena de que le amará, lo comprenderá, guardará sus secretos, y siempre estará con usted acompañándolo en el camino de la vida. Cultive la amistad con El y no se olvide que ¡CON DIOS SOMOS INVENCIBLES!
Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

domingo, 16 de julio de 2017

¡CUÁNTAS OPORTUNIDADES PERDIDAS!


Hay un llanto sordo en el alma que se activa cuando uno recuerda la cantidad de oportunidades que se esfumaron por no captar la riqueza de un “presente” que vino de lo alto.  Era  el escalón que había que subir para conseguir aquello que habíamos anhelado. Estábamos distraídos o no valoramos el hecho, el trampolín que nos hubiera lanzado a una mayor superación en cualquier campo de la vida. Después exclamamos: “Si yo hubiera sabido; si hubiera aprovechado el momento; si lo hubiera pensado mejor”. 
 Esto nos pasa por no  estar viviendo “el presente”, por no estar alertas y no tener conciencia de que la vida aparece luminosa en ocasiones como el sol cuando viene entre las nubes y luego vuelve a ocultarse.   Cuántos momentos plenos perdidos, abrazos que quedaron en el aire congelados, relaciones rotas, contactos con la divinidad difuminados, decisiones que no se dieron y nos dejaron inmóviles en el andén “sin tomar el tren de las oportunidades” y así nos quedamos inmóviles mientras la historia siguió su marcha.  Hay una historia de vacíos en nuestra vida que no se podrán llenar jamás por no aprovechar las oportunidades.

Un “no” dicho a tiempo que nunca se pronunció y nos involucró en acciones que deterioraron nuestra integridad como personas; el “sí “que jamás se dijo con valentía y que por obedecer al dantesco miedo al compromiso nos dejó mediocremente camuflados en el anonimato; la acción que nunca se realizó dejando un proyecto a medio hacer y por lo tanto no cumplido; el tiempo no aprovechado para terminar una carrera o santificarnos siendo solidarios; la historia nuestra algunas veces da vergüenza, por estar fundamentada en el gravísimo pecado de omisión que deja una fea mancha gris, como un brochazo indefinido que apaga el brillo de los otros colores y nos hace simplemente seres opacos.  De hecho el Señor nos creó para que fuéramos como estrellas que destellaran luz en el firmamento, y no como simples meteoritos que pasan sin dejar estela alguna luminosa. 

Somos seres que  esconden en un montón de fracasos humanos la causa que no revelamos: una dejadez rayana en la negligencia, un descuido supino, un “no me importa”,  una administración personal pésima.  Si fuéramos sinceros diríamos: “no hice el esfuerzo necesario”; “no me importó realmente el crecer”; “nunca tomé en serio mi desarrollo personal”; “me descuidé totalmente en el cultivo de mis metas”.  Pero como lo más fácil es imputar de culpas por nuestros fracasos a  otros, a la vida y a cualquier causa que se nos ocurra, salimos libres en un juicio amañado, con una falsa inocencia que tapa nuestra  grave responsabilidad personal.

Esto no debe seguir así.  Somos responsables de nuestros actos y de nuestra vida. Cada día se presenta “una micro vida” con algunas puertas que se pueden abrir mientras se cierran otras, donde cada hora  y minuto cuenta y las iluminaciones, inspiraciones y acciones adecuadas pueden ser la clave de un “salto hacia arriba”, de un algo nuevo que puede darle más calidad a la existencia.

Por lo tanto valore su vida, sus días, horas y minutos. Vea que Dios da muchísimas oportunidades de crecimiento y que aunque muchas veces las cosas llegan no como las queremos, muchas oportunidades vienen envueltas en dificultades y problemas.  Sáquele provecho a cualquier circunstancia, por mala que aparezca.  Sepa que Dios permite las cosas para bien de quienes él ama. Hay  gente que supo aprovechar una enfermedad que la mandó mucho tiempo a una cama para estudiar y sacar una  carrera a distancia. O al perder el empleo buscaron otra manera más efectiva de ingresar recursos desarrollando habilidades en un trabajo independiente.

Hoy le quiero decir que no podemos evitar el sentir dolor por el tiempo perdido y las oportunidades no aprovechadas, pero ya no vale la pena “llorar por la leche derramada”, porque no podemos recogerla. Por eso dígase: “A partir de hoy, por el resto de mi vida, estaré pendiente y consciente de toda oportunidad que se me presente, para sacarle toda la riqueza inherente a la misma, sea espiritual, humana, profesional, de salud, de conocimiento, de paz y de amor”.  Repítase: “Yo nací para triunfar, para dar lo mejor de sí, para crecer sin límites mientras tenga vida y así ser alabanza de la gloria del Señor”.  Lógicamente el triunfo auténtico no consiste en tener dinero,  poder y fama, sino realizarse plenamente en la vida en la ubicación histórica que le tocó desarrollando todas sus habilidades y carismas que le dio el Señor.  Triunfo es ser dueño de uno mismo y servir a una causa mayor que uno y es entregarse al Señor totalmente con quien somos invencibles. 

Monseñor Rómulo Emiliani c.m.f.

lunes, 10 de julio de 2017

SEÑOR, ¡AUMENTA NUESTRA FE!



Un cristiano que vive en oración, lee la Palabra, se alimenta con la Eucaristía y ama fraternalmente a su prójimo no necesita de apariciones para creer, porque su fe le permite "creer sin ver".  Esa persona no necesita "ver para creer" y su fe está firmemente arraigada dentro de sí. 

El Señor algunas veces permite apariciones de la Virgen para que aquellos cuya fe tambalea, vuelvan al camino del Señor.  Pero no es normal que el Señor o la Virgen María se aparezcan, porque con el Bautismo tenemos en el corazón el depósito activo de la fe, esperanza, caridad y amor.  Dentro de nuestra alma están estas virtudes funcionando, porque Dios vive inmerso en nosotros.  

Hay que tener mucho cuidado con eso y no andar desesperadamente buscando apariciones.   Si usted tiene fe y quiere ver al Señor, lo tiene vivo, real y presente en el sagrario del templo y lo encuentra también en la Palabra.  Si quiere ver a Cristo, mírelo en los niños pobres y desnutridos en los que está Jesús.  Si quiere ver a Dios, mire el lindo amanecer o atardecer, la luna llena, las flores, el verdor y todas las cosas maravillosas que creó Él para usted.  Esos son milagros continuos y piropos de un Dios que está enamorado de usted. 

Cada vez que una rosa abre sus pétalos, es el Dios maravilloso que le está diciendo que lo ama y le regala esa belleza para que la mire.  Las flores en realidad no son necesarias para la vida.  Necesa­rias son las verduras, legumbres y frutas, pero las flores no sirven para nada, porque usted ni siquiera se las puede comer.  En cambio sirven para todo lo que Dios quiere.  Dios creó las rosas y las demás flores para estar continuamente diciéndole que lo ama y le tiene preparado un cielo con un jardín eterno de gozo y esperanza viva en Él. 

Lo que parece innecesario, como un bello atardecer, es un toque divino, lindo y maravilloso que manda el Señor a cada rato para decirle que Él existe y lo ama.  No se puede sacar ningún provecho terrenal a un lindo atardecer.  Pero en otra onda o dimensión, es un mensaje de un Dios que es puro amor.  Si quiere ver apariciones, Él se aparece a cada momento de mil maneras y de mil formas le dice que lo ama. 

Si todos los días usted lee la Palabra de Dios, hace oración, ama al prójimo de verdad y contempla la belleza de Dios, estará escuchando y viendo a Dios y no necesitará de aparicio­nes.  Si usted contempla a fondo la sonrisa de un niño, la tierna y serena profundidad de una anciana - que puede ser su madre o su abuela -  que habla de cosas pasadas; pero que tiene una gran belleza interior, encontrará allí a Dios.  ¡No necesita apariciones, sino una fe más viva! 

¿Cuál es su problema?  Cualquiera que sea, no le voy a aconsejar como hacen los mentirosos embaucadores que dicen llamarse profesores, quienes en sus programas de radio promueven tal amuleto, talismán o baño para conseguir el favor que necesita.  Esas son mentiras y engaños producto de las tinieblas.  Esas personas están exprimiendo el bolsillo de mucha gente y usando su dolor y su miedo para manipular­los.  No caiga en esa trampa de las tinieblas.  Superstición y hechicería, ¡nunca! 

Si usted considera que la solución de su problema es casi imposible, piense qué es lo que el Señor querría.  Pues lo que el Señor quiera es lo que usted debe pedir.  Si la dificultad es que su hijo tiene problema de drogas, la voluntad de Dios es verlo libre de eso.  Pues haga oración profunda, intensa y constante, con ese don que Dios le ha dado, para visualizar a su hijo y su problema.  Véalo como Dios quisiera que fuera y lo verá libre de drogas, activo,  dinámico, sonriente, alegre y feliz. Usted tiene que visualizarlo así, desear intensa­mente que deje la droga y que logre estar en mejores condicio­nes.  Póngalo en oración diaria, intensa y constante y Dios actuará a través suyo para llegar a su hijo.  De que ese muchacho cambia, cambia.  La esperanza suya, viva e intensa, alimentada con la fe, hará el milagro. 

Los milagros de Dios no han cesado.  Cristo hizo milagros hace 20 siglos y hoy también tiene el mismo poder para hacer milagros.  Muchas veces, cuando Jesús hacía un milagro decía: "Hágase según tu fe".  Ahora lo que el Señor espera es que los canales, que somos nosotros mismos, se pongan a funcionar.  Si usted activa su fe, verá que con el tiempo Dios hará el milagro a través suyo.  Recuerde que Dios lo puede todo y CON ÉL, USTED SERÁ ¡INVENCIBLE! 


Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f.

HABLE CON DIOS.





Mire, hoy le digo que si cree en el Señor, sea consecuente con su fe y comuníquese con El. Hágalo con respeto, con amor, con dedicación y esmero. A Dios no se le puede tratar como un mendigo, a quien le damos un ratito, sin calidad,  de nuestro tiempo, diciendo algunas incoherencias con prisa, pensando que con eso ya hemos cumplido. Hoy queremos enseñarle a cultivar el hábito de la oración. No se trata de convertirlo en un escrupuloso que vive de fórmulas rezadas, sino en una persona equilibrada, que vive en armonía con todas las facetas de su ser y que sabe desarrollar todo para ser una persona completa y llegarse así entero a la comunicación más grandiosa, con Dios..
La oración es el gran medio del encuentro con Dios y también un medio de recuperación emocional y mental que tiene usted en sus manos. Queremos que viva más intensamente la oración, como nos lo enseña Jesús en el Evangelio. Para eso, siga las siguientes normas:

1.- Acostúmbrese a aislarse durante diez o quince minutos diariamente, para tener un encuentro personal con el Señor.  Con el tiempo añadirá más minutos hasta donde crea le sea posible.

2.- Relaje su cuerpo, su mente y su espíritu. El cuerpo es la parte material suya, vehículo del alma. Esta es la sede de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, y el espíritu, el medio por el cual usted se comunica con Dios. Es importante que tome conciencia de que estas “dimensiones suyas”, componen un solo ser que es usted y merecen toda su atención.  Para relajarse, póngase sentado en una postura cómoda, pero con la espalda erguida, las manos en sus rodillas y respirando sin prisas, pero con cierta profundidad.  En ese momento está a usted a solas con Dios. Puede hacerlo en un templo, en su propia casa, cerrada la puerta de su habitación y haciendo ver a su familia que necesita estar a solas todos los días un rato.

3.- Vacíe su mente de todo lo que le preocupa, no piense en sus problemas. Imagínese que usted está en un lugar apacible y repítase en ese momento las palabras: “paz, paz, paz; me siento en paz; cada vez me siento más en paz”. Usted se irá sintiendo en calma e irá relajando sus músculos. Respire hondo y relaje su cuerpo y su mente. Comience a transportar su espíritu al corazón de Dios. Piense en Jesús, siéntalo cerca de usted. Piense en Dios como su gran amigo, como un padre que lo recibe. Poco a poco su cuerpo, mente y espíritu en armonía profunda se irán aquietando. Puede repetir cualquier frase bíblica que le parezca o una de nuestras tradicionales jaculatorias o oraciones muy breves. Este ejercicio lo conduce a un momento más íntimo con Dios.

4.- Comience un diálogo de amor con el Señor. Hágalo con sencillez, con naturalidad, expresando sus deseos, temores, alegrías, su alabanza a El. No busque palabras solemnes, háblele con el lenguaje que usted usa diariamente. Dios lo comprende y a El le encanta que le hable con el corazón. Le empezarán a suceder cosas increíbles y maravillosas. Dígale: “¡Oh Señor!, te entrego mi corazón; gracias por la vida, por tu amor, por tu perdón.” Repítalas lentamente sintiéndose escuchado por Dios. No haga oraciones muy extensas, sino en general, breves, pero llenas de contenido. Cuéntele sus preocupaciones; háblele como a un amigo y crea en verdad que El está con usted oyéndolo, ayudándolo y llevando la carga con usted. Dios lo escucha y lo pacifica. Experimente todo esto, porque es verdad. El es su Padre amoroso, El es su Redentor que lo dio todo por usted y es el Dios consolador, que lo anima y lo ilumina.

5.- Si usted quiere que Dios ayude a otras personas, ore con el convencimiento de que sus plegarias llegan en forma de bendición a ellas. Usted está siendo el puente por donde Dios derrama su amor y su protección a otras personas. Convénzase y siéntase seguro de que hay una influencia positiva en esa persona, si usted lo hace con u profunda fe. No permita la entrada de pensamientos y sentimientos negativos como el miedo, odio, rencor, frustración. Esto corta su comunicación con Dios.

6.- Pero lo más importante, es que usted se concentre en el Misterio Divino que vive en su persona  y desde la contemplación de la Presencia de Dios, usted pueda experimentar el amor, la acogida, el perdón y la fortaleza que el Señor le da.

La oración es el puente maravilloso que hay entre Dios y usted. Esta oración personal debe ir acompañada de la oración comunitaria y sus diferentes vertientes y sobre todo con la asistencia consciente en la Santa Eucaristía. Es importante que usted escuche a Dios y acepte de buen grado su voluntad. Es indispensable que crea que sus plegarias tienen respuesta. Dice Jesús: “Todo cuanto orando pidieran, crean que lo recibirán y así se les dará”. En la medida que ore, experimentará el amor de Dios. Hágalo todos los días. Concédase a usted mismo la oportunidad de crecer como persona, apartando un tiempo diario a solas, en silencio, con El mismo Dios que vive en usted. Usted y todos necesitamos esos ratos hermosos donde estamos conscientemente más cerca del Señor.  Y no se olvide que con Dios, ¡USTED ES INVENCIBLE!


Monseñor Romulo Emiliani c.m.f.

PROMUEVA USTED LA VIDA




La Iglesia es el cuerpo de Cristo.  Cristo es la cabeza.  Nosotros somos ahora los brazos y las manos de Jesús, somos los pies del Maestro, somos el corazón del Señor; es decir, Él nos necesita para seguir haciendo lo que realizó en su vida terrena.   ¿Y qué hizo en su vida terrena?  Siempre fue servicial, curando enfermos, asistiendo a leprosos, revelando la Buena Nueva, combatiendo el mal.  Siempre haciendo el bien.  Él nos quiere haciendo siempre el bien.  Nos quiere también orando en oración profunda.  En los momentos que Él desee.  Nos quiere obedientes al Padre como Él fue obediente muriendo en la cruz por amor.  Él nos quiere así y también nos quiere misioneros, llevando la Palabra a todas partes.  Los obispos dicen en Santo Domingo que es la hora de los laicos; que los laicos, ustedes, deben formarse y los pastores debemos ayudar a formarlos para que ustedes evangelicen, porque son esa fuerza maravillosa de la Iglesia que tiene todavía que despertar.  Es la hora de los laicos en la Iglesia, en la cual ustedes deben asumir con valentía y responsabilidad el deber, la orden de Cristo de ir por todas partes y combatir la cultura de la muerte. 

¿Qué es la cultura de la muerte?  Es todo el ambiente nocivo que hay haciendo que la gente se involucre en el mal.  El ambiente de pornografía y de libertinaje sexual; el ambiente de intriga y de maldad; el ambiente de alcoholismo; el ambiente de drogadicción; el ambiente de inmoralidad en todos los aspectos, que está inundando a la sociedad. Cultura de la muerte...  Y ante eso, combatimos en el nombre de Jesucristo presentando la vida que es el mismo Dios.  Y haciendo de nosotros, de nuestro ambiente, de nuestras circunstancias, una cultura de la vida donde impere el respeto a la dignidad humana,  el respeto y la promoción de la justicia social, el respeto y la promoción de una sana convivencia fraterna.  De un compartir los bienes y de un hacer que todos nos miremos como hermanos.  Una cultura de la vida que respete la existencia de los que todavía no han nacido para que puedan vivir, desarrollarse y morir como Dios quiere.

Una cultura de la vida que promueva, en todos los círculos, el respeto a la ecología.  Que haya tierra para todos y que cada uno pueda ser partícipe, libremente, en las decisiones más importantes de su nación o país, en donde exista la democracia, la libertad de expresión y el derecho de cada uno a profesar la religión que quiera.  La cultura de la vida en contra de la cultura de la muerte, en donde está el narcotráfico, las dictaduras, los contrabandos de armas, los negocios de las tratas de blancas, la prostitución, la pobreza, la miseria y la desnutrición.  

Tenemos mucho que hacer.  Y usted, en su colegio, en su trabajo o en su casa, tiene que promover la vida en todo momento; promover la vida y, personalmente, luchar contra la muerte que nos ataca a cada uno en el pecado.  El pecado trae la muerte: la muerte espiritual y la muerte de otras cosas.  Hay que impedir que el pecado se haga dueño de nuestras vidas.  Tengamos una atención especial a los jóvenes.  Son muy vulnerables a la cultura de la muerte, están cayendo cada vez más en la droga; los pobres muchachos y muchachas están siendo golpeados por la cultura de la muerte.  Están desorientados, rotos su corazón y su cerebro, física y mentalmente hechos una ruina por la droga. Pobrecitos también los niños, que ahí tenemos el gran drama de la niñez: ¡en cuántos hogares los niños no viven un tremendo calvario!  Santuario de vida, llama Santo Domingo a la familia.  Santuario de vida donde crece el hombre, la mujer, el niño, la niña; donde crece espiritual e integralmente.  Santuario de vida golpeado por la cultura de la muerte. 

Hay que evangelizar, queridos hermanos.  Estamos en una nueva era en la Iglesia donde nos piden una nueva evangelización: nueva en su ardor, nueva en sus métodos.  Cada uno tiene que ser protagonista decidido en esta lucha contra la cultura de la muerte.  Definámonos a favor de Cristo, ingresemos en la lucha, en la batalla contra la cultura de la muerte a favor de la vida.  Hagamos de este mundo un mundo nuevo, porque con el poder de Dios somos ¡INVENCIBLE!


Monseñor Rómulo Emiliani, c.m.f.

JOSÉ EDUARDO Y SU HIJO

Había intenso sol y el ambiente pesado en esa ciudad industrial y en un banco mucho movimiento y un ser malo y astuto vigilaba a dos hombres...